martes, 21 de abril de 2020

Características sociales y económicas de la población activa de los pueblos del municipio de Campos del Paraíso


Características sociales y económicas de la población activa de los pueblos del municipio de Campos del Paraíso

Catastro del marqués de la Ensenada

            En el mundo rural del siglo XVIII es difícil establecer la línea divisoria entre agricultor y jornalero.

            El Catastro se refiere a los jornaleros como a los vecinos que “por oficio” lo eran con lo cual se excluía a los pequeños propietarios o arrendatarios y se hacía referencia exclusiva a los individuos que eran contratados temporalmente para las faenas del campo.

            El jornalero podía explotar algún pequeño terreno del que era propietario, pero con ello no aseguraba su manutención si no tenía también un salario como jornalero.

            Era común en los pueblos de Castilla la ayuda mutua entre el pequeño agricultor y el jornalero que incluía el préstamo de animales de labor y de aperos de labranza del agricultor al jornalero a cambio de la ayuda de éste al campesino en determinados momentos del ciclo agrícola cuando se necesitaba aumentar el número de brazos en el trabajo del campo.

            La situación económica del jornalero no le permitía disponer de los recursos necesarios para invertir en aperos y animales y por otra parte el agricultor, en muchas ocasiones, tampoco estaba en situación de pagar un jornal.

            En Castilla, los salarios de los ocupados en el sector primario tenían un valor medio de tres reales- 0,75 céntimos, como es el caso del municipio de Campos del Paraíso.

            Por jornal, pago por una jornada, salario o sueldo de trabajo tenemos que entender la utilidad obtenida por el asalariado o por el propietario que trabaja para sí mismo y que era la cantidad considerada como necesaria para el mantenimiento del trabajador y su familia. Cuando un jornalero ajustaba su trabajo en el contrato se recogían los días de trabajo, el jornal diario, y la inclusión o no en él de la manutención y otras prestaciones.

            El salario de los labradores del municipio oscilaba entre tres y cinco reales-de 0,75 céntimos a 1,25 pesetas,

            Los pastores tenían salarios entre tres y seis reales- de 0,75 céntimos a 1,50 pesetas- y a los zagales o rochanos se les regulaba un salario entre cuatro y un real-desde 1 peseta a 0,25 céntimos.

            Los vecinos no informaron sobre la utilidad diaria obtenida por los jornaleros en los pueblos del municipio, aunque labradores, pastores y jornaleros coincidían en muchas ocasiones en sus jornales.


           Para hacernos una idea de lo que se ganaba en localidades del entorno recogemos los jornales vigentes en la ciudad de Huete. Los jornales para los vecinos ocupados en el sector primario, según aparecen en las Respuestas Generales de esta ciudad, podemos establecerlos para los labradores en 3 reales y 17 maravedíes por día de trabajo-sobre los 87 céntimos.

            A cada uno de los 169 jornaleros censados se les estima el jornal de 3 reales-0,75 céntimos- “unido salario y comida”, el salario se estima en 2 reales y 17 maravedíes-unos 62 céntimos- y la manutención en 17 maravedíes- unos 12 céntimos.

            A cada uno de los 40 pastores el salario diario que se les estima es de 2 reales y 17 maravedíes-unos 62 céntimos-, igual que a los jornaleros.

            Es necesario decir que bajo la denominación de labrador se puede encontrar una gran diversidad de situaciones que permiten establecer categorías sociales por la importancia de los recursos económicos, aunque no siempre es fácil establecer estas categorías en términos estrictos. Son considerados grandes labradores los que tenían, al menos, tres pares de mulas y completaban su labranza con la posesión de ganados. Estos labradores formaban la hidalguía rural y estaban exentos del pago de impuesto. A continuación se sitúan los labradores propietarios de dos pares de mulas. Estos labradores podían también completar sus haciendas con la propiedad de algunas cabezas de ganado estando sometidos al pago de impuestos. Por último, debemos referirnos a los labradores dueños de un par de mulas que completaban su labranza con el arrendamiento de tierras. Se puede hablar también de labradores propietarios de un animal de labor y que se encontraban en una posición intermedia entre labrador propietario y arrendatario.

            En el mundo rural, una ocupación habitual era la que desempeñaban los “mozos de labor”. Los mozos tenían un contrato anual, de San Miguel a San Miguel o de San Pedro a San Pedro, y la remuneración por su trabajo era mixta, parte en dinero y parte en especie. La dedicación de los mozos a la casa donde servían era total y se ocupaban, además de las faenas en el campo, del cuidado de los ganados y hasta de algunas tareas domésticas. Muchos mozos vivían en la casa donde “servían” y percibían al año una remuneración entre diez y trece fanegas de trigo o lo que es lo mismo entre 180 y 234 reales-entre 45 y 58,5 pesetas.

            Por lo que se refiere a los días de trabajo anuales a los campesinos y pastores se les regulan unos 120 días de actividad. Llama la atención que a los pastores, que en teoría debían salir al campo con el rebaño todos los días que lo permitieran las condiciones climáticas, también se les consideren estos días de trabajo.

