miércoles, 16 de octubre de 2024

Lope de Barrientos. Obispo de Ávila, Segovia y Cuenca.

https://artevalladolid.blogspot.com/2016/02/la-escultura-funeraria-de-don-lope-de.html

Juan II de Castilla concede a Lope de Barrientos facultad para establecer mayorazgos. Arévalo, 20 diciembre 1440.

Lope de Barrientos era el segundo hijo del caballero Pedro de Barrientos, muerto en la campaña de Antequera a las órdenes del entonces regente de Castilla, el infante Fernando, futuro rey de Aragón.

Lope de Barrientos o fray Lope de Barrientos (Medina del Campo, 1382-Cuenca, 1469), también llamado Obispo Barrientos, fue un influyente y poderoso clérigo de la Orden de Predicadores (O.P.), en la Corona de Castilla durante el siglo xv

Oriundo de Medina del Campo, donde estudió gramática, aprovechó la costumbre secular de los monarcas castellanos de emplear nobles de segunda fila en la corte (alejando así del poder a la alta nobleza) para entrar al servicio de Fernando de Antequera

Progresó desde fraile dominico a catedrático de la Universidad de Salamanca, confesor real de Juan II de Castillaobispo en tres ciudades sucesivas: Ávila, Segovia y Cuenca, inquisidor, hombre de confianza de los reyes Juan II y Enrique IV de Castilla y canciller mayor de Castilla

También es autor de escritos de teología y sobre la problemática religiosa de su época.

Hospital de Nuestra Señora de la Piedad de Medina del Campo, Valladolid.

Hospital para enfermos curables fundado por el Obispo de Cuenca fray Lope de Barrientos (1382-1469).

La fecha fundacional (17 de noviembre de 1454) es la del testamento de Lope de Barrientos que dispone su fundación.

Es la obra benéfica más significativa de esta importante figura de la Corte de Juan II y Enrique IV, catedrático de Teología en Salamanca, preceptor del príncipe Enrique y Canciller mayor de Castilla.

La bula papal que le autoriza para erigir un gran hospital para pobres en Medina del Campo dotado de "un oratorio, un cementerio y otras cosas necesarias" es de 18 de abril de 1447, pero la disposición propiamente fundacional se encuentra incluida en su testamento, otorgado el 17 de noviembre de 1454, en el que convierte a la institución en su heredera universal.

La importante dotación con que Lope le benefició en vida, incluidos juros y beneficios de entidad en La Zarza y Boadilla, y la adecuación de sus constituciones, como la fundación de varios mayorazgos para velar por su continuidad, posibilitará la pervivencia del hospital hasta mediados del siglo XIX.

A la muerte de su fundador, la mayoría de sus censos quedarán localizados en los territorios de Ávila, Toro y Valladolid.

Los franceses lo incendiaron en 1810, siendo los enfermos trasladados al Palacio de los Bornos.

En 1864 se encarga su administración a la Junta de Beneficencia, que decide su incorporación ( por agregación) al Hospital General Simón Ruiz, del que se había mantenido independiente desde que se llevó a cabo la reducción en este último de la práctica totalidad de los hospitales de la villa, ordenada por Felipe II en 1587.

El edificio del Hospital de la Piedad se mantuvo en pie hasta 1932.

El fondo documental del Hospital de la Piedad se incorporó al Archivo Simón Ruiz, del que forma parte hoy en día, con motivo de su agregación al Hospital Simón Ruiz.

Por tanto, siguió el mismo destino que el resto de los documentos almacenados en el edificio del hospital general de Medina del Campo desde el siglo XVII.

Actualmente es propiedad de la Fundación Simón Ruiz y se custodia en el Museo de las Ferias de dicha localidad.


En 1447 Lope de Barrientos fundó su hospital de la Piedad en Medina del Campo, al cual nombró su heredero universal en 1454. Con esta fundación hospitalaria, Barrientos culminaría una vida consagrada a la reforma de la piedad cristiana, a los actos de caridad y al patrocinio de instituciones destinadas al cuidado de los más necesitados. La capilla del hospital albergó la tumba del obispo, cuyos restos se conservan hoy en día en el Museo de las Ferias de Medina del Campo. El análisis documental, histórico y artístico de este desaparecido conjunto funerario nos permitirá aproximarnos, desde un nuevo punto de vista, a la figura de Barrientos, uno de los principales prelados de la Castilla del siglo XV.

https://archivos.museoferias.net/index.php/asr-p-14

Provisión Real de Juan II por la que concede a Lope de Barrientos facultad para establecer mayorazgos en quien quisiere tanto de los bienes que ya tiene como de los que pueda adquirir más adelante. Dada en Arévalo en 1440.

