Adriano VI (Utrecht, 2 de marzo de 1459 – Roma, 14 de septiembre de 1523), regente de Castilla y papa nº 218 de la Iglesia católica de 1522 a 1523.
El 9 de febrero de 1522 fue elegido Papa sucediendo a León X
Falleció el 14 de septiembre de 1523, y fue sepultado en un suntuoso mausoleo diseñado por Badassare Peruzzi en la iglesia romana de Santa Maria dell'Anima. ¿Murió envenenado por los curas de su entorno, por el cardenal que sería Clemente VII?
En 1520 y 1523 la peste volvió a desolar la Italia, en especial la ciudad de Roma. Muchos cardenales abandonan Roma, ¿puede aprovechar esta circunstancia el que será Clemente VII para deshacerse de Adriano y hacer pasar su muerte por envenenamiento como muerte por peste?
Sería lógica venganza por haberle arrebatado la tiara papal
Su sucesor es Clemente VII. Julio de Médici. Fue el papa nº 219 de la Iglesia católica, de 1523 a 1534."Hijo natural del Magnífico Juliano de Médici nacido por parte de madre de muchacha que no tenía marido, Fioretta, hija de Antonio". La elección como Papa de su primo León X, le supuso su inmediato nombramiento como Cardenal, el 23 de septiembre de 1513. Y posteriormente, en 1514, fue nombrado Arzobispo de Florencia.
El más desgraciado de los papas se dice de Clemente VII
Cuando en 1521 murió León X, muchos creyeron que la tiara pasaría al cardenal Julio, por ser uno de los papables más apreciados. Pero de los treinta y nueve cardenales reunidos en cónclave, al menos dieciocho esperaban ser elegidos. Para cansar a los adversarios el partido de Julio decidió otorgar sus votos al candidato menos probable, el cardenal Adriano Dedel, de Utrecht. Para sorpresa de todos, incluso del propio elegido, también el partido adversario había decidido entregar sus votos al mismo candidato, de modo que, ante la consternación general, fue electo Adriano VI.
De nombre Adriaan Floriszoon Boeyens, también conocido como Adriano de Utrecht, era de origen holandés, lo que le valdrá ser apodado durante su pontificado como «el Pontífice bárbaro».
Durante toda su vida fue conocido por su sobriedad y su piedad.
Fue el último papa no italiano hasta la elección de Juan Pablo II en 1978, casi cinco siglos después, además de ser uno de los dos únicos papas modernos, junto con Marcelo II, en mantener su nombre de pila tras su elección.
Lejos de la avidez, las maniobras y la larga espera de anteriores aspirantes al trono de San Pedro en su afán por conseguirlo, Adriano se mostró indiferente al cargo, no hizo nada por alcanzarlo y, sumergido como estaba en las intrincadas tareas de la regencia de España, ni siquiera asistió al cónclave en el que se produjo su designación. De todos modos, su aparente desidia por erigirse en la máxima autoridad de la iglesia estaba plenamente compensada con el interés de su egregio discípulo que presionó cuanto fue necesario en tal sentido: la larga mano del emperador Carlos V se hizo notar en el encumbramiento al solio pontificio de su antiguo preceptor.
En 1516, el heredero de la corona de Castilla y Aragón enviaba a Adriano como legado ante el cardenal Cisneros, a la sazón regente de estos reinos tras el fallecimiento en enero de ese mismo año de Fernando el Católico.
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