Erigida por iniciativa del senador y marqués de Cabriñana del Monte tras una suscripción popular iniciada en diciembre de 1904, fue inaugurada el 28 de enero de 1907. Diseñada por Mariano Benlliure, consta de un pedestal de piedra que soporta la estatua de bronce del general Martínez Campos.
Arsenio Martínez Campos. Nace en Segovia en 1831y muere en Zarauz en 1900. A los veintiocho años comenzó a forjar su fama de militar profesional en la primera guerra de África, en la que combatió a las órdenes del general Prim. Acabada ésta, participó en la campaña de México de 1862. Al estallar la revolución liberal de 1868, sin intención de entrar en el juego de las rivalidades políticas, solicitó el traslado a Cuba. Poco antes se había producido allí el levantamiento conocido como el Grito de Yara a raíz de una abusiva subida de impuestos. Martínez Campos participó en la lucha contra los insurrectos hasta 1872, año en que fue repatriado con el grado de brigadier.
Proclamada la Primera República, el gobierno lo nombró gobernador de Cataluña, donde, implicado ya en el campo político, comenzó a conspirar en favor de la restauración monárquica. El 29 de diciembre de 1874 se pronunció en Sagunto y proclamó a Alfonso XII rey de España. No obstante el protagonismo de su participación en la restauración de la monarquía, el soberano no lo incorporó al gobierno y lo puso al frente de la campaña contra los carlistas, quienes se habían alzado nuevamente en armas en Cataluña y Navarra.
Tras la derrota carlista, fue nombrado capitán general en 1876, y al año siguiente, Cánovas lo envió a Cuba, donde continuaba el conflicto con los rebeldes. El 3 de noviembre llegó a La Habana al frente de 25.000 hombres y, con el capitán general Joaquín Jovellar, emprendió una vasta ofensiva militar que combinó con gestos favorables a la negociación política. Después de que sus tropas apresaran a Tomás Estrada Palma, presidente de la República cubana, y matasen a Eduardo Machado, el 10 de febrero de 1878 firmó con los rebeldes Emilio Luaces y Ramón Roa la paz de Zanjón.
Proclamada la Primera República, el gobierno lo nombró gobernador de Cataluña, donde, implicado ya en el campo político, comenzó a conspirar en favor de la restauración monárquica. El 29 de diciembre de 1874 se pronunció en Sagunto y proclamó a Alfonso XII rey de España. No obstante el protagonismo de su participación en la restauración de la monarquía, el soberano no lo incorporó al gobierno y lo puso al frente de la campaña contra los carlistas, quienes se habían alzado nuevamente en armas en Cataluña y Navarra.
Tras la derrota carlista, fue nombrado capitán general en 1876, y al año siguiente, Cánovas lo envió a Cuba, donde continuaba el conflicto con los rebeldes. El 3 de noviembre llegó a La Habana al frente de 25.000 hombres y, con el capitán general Joaquín Jovellar, emprendió una vasta ofensiva militar que combinó con gestos favorables a la negociación política. Después de que sus tropas apresaran a Tomás Estrada Palma, presidente de la República cubana, y matasen a Eduardo Machado, el 10 de febrero de 1878 firmó con los rebeldes Emilio Luaces y Ramón Roa la paz de Zanjón.
De vuelta en España, en 1879 presidió un gobierno conservador que cayó al poco tiempo a raíz de sus discrepancias con Cánovas del Castillo. Pasó entonces a las filas del partido Liberal-Fusionista de Práxedes Mateo Sagasta, quien en 1881 le confió el ministerio de Guerra. En el desempeño de esta cartera fundó la Academia General Militar.
En 1885, poco antes de la muerte de Alfonso XII, al parecer éste le encargó la mediación entre los jefes de los dos partidos dinásticos. Fruto de esta intervención y de los acuerdos a que llegaron Cánovas del Castillo y Sagasta se estableció el sistema de alternancia entre liberales y conservadores en el ejercicio del poder. Más tarde ocupó las capitanías generales de Castilla la Nueva y Cataluña.
En 1893, siendo capitán general de esta última, fue objeto en Barcelona de un atentado anarquista fallido, a raíz de la represión que había desatado contra organizaciones obreras. A finales del mismo año intervino en la breve guerra de Melilla y en 1895, ante el recrudecimiento de la guerra de emancipación en Cuba, fue enviado nuevamente a la isla, pero en esta ocasión sus tácticas no dieron resultado. Tras negarse a aplicar métodos represivos más violentos, regresó a España y se retiró de la vida pública.
En 1885, poco antes de la muerte de Alfonso XII, al parecer éste le encargó la mediación entre los jefes de los dos partidos dinásticos. Fruto de esta intervención y de los acuerdos a que llegaron Cánovas del Castillo y Sagasta se estableció el sistema de alternancia entre liberales y conservadores en el ejercicio del poder. Más tarde ocupó las capitanías generales de Castilla la Nueva y Cataluña.
En 1893, siendo capitán general de esta última, fue objeto en Barcelona de un atentado anarquista fallido, a raíz de la represión que había desatado contra organizaciones obreras. A finales del mismo año intervino en la breve guerra de Melilla y en 1895, ante el recrudecimiento de la guerra de emancipación en Cuba, fue enviado nuevamente a la isla, pero en esta ocasión sus tácticas no dieron resultado. Tras negarse a aplicar métodos represivos más violentos, regresó a España y se retiró de la vida pública.
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