El Papa Eugenio IV concede a Lope de Barrientos facultad para disponer libremente de sus bienes personales. Dada en Roma, en San Pedro en 1446.

El Papa Nicolás V confirma la licencia para testar concedida por Eugenio IV a Lope de Barrientos, cuando era obispo de Ávila, hasta la cantidad de 6.000 florines. Dada en Roma, en San Pedro en 1447.

El Papa Nicolás V autoriza a Lope de Barrientos a fundar en Medina del Campo un hospital con oratorio, cementerio y campanario, y asistido por algunos sacerdotes. Dada en Roma, en San Pedro en 1447.

El Papa Nicolás V concede indulgencia plenaria “in articulo mortis” a quienes fallecieren en el hospital fundado por Lope de Barrientos en Medina del Campo. Dada en Roma, en San Pedro. en 1452.

file:///C:/Users/ptorr/Desktop/El_legado_testamentario_de_Lope_de_Barrientos.pdf

https://revpubli.unileon.es/ojs/index.php/dearte/article/view/7608/6184

El señorío de Serranos de la Torre, Ávila

El antiguo señorío de Serranos de la Torre se encuentra en el término municipal de Zapardiel de la Cañada (Ávila), muy próximo al límite con la provincia de Salamanca. 

A unos dos kilómetros del núcleo urbano se encuentran el castillo y la iglesia del desaparecido señorío. 

Su origen se debe al eclesiástico  fray  Lope  de  Barrientos,  quien  destacó  como canciller del rey Juan II,  confesor  real,  oidor  de  la  audiencia, miembro del Consejo  real  inquisidor,  educador  de  Enrique  IV,  así como por sus cargos de obispo de Ávila, Cuenca y Segovia1.

Asimismo, fue un importante  comitente  artístico,  entre  cuyos  proyectos  despunta  la  fundación  del  Hospital  de Santa María de la Piedad en Medina del Campo. 

Fue sepultado en la capilla de dicho edificio,  actualmente  desaparecido.  

De  su  monumento  fúnebre  únicamente  se  conser-va su magnífica efigie orante de alabastro, obra  atribuida  a  Egas  Cueman,  que  pudo  realizarse en 14544

Su  episcopado  abulense  tuvo  lugar  en-tre 1442 y 1445, periodo en el que, probable-mente, recibió la concesión de Serranos gra-cias a la lealtad al rey y el buen servicio prestado en la corte

El señorío ocupó un enclave estratégico, especialmente debido a que por su  territorio  pasaba  la  Cañada  Real  Soriana  Occidental.

El castillo y la iglesia se constru yeron  sobre  un  pequeño  promontorio  en  el  punto  en  el  que  la  vía  pecuaria  atraviesa  el  principal curso de agua del entorno.

 La fortaleza –de la que actualmente solo se conservan las ruinas- presenta una imponente torre del  homenaje  rodeada  por  una  muralla.  

A  pesar de que no conservamos noticias sobre su edificación, hay dos indicios que parecen indicar  que  su  construcción  se  debe  a  fray  Lope, I señor de Serranos. 

Por un lado, su escudo episcopal se encuentra junto a la única puerta  conservada  de  la  fortaleza.  

Por  otro,  en su testamento se menciona el lugar como Serranos del Castillo 

Era  limítrofe  con  el  señorío  episcopal de Bonilla de la Sierra, cuyo castillo –del que tenemos constancia desde el si-glo XIV- fue objeto de una profunda reforma a mediados del siglo XV, que le otorgó su aspecto actual.

A pocos kilómetros, en Mancera de Abajo, García Álvarez de Toledo construyó  entre  las  décadas  de  1460  y  1480  una  fortaleza en el lugar que quiso convertir en el centro del señorío de las Cinco Villas.