            En el municipio de Campos del Paraíso la población activa ocupada en oficios artesanales lo estaba en los que podemos clasificar como “primarios” por su dependencia directa con la economía agraria del mundo rural. Entre estos oficios se pueden enumerar como más necesario el del herrero, esquilador, sastre, zapatero, albañil, carretero, tejedor, herrador, carpintero y curtidor. Estos oficios, con alguno más en función del tipo de agricultura o ganadería de la zona, se consideraban indispensables en el mundo rural. El trabajo del herrero, el sastre, el zapatero y el albañil eran los más desempeñados en cualquier población por satisfacer necesidades directas e inmediatas.
            
En los oficios considerados como primarios los salarios obtenidos por los artesanos eran superiores, generalmente, a los obtenidos por agricultores y ganaderos. En estos oficios el maestro tenía algún aprendiz, aunque lo escaso de la actividad no permitía el desarrollo completo de la estructura gremial. Esta situación se aprecia en el municipio ya que el maestro podía contar con la ayuda de algún aprendiz, que solía ser hijo suyo o bien de otro miembro de su familia. No se registra la existencia de oficiales en el entramado artesanal de los pueblos del municipio.

            Otros artesanos desempeñaban oficios relacionados con necesidades secundarias y, por lo tanto, su presencia ya no era tan común estando en función de una cierta especialización agrícola o ganadera de la vida rural en una determinada zona o población. Algunos de estos artesanos podían ser el tintorero, zurrador, calderero, batanero, tundidor, botero, guarnicionero, cerrajero, espartero, albardero, cereros, cedacero, alfarero, tinajero, silletero. Como vemos por esta enumeración son oficios que proporcionaban objetos que satisfacían las necesidades para el equipamiento básico de las casas y suministraban aperos u utensilios para las actividades cotidianas en el hogar y en el trabajo.

            Por último, existiría un tercer grupo de oficios cuya actividad tendía a satisfacer necesidades derivadas de un mayor nivel de vida y que podemos considerar relacionadas con una sociedad que disponía de un excedente de ingresos para gastar en artículos que ya no son de primera necesidad. Serían oficios como el del botonero, confitero, chocolatero, sombrerero, espadero, arcabucero, relojero, impresor, librero, vidriero, peluquero, dorador, tallista, guitarrero y organero.

            El salario medio para los artesanos lo podemos situar en torno a los 4 reales y 9 maravedíes-poco más de una peseta- por cada uno de los 180 días que se les regulan de trabajo al año. Recordemos que a labradores y pastores se les reguló 120 días de trabajo al año.

            El escaso número de días de trabajo al año se debía al gran número de fiestas y celebraciones religiosas que había que respetar a lo largo del año litúrgico y a que el trabajo en el campo se concentraba en las épocas en las que se realizaban las tareas de siembra y recolección. Los habitantes de Castilla tenían que “festejar” a patrones de profesiones y poblaciones, así como celebrar las grandes festividades de la Iglesia y aquellos días de especial devoción de los fieles.

            Por lo que se refiere a los vecinos ocupados en actividades artesanales destinadas a la elaboración de lo que denominamos como “artículos de lujo” o “semi lujo” podemos decir de ellos que desarrollaban su actividad en poblaciones cuya economía no dependía exclusivamente del sector primario en el mundo rural, sino en poblaciones donde el nivel de ingresos de sus habitantes suponía la existencia de propietarios con mayor nivel adquisitivo. El ingreso medio para los artesanos dedicados a la manufactura de estos artículos lo podemos situar entre los 800 y los 1.100 reales al año-entre 200 y 275 pesetas- considerándoles 180 días de trabajo. Pudiendo llegar, en casos excepcionales a estimarse dieciocho reales- unas 4,25 pesetas. De modo general, podemos concluir que la existencia en una población de artesanos dedicados a la manufactura de objetos de lujo indica un desarrollo económico y una situación social más ligada a la que encontraríamos en las ciudades en las que residía una población de absentistas y burócratas.
            
En el municipio, solamente en la villa de Carrascosa se registra la existencia de un artesano que podemos considerar dedicado a un oficio destinado a satisfacer necesidades que no son ya básicas. En esta situación se encontraba el tallista que trabajaba en esta villa con sus aprendices. A este artesano se le consideraron ingresos por valor de 3.000 reales al año-750 pesetas- y a cada uno de sus aprendices un salario diario de 6 reales-1,50 pesetas.

            La falta de artesanos de algunos oficios relacionados con la confección en las zonas rurales y la decadencia de algunas industrias textiles, como la de la seda, se debe, en parte, a una ley del año 1613 por la que se prohíbe el uso de telas de oro, plata y seda en el vestir masculino, así como llevar vestidos de seda a los artesanos, labradores, viudas y a quienes trabajan con sus manos. Estas normas estaban destinadas a evitar gastos innecesarios en un momento de crisis como fue el siglo XVII, pero que produjo en contrapartida la contracción de algunas actividades artesanales.

             



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