Palacio de Ugena. Fue reconstruido en 1857 y servía de descanso con frecuencia de gran parte de la Corte española del siglo XVIII. La propiedad pasó por varios aristócratas, para terminar en manos de un labriego, que lo utilizó como cuadra y pajar, para terminar derribándole para aprovechamiento de sus materiales. A pesar de la campaña que emprendió el Ayuntamiento para evitar su destrucción, el ministro autorizó el derribo por Orden de 27 de Noviembre de 1920. Hoy solo quedan en pie sus muros exteriores. Se está realizando una rehabilitación total del edificio que se dedicará en parte para sede del ayuntamiento.
El 25 de Noviembre de 1660 Ugena y Torrejoncillo de los Higos, aldeas de Illescas, pasan a ser propiedad señorial de don Carlos de Vera, II conde de la Roca, título creado por Felipe IV para su padre en 1628, que pagó 15.000 maravedíes por vecino 50 de Ugena y 17 de Torrejoncillo. Cada una de estas aldeas tenía una extensión de media legua, pagando en total 2.100.000 maravedíes; después adquirió también las alcabalas y en 1662 la jurisdicción administrativa, que lleva aparejado el poder nombrar los cargos municipales. Todo ello supuso el pago a Hacienda de 2.976.038 maravedíes. En el mismo año de 1662 el conde de la Roca inicia la construcción de la casa-palacio de Ugena donde residirá Carlos II. Podemos encontrar en algunas fuentes que la compra fue hecha por el primer conde, don Juan Antonio de Vera. Esta venta ocurriría en 1658 año en el que muere el padre de don Carlos.
Reinando Carlos II, se le concede el título de marqués de Ugena a don Francisco Herrera y Enríquez, en 1672; éste había sido corregidor de Madrid y estaba casado con doña Antonia Enríquez Dávila y Guzmán, quién, de su primer marido el II conde de la Roca, había heredado el señorío de Ugena, que luego daría en herencia al cardenal Portocarrero, el cual, a su muerte en 1709, se lo deja al hospital toledano de la Santa Cruz, administrado por el Deán y Cabildo de la Iglesia de Toledo. Estos patronos venden el señorío de Ugena y Torrejoncillo, en 1735, al millonario hombre de negocios don Juan Francisco de Goyeneche, navarro del valle de Baztán. En ese tiempo ya se había despoblado Torrejoncillo de los Higos; Goyeneche compró todos los derechos, entrando también en posesión del título de Marqués de Ugena en el año 1735. No deseando vivir bajo el señorío nobiliario, la villa de Ugena solicitó su incorporación a la Corona, que se declaró en 1780, eximiéndose de los conflictivos sucesores de Goyeneche. El Supremo Consejo de Castilla, vistas las razones de la villa, la declara de realengo, uniendo desde entonces sus alcabalas a las de Chozas de Canales. Pero los marqueses de Ugena conservaban el título y el señorío sobre el despoblado de Torrejoncillo y su término; lo que motiva un nuevo pleito, resuelto a favor de la Ugena ya en el reinado de Carlos III.
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