La  iglesia  se  ubica  unos  cien  metros  al  este del castillo y, posiblemente, también fue levantada  bajo  su  patronazgo,  pues  en  sus  mandas  testamentarias  dejó  “tres  mil  maravedís para rreparo della”

En 1464 fray Lope instituyó mayorazgo sobre su sobrino Pedro de Barrientos, quien le  sucedió  como II  señor  de Serranos. 

Pedro  vivió,  al  menos,  hasta  1492,  fecha  en  la  que  estaba  enfrentado  con  los  vecinos  de  la  cercana  aldea  de  Zapardiel  por  haber  ocupado  las  tierras  del  concejo.  

Su  muerte  se  produjo  entre  dicho  año  y  1495,  cuando  su  hijo Bernardino de Barrientos ya aparece documentado  como  señor  de  Serranos,  según  se registra en una orden en la que los Reyes Católicos encargaron al corregidor de Ávila que fuera a las villas de Bonilla de la Sierra y  Serranos  para  informarse  y  hacer  justicia  ante  las  violencias  que  don  Bernaldino  cometía contra los vecinos de Bonilla, localidad vecina  de  su  señorío.  

Este  enfrentamiento  estaba provocado por el intento de apropiación  de  las  tierras  circundantes  a  sus  posesiones.  

Por  lo  tanto,  no  solo  heredó  de  su  padre el señorío, sino también los conflictos territoriales con los concejos circundantes

Bernaldino estuvo casado dos veces, en primeras  nupcias  con  Aldonza  de  Guzmán  y,  posteriormente  con  María  de  Figueroa,  a  la  que  dejó  viuda.  

Su  inventario  post mor-tem,  fechado  en  1514,  nos  informa  de  que  tuvo  cuatro  hijos  con  su  primera  mujer  y  otros  cuatro  con  la  segunda.  

La  primera,  Aldonza  de  Guzmán,  pertenecía  a  una  destacada  familia  abulense.  Sus  padres  fueron  Elvira de Guzmán y Diego del Águila -importante  militar  y  regidor  del  concejo  de  Ávila-. 

Padres de Teresa Barrientos Guzmán. 

Casa

con 

Diego de Valencia y Enríquez, señor del Mayorazgo de Cardozos. 

Con sucesión

Con María de Figueroa estuvo casado, al menos, desde 1503

Fue la I señora de la villa de Pascualcobo (Ávila), como atestigua  un  poder  de  1511  que  Bernardino  otorgó  a  su  cónyuge  para  que  tomase  posesión  de  dicho  lugar,  situado  a  pocos  kilómetros  de  Serranos  de  la  Torre.

Su  fallecimiento  se  produjo  en  octubre  de 1514, fecha mencionada en un pleito que enfrentó a María de Figueroa con su hijastro Pedro de Barrientos por unas posesiones en Serranos.  

En  el  citado  documento,  haciendo referencia a Bernardino, se menciona “la capilla que hizo en la iglesia del dicho lugar para enterramiento de los señores del dicho lugar.  

Gracias  a  esta  noticia  sabemos  que  fue  el  promotor  de  la  cabecera  del  templo,  que  podemos  datar  entre  los  últimos  años  del siglo XV y 1514. 

https://museodeavila.com/pieza/sepulcro-de-bernaldino-de-barrientos-vasco-de-la-zarza/

El señorío desapareció durante el proceso desamortizador del siglo XIX, cuando fue vendido y dividido en lotes que actualmente se explotan como fincas ganaderas.

Bernardino Barrientos

Señor de Serranos de la Torre

Padres

Pedro Barrientos, señor de Serranos de la Torre, y Juana Dávalos. Hija de Rodrigo Dávalos y Mencía Carrillo.

