sábado, 9 de noviembre de 2019

La Ragusa Barroca. Sicilia



Iglesia gótica de San Jorge, poco de lo que resistió al terremoto de 1693










El barroco siciliano fue distintivo de la arquitectura barroca que se desarrolló en la isla de Sicilia, al sur de las costas de Italia durante los siglos XVII y XVIII. 

El estilo se reconoce no sólo por sus típicas curvas y florituras barrocas, sino también por sus máscaras sonrientes y "puttis" con la particular extravagancia que le ha dado a Sicilia una identidad arquitectónica única.

El estilo barroco siciliano voló durante la gran reconstrucción edilicia que siguió al terremoto de 1693. 

Previamente el barroco había sido usado en la isla en una forma ingenua y de alcance local, que había evolucionado a partir de la arquitectura híbrida nativa más que de los grandes arquitectos barrocos de Roma. 

Después del terremoto los arquitectos locales, muchos de ellos formados en Roma, tuvieron múltiples oportunidades de recrear la arquitectura barroca más sofisticada, que había ganado popularidad en la Italia continental. 

El trabajo de estos arquitectos locales —y el nuevo género de grabado arquitectónico que ellos iniciaron— inspiró a otros diseñadores locales para seguir el ejemplo. 

Alrededor de 1730, los arquitectos sicilianos habían desarrollado confianza en el uso del estilo barroco. 

Su particular interpretación los llevó paulatinamente a generar una forma de arte altamente localista y personalizada. 

De 1780 en adelante, el estilo fue gradualmente reemplazado por la nueva moda del neoclasicismo.

El estilo decorativo del barroco siciliano duró apenas cincuenta años, y reflejó perfectamente el orden social de la isla en una época en que —dominada nominalmente por España— fue gobernada de hecho por una aristocracia hedonista y extravagante. 

La arquitectura barroca ha dado a la isla un carácter arquitectónico que permanece en el siglo XXI.

El gran terremoto siciliano de 1693 dañó severamente a 54 ciudades y 300 pueblos. 

El epicentro del sismo se ubicó en el valle de Noto, donde la ciudad homónima fue totalmente destruida, y otras ciudades de Catania resultaron muy dañadas. 

Se estima que en total murieron 100.000 personas. Otras ciudades que sufrieron graves daños fueron Ragusa, Modica, Scicli e Ispica. 

La reconstrucción comenzó en forma casi inmediata.

La suntuosa arquitectura que surgió de este desastre se relaciona con la política de Sicilia en aquella época: la isla se encontraba oficialmente bajo dominación española, pero en la práctica el dominio lo ejercía la aristocracia nativa. Estaba liderada por Giuseppe Lanza, Duque de Camastra, al que los españoles habían designado virrey para congraciarse con la aristocracia, que era numerosa. 

Se estima que existían más aristócratas por metro cuadrado que en cualquier otro país: en el Siglo XVIII, un comentarista de la época​ sostuvo que había 228 familias nobles, proveyendo a Sicilia de una clase dirigente constituida por 58 príncipes, 27 duques, 37 marqueses, 26 condes, un vizconde y 79 barones. 

El Libro de oro de la nobleza siciliana (publicado por última vez en 1926) lista a muchos más. 

Además estaban los herederos de estas familias, con sus títulos nobiliarios de cortesía, o baronazgos.

No fue la arquitectura el único legado de los normandos. 

Las leyes sobre el campesinado (no existía una clase media establecida) se encontraban regidas por un sistema feudal, inamovible desde su introducción con la conquista normanda en 1071. 

De esta forma, la aristocracia siciliana poseía no sólo riqueza sino también poder ilimitado, situación que ya había menguado para entonces en otros sitios de Europa.

La aristocracia compartía su poder únicamente con la Iglesia católica. 

La Iglesia dominaba por miedo a la condena eterna en la otra vida y a la Inquisición en la presente, y en consecuencia tanto las clases altas como bajas eran tan generosas como podían en todas las grandes festividades religiosas. 

Muchos priores y obispos eran miembros de la aristocracia. 

La riqueza de la Iglesia en Sicilia se incrementó por la tradición de presionar a los hijos menores de las familias aristocráticas a ingresar en conventos, en función de preservar las tierras familiares de sucesivas divisiones. 

Para facilitar el ingreso, era usual pagar una abultada dote, en forma de propiedades, joyas o dinero. 

Así la riqueza de ciertas órdenes religiosas creció desproporcionadamente en relación a la de cualquier otro sector social de la época. 

Ésta fue una de las razones por las que tantas iglesias y monasterios del barroco siciliano, como San Martino delle Scale, fueron reconstruidas después de 1693 en forma suntuosa.

Una vez que comenzó la reconstrucción, los pobres rehicieron sus hogares de la misma primitiva manera que antes. En contraste, los residentes ricos, tanto seglares como religiosos, cayeron en una manía orgiástica de edificación. La mayoría de los miembros de la nobleza tenían varias residencias en Sicilia. 

Por algún motivo el virrey español pasaba seis meses del año en Palermo, y el resto en Catania, manteniendo una corte en cada lugar, y obligando a los miembros de la aristocracia a tener un palazzo en cada ciudad.

 Una vez que los palazzi en la devastada Catania fueron reconstruidos a la nueva moda, los de Palermo parecían anticuados en comparación, así que debieron también ser reconstruidos. 

Siguiendo este criterio, a mediados del Siglo XVIII, se construyeron villas para el retiro otoñal en el lugar de moda que era Bagheria, como un símbolo de estatus. 

Este patrón de conducta de repitió, en menor escala, a lo largo de las restantes ciudades de Sicilia, que ofrecían entretenimiento social y una magnética atracción para los aristócratas del interior, aislados en sus propiedades rurales. 

El medio rural tampoco escapó a la manía de la construcción. Alas barrocas y nuevas fachadas se adosaron a viejos castillos o villas de campo, incluso reconstruyendo algunas por completo. 

Así, la histeria colectiva materializada en la creciente fantasía arquitectónica barroca demandada por tantos patrones hedonistas, alcanzó su cenit a mediados del Siglo XVIII.





Plaza del Ayuntamiento







Catedral de San Juan Bautista



Uno de los lugares donde se graba la serie del Comisario Montalbano



Plaza del Duomo 





Una iglesia de San Giovanni Battista se levantó antes del terremoto de Sicilia de 1693 en el oeste del casco antiguo de Ragusa bajo las paredes de un castillo medieval, donde ahora se levanta la iglesia de Santa Inés.
Severamente dañada por un terremoto, fue reconstruida en el centro de la nueva ciudad alta de Ragusa en el distrito de "Patro". 
El 15 de abril de 1694 se colocó la primera piedra. La iglesia fue terminada después de solo cuatro meses, de modo que el 16 de agosto del mismo año se abrió para el culto en una ceremonia solemne a la que asistieron todos los ancianos del Condado.
El interior del templo actual data de los siglos 19 y 20. 
En 1950 la iglesia se convirtió en la catedral de la recientemente creada Diócesis de Ragusa.































Interior de la Catedral











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