Bernardino Barrientos Casado con María de Figueroa. Padres de,

Antonio Barrientos, señor Pascualcobo. Casado con Beatriz Pacheco. Padres de Juan Barrientos, señor  de Pascualcobo. Casado con Inés Enríquez Pimentel Padres de Beatriz Barrientos

Pedro Barrientos, señor de Gaeta, Italia. Casado con Nicostrata Colonna. Padre de Pedro Francisco Barrientos, señor de Serranos de la Torre

Hermana de Juana es María Dávalos que casa con Pedro López de Ayala. Padres de

Leonor de Ayala Casada con Pedro Álvarez de Toledo, señor de Mancera, Padre de:

Pedro Álvarez de Toledo, señor de Mancera

Enrique Álvarez de Toledo, señor de Mancera †1552

Juan Álvarez de Toledo

María Álvarez de Toledo

Hermano de Leonor de Ayala es Diego López de Ávalos Casado con Isabel Zapata. Padres de,

Luisa de Ávalos y 

Diego López de Ayala

file:///C:/Users/ptorr/Desktop/El_legado_testamentario_de_Lope_de_Barrientos.pdf

En un primer momento Barrientes se ocupa de la parte legal, y aquí no valida el testamento en sí mismo, sino su posibilidad de testar lo que él considera como bienes propios (fols. 1r-7v). 

Inmediatamente después comienzan las mandas (fols. 8r-13v), donde podemos verificar que la renta de fray Lope fue en aumento a lo largo de su vida pontificia, ya que es llamativo no sólo la cantidad de sirvientes que posee y su variada tipología, sino la cuantía de los bienes que deja a cada uno de ellos. 

Dentro de este apartado también aparecen, como es lógico, sus familiares, en este caso representados por dos sobrinos, Pedro y Diego de Barrientes ^. 

Una parte importante de su herencia queda reservada para monasterios e iglesias de casi toda España; pero el mayor heredero de los cuantiosos bienes del obispo no es otro que el Hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo, que conforma su principal fundación, consciente de lo costoso que era mantener un edificio de esas características. 

Por último (fols. 14r-16r) aparece el nombramiento de albaceas y testigos. 

La validación del testamento se concluye con el signo y la apostilla notarial de veracidad documental.

Disposiciones testamentarias 17 de noviembre de 1454[1]. El obispo Barrientos muere en 1469.

Lope de Barrientos nace en el año 1382 en Medina del Campo (Valladolid).

A pesar de haber estado alejado de esta ciudad prácticamente durante toda su vida, para Barrientos es de vital importancia; no podemos olvidar que es allí donde realiza la mayor parte de sus fundaciones y donde manda ser enterrado; además de que es en Medina y son los medinenses quienes se benefician de manera más directa de los bienes testados por Barrientos.

De Medina marcha a Salamanca donde después de estudiar teología pasa a impartir clases hasta 1429, año en que el rey Juan II de Castilla le nombra preceptor del infante don Enrique.

A partir de aquí, la figura de fray Lope va adquiriendo cada vez más importancia en la corte del monarca castellano.

En 1434 es ya el confesor del rey don Juan, quien ese mismo año le confía encargos tan importantes como la destrucción de la biblioteca de Enrique de Villena.

A partir de 1438 y durante los seis años siguientes Barrientos ocupa los obispados, primero de Segovia y después de Avila. Su última permuta episcopal la lleva a cabo en el año 1445, cuando accede al que ya sería el definitivo: el obispado de Cuenca.

Ésta es la época más activa de la vida pública de Barrientos; así, participa en la batalla de Olmedo, interviene con frecuencia como mediador entre el príncipe don Enrique y el Rey, e incluso llega a defender a la ciudad de Cuenca ante el ataque navarro.

El momento en el que Barrientos alcanza el mayor reconocimiento social se produce cuando a la muerte de Juan II, éste delega gran parte del poder gubernamental en el obispo Barrientos, en Juan Pacheco y en el prior de Guadalupe, con derecho de veto incluso sobre las decisiones de la reina.

Pero, en cuanto Enrique IV es proclamado rey, casi le falta tiempo para relegar a fray Lope a la última fila del mundo de la política.

Por esta razón, entre otras, cuando Barrientos muere en 1469, había dedicado el último periodo de su vida a la labor episcopal, alejado, casi totalmente, de la Corte.

Aun con todo, desde su primer trabajo curial como educador del príncipe (1429), hasta la muerte de Juan II en 1454, son bastantes los años que fray Lope se dedica, con un fidelidad absoluta, a realizar los encargos que le dicta su monarca.

Así pues, parece lógico pensar que sus esfuerzos y su trabajo a las órdenes del rey se vieran recompensados incluso económicamente; de hecho nos consta por los Cargos de la Casa y Corte de Juan II de Castilla1 que la fortuna personal de Barrientos fue aumentando de manera considerable; por sólo mencionar un aspecto significativo se podría señalar que son muchos los casos en que se atestigua que Barrientos recibe por carta de albalá la concesión de numerosos excusados, es decir, tributarios que en lugar de realizar sus pagos a un señor feudal o al rey mismo, hacen destinatario de esos bienes al obispo Barrientos, así como numerosas rentas otorgadas por el propio Juan II.

En las mandas testamentarias se da cuenta detallada de sus bienes, y así, sabemos que, por ejemplo, no faltan rentas para pagar misas a las ánimas de gran parte de su familia, o para dotar a muchachas jóvenes medinenses, o incluso para liberar a cristianos apresados en tierras musulmanas.

En España durante la Edad Media parece que está generalizado el uso de formularios para llevar a cabo la redacción de los testamentos.

Se puede hablar de un modelo común que consta, más o menos, de las siguientes partes:

Protocolo, en el que se incluyen un número variable de partes.

Cuerpo documental, que está formado por cláusulas dispositivas y cláusulas corroborativas y de sanción.

Escatocolo, donde aparece la datación topográfica y cronológica, así como las diferentes validaciones, con lo que da fin el documento.

Vamos a ver como se localizan estas partes bien diferenciadas en el testamento del Obispo.

El protocolo está formado por cuatro apartados.

La invocación verbal en latín constituye las primeras palabras del testamento:

“In nomine sánete et individué trinitatis, Patris et Fillij et Spiritus Sancti”.

Su situación dentro del texto no es gratuita, ya que su función consiste en invocar a la divinidad para que proteja y dé validez cristiana al documento que se va a redactar a continuación[2].

Preámbulo. Es una fórmula introductoria que está relacionada con el contenido del documento, por lo que suele hacer referencia a valores espirituales como la preparación del alma para la llegada de la muerte, o lo inesperado de la misma, aunque en la redacción del testamento de Barrientos nos encontramos además una referencia muy directa a los bienes materiales.

Por quanto la muerte es cosa natural e el término de la presente vida muy dubdoso. por lo qual todo omne deve estar aparejado ordenando su ánima e fazienda e bienes

Intitulación donde tiene lugar la identificación del testador. La fórmula que se utiliza para dar a conocer estos datos es común en todos los testamentos, así se encabeza por un pronombre personal (ego, yo, nos) al que siguen el nombre, apellido y cargos de quien otorga el testamento: ...

nos don Lope de Barrientes, obispo de Cuenca, Chanciller Mayor del rey nuestro señor, e su confesor, e oydor de la su audien^a e del su consejo,...

Ahora bien, si en el mundo seglar está claro quien tiene o no derecho a testar, no ocurre lo mismo en el mundo eclesiástico medieval.

El obispo de Cuenca incluye en su última voluntad licencias y disposiciones especiales, que se encuadran en el ámbito de la diplomática pontificia, en virtud de las cuales Barrientos demuestra y constata su derecho a legar libremente sus bienes, conseguidos en pago a los diferentes cargos que obtuvo primero en la corte de Juan II y después, los que espera obtener (el testamento está realizado el mismo año de la muerte del rey Juan II) en la de su hijo Enrique IV[3].

Barrientos no estaba dispuesto a dejarse sorprender por la muerte, sin tener la legalidad a su favor. Pero algunos años después, en 1470, otro Papa diferente, Paulo II, inducido por su sucesor en el obispado de Cuenca, Antonio Jacobo de Veniero, “manda ocupar, a título de espolio, no solamente los bienes que dejó al morir Lope de Barrientos, sino también aquéllos de que dispuso en favor de familiares y extraños, para destinarlo a la cruzada contra infieles. Roma 13 de enero 1470.

A pesar de las no pocas precauciones legales que Barrientos toma al redactar su testamento, no puede evitar el espolio de sus bienes otorgados en su testamento

Exposición, Fray Lope hace legación de sus bienes por propia voluntad, sin las premuras de una enfermedad, del peligro que podía entrañar un viaje largo, o de cualquier otro condicionamiento semejante. Dentro de las cláusulas dispositivas, ya en el cuerpo documental. la preocupación inicial del obispo es la salvación de su alma (“primeramente mandamos muestra ánima a nuestro Señor Dios”), por lo que pide perdón para sí mismo y lo otorga a los demás. Una vez solucionados los problemas anímicos, se hace necesario dejar por escrito la elección de sepultura. Por su calidad de hombre de iglesia y por su cargo dentro de esta jerarquía, es lo más lógico suponer que hubiera elegido para tal disposición una catedral, una iglesia o al menos un monasterio; pero Barrientos prefiere algo aun más sencillo como es la capilla de su gran obra: el hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo[4].

A partir de aquí fray Lope comienza a disponer por extenso la parte del legado que destina a cuidar su espíritu y el de algunos de sus familiares. Así encarga un nutrido número de misas y actos rituales eclesiásticos en pro de la salvación de su alma, lo que constituye casi un tercio del testamento[5].

En el folio 8r comienzan las mandas propiamente dichas. Es el Cuerpo Documental.

Estas disposiciones testamentarias comienzan por las donaciones a monasterios, iglesias y cofradías. De entre los bienes que lega a instituciones de este tipo hay que destacar los que deja a su hospital, al hospital de Santa María de la Piedad.

En menor cuantía también resultan beneficiadas otras instituciones que de alguna manera tienen una relación directa con la biografía de Barrientos[6].

De forma intercalada aparecen a continuación las donaciones de bienes a favor de familiares y sirvientes[7].

En cuanto a su familia se refiere, Barrientos tan sólo menciona en su última voluntad a dos de sus miembros: su sobrino Pedro de Barrientos, a quien lega el equivalente a 20 marcos de plata en objetos, y a otro sobrino, Diego de Barrientos, hijo de Juan Sánchez de Medina, a quien le corresponden 15.000 maravedís.

La última parte del cuerpo documental se compone del nombramiento de los albaceas testamentarios[8], más las cláusulas de corroboración y la enumeración de los testigos.

Lope de Barrientos nombra a tres albaceas para que lleven a cabo su última voluntad: al honrado y discreto varón don Ñuño González del Alguila, arcediano de la iglesia mayor de Avila, a su criado el doctor fray Fernando de Cantalapiedra y a Diego de Barrientos, hijo de Juan Sánchez de Medina, su sobrino, nos atreveríamos a decir que predilecto[9].

Mediante el uso de las fórmulas estereotipadas que aparecen en las cláusulas corroborativas el testador ratifica que el documento que acaba de redactar contiene su última voluntad, y, por tanto, anula cualquier otro testamento o codicilo anterior: ...

e por la presente annullamos e rrevocamos e damos por ninguno todo otro qualquier testamento o testamentos e codecillo o codecillos que nós ayamos fecho e otorgado ante deste nuestro testamento fasta agora en qualquier manera, por quanto este presente nuestro testamento que agora fazemos e damos e otorgamos por nuestro verdadero testamento e por última nuestra voluntad, la qual mandamos que vale commo testamento nuestro. E sy non valiere como nuestro testamento que vala commo nuestro codegillo e sy non valiere por codegillo que vala por expresa e última nuestra voluntad...

La exhaustividad con que está redactado el testamento se puede observar en cualquiera de sus partes. De hecho hay que señalar una particularidad más también en este apartado. Fray Lope manda hacer cuatro copias del documento ante notario, que gozan de idéntico valor legal. Seguramente, la función que tenían estas copias era la de anular cualquier posibilidad de quedar ab intestato, ya que muy extraño habría de ser que desaparecieran los cuatro testimonios escritos; una verdadera obsesión por facilitar su labor a los albaceas.

Al principio del documento ratifica su derecho a legar bienes propios y al final quiere asegurar por escrito mediante cuatro copias del testamento la legación de esos bienes. No parece muy aventurado pensar que Barrientos intenta evitar lo inevitable: que sus bienes fueran a parar a manos ajenas a su voluntad[10].

Esta parte del documento culmina con el nombramiento de los testigos que asisten al acto. Son numerosos los documentos medievales en que no hay ningún indicio textual que implique una idea de presencia de los supuestos testigos, que funcionan, en esos casos, más como un apoyo moral al otorgante que como responsables jurídicos.

A pesar de que tres testigos era un número suficiente para los testamentos celebrados ante notario, son siete los que el propio Barrientos cita con la intención de que asistan y rubriquen la elaboración de su documento privado:

e a los que presentes estavan rrogamos que fuessen dello testigo de lo qual son testigo que para esto que dicho es por nos especialmente fueron llamados e rrogados: Alvaro de Bracamonte, e Juan Gutiérrez, e el licenciado Ferrand Rruyz, e Francisco Rruyz, su hermano, e Johan Rrodríguez, fijo de Ferrand Rrodríguez, e Alfonso Álvarez, su hermano, vezinos de la dicha villa de Medina e Ferrand López de Bonilla, escrivano de cámara del rrey nuestro señor, vezino de la dicha villa de Medina

El final del documento es lo que se denomina escatocolo, y está formado por la fecha, 17 de noviembre de 1454, a la que se unen las validaciones, que en este caso consisten en la subscripción de los testigos para dar fuerza legal al acto.

Estas rúbricas van encabezadas por la firma del otorgante, en este caso Lope de Barrientos, y a continuación la de cada uno de los asistentes al acto, entre las que se incluye la rúbrica del notario apostólico. A continuación del signo notarial Velasco Sánchez añade un párrafo, probablemente autógrafo, en el que da cuenta nuevamente de la validez legal del documento a pesar de que lo que está suscribiendo es claramente una copia.

La rúbrica de Velasco Sánchez, notarius apostolicus, aparece en todos y cada uno de los 16 folios que conforman esta copia testamentaria, con el fin de refrendar la validez jurídica del documento[11].

El signo está realizado en forma de escalera de tres peldaños, con dos llaves cruzadas y una estrella central.

Los bienes materiales de Barrientos son muchos.

El obispo Barrientos a su muerte lega numerosos objetos pontificios (incluida su vestimenta), dinero y libros. Los libros conforman una parte importante del legado testamentario de Lope de Barrientos. Pero además también son una parte sustancial de su legado cultural y literario.

 Conocer la biblioteca privada de don Lope de Barrientos sería interesante para los investigadores por dos motivos: como autor de algunos libros de cierta importancia no está de más saber cuáles son los textos y los autores que constituyen sus fuentes más inmediatas.

Hay un segundo aspecto que viene dado por la trayectoria biográfica del obispo. Es quizás el pasaje más conocido de su biografía; cuando por mandato del rey Juan II de Castilla destruye la biblioteca de don Enrique de Villena al quemar un número importante de ejemplares, suponemos que los más directamente relacionados con temas mágicos o en general heréticos; pero Barrientos se guarda para sí el resto de los volúmenes que de la biblioteca de Villena tuvo a su alcance. Cabe suponer, por tanto, que algunos de los volúmenes de la biblioteca de Barrientos fueron también parte de la biblioteca de Enrique de Villena[12].

En el folio 9r se lee: Iten mandamos más al dicho doctor fray Femando de Cantalapiedra, nuestro criado, todos los libros, asy de sgiencias como de rrezar, demasiados que se fallaren de que non fezimos dona§ión dellos a los dichos monesterios...

De aquí podemos extraer una consecuencia clara, y es: que la biblioteca de Barrientos quedó sumamente dividida a su muerte. En este sentido es muy reveladora la palabra “demasiados”, de más, los sobrantes; es decir, el resto de los libros que después de ejecutadas las mandas no hubieran sido repartidos entre las numerosas iglesias, monasterios y hospitales con los que Barrientos tuvo una relación muy intensa durante su vida eclesiástica.

Por otra parte, el propio Barrientos clasifica los libros que posee en su biblioteca como libros de “sciencias” y libros de “rezar”.

Esta sencilla clasificación corrobora el modo en que el obispo utiliza esos mismos volúmenes.

Así cuando Barrientos argumenta sobre lo que escribe en sus obras literarias, lo hace siempre al modo tomista: utiliza la razón (los libros de ciencias) para demostrar y la fe (los libros de rezar) para convencer.

Aparece en el texto un tercer párrafo en el que se nos ofrece el dato más interesante sobre el paradero de los libros, que ojalá sirva de soporte para posteriores investigaciones. Cabe señalar, antes de revisar este dato, que si bien es cierto que fray Lope muestra en su testamento gran interés en dejar claras sus donaciones de objetos de valor, no se olvida de sus libros en ningún momento, pero además no se olvida tampoco de los libros que había dejado y donado en vida. Estas donaciones, lógicamente, se habían realizado sobre todo a los monasterios de San Andrés y San Pedro de la Observancia, como ya hemos señalado. Ambos monasterios, aunque parece que no son fundaciones suyas, recibieron cuantiosas donaciones por parte del obispo, sobre todo en el caso del convento medinense.

El fragmento mencionado sirve como ilustración y testimonio de la importancia que el testador concedía a la custodia de sus bienes, además de atestiguar la existencia de un interesante inventario[13].

Como se puede ver, el dato más esperanzador es el que el propio Barrientos nos da acerca de un inventario en el que aparecerían detallados los volúmenes que contenía su biblioteca. Si Barrientos no nos miente, ese inventario ya estaba confeccionado en 1454; no se trataba de un proyecto sino de un hecho. Además, nos aclara que el “inventario de todas las cosas e libros” está en el hospital, Al escribir “el hospital” no hay duda de que fray Lope se refiere a “su” hospital, es decir, el hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo (Valladolid); ahora bien ¿cuál es la situación actual de esta fundación así como de sus fondos manuscritos? 

Este hospital intenta mantener el espíritu independiente con que fue levantado, como lo demuestra el hecho de que subsiste a la refundición de hospitales que el rey Felipe II manda llevar a cabo en 1592 en toda la zona.

Pero su independencia duró lo que sus rentas. A mediados del siglo XIX, el producto de sus bienes pasa a formar parte del hospital Simón Ruiz Envito. Hoy mantiene ese nombre, aunque en realidad para los medinenses sigue siendo el hospital Barrientos. 

Por lo que se refiere a sus fondos manuscritos aseguran que se conserva todo en más o menos buenas condiciones, pero que la falta de un catálogo y de una persona o personas que se hagan cargo de dirigir y ordenar lo que guarda este edificio de interés histórico hace muy difícil la localización del inventario de los bienes del obispo fundador.

Puesto que reconstruir con exactitud cuáles fueron los volúmenes que conformaban la biblioteca del obispo a su muerte sería una tarea imposible debido a lo disperso de su paradero, ya que al menos sabemos que se repartieron entre el monasterio de San Andrés (desaparecido en la actualidad), el monasterio de San Pedro de la Observancia, el hospital de Santa María y su criado fray Femando de Cantalapiedra, sí sería interesante poder contar con este listado, confeccionado por el propio Barrientos, en el que es de suponer que constaran al menos los títulos y los autores de esos volúmenes.

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[1] En abril de 1456, hecho ante Rui Díaz y Gonzalo Sánchez, escribanos de Madrid en 18 de abril de 1456, Alonso Alvarez de Toledo, contador mayor de hacienda del rey  Juan II de Castilla, y contemporáneo del obispo Barrientos, da un segundo y último testamento al que añade tres codicilos el último de fecha 5 de agosto de 1456. Poco despues muere.

Con fecha 9 de agosto de 1456 pasa el oficio de regidor de Toledo a un sobrino materno de Catalina Núñez. Podemos decir que no sabemos la fecha de nacimiento de Alonso pero sí que muere entre el 6 y el 9 de agosto de 1456.

Codicilo dado en Madrid el 17 de mayo de 1456, ante Rui Díaz.

Codicilo dado en Madrid el 23 de mayo de 1456, ante Rui Díaz.

Codicilo dado en Madrid el 5 de agosto de 1456, ante Rui Díaz.

[2] Las invocaciones no faltan en ningún testamento medieval lo que refleja, el profundo sentimiento religioso que tanto define al hombre de la Edad Media, así como su creencia en la vida ultra terrena y en la salvación del alma.

[3] La primera licencia, redactada por el Papa Eugenio IV, otorga al obispo la libertad para disponer de sus donaciones testamentarias en favor de sus familiares, en el año 1446. En segundo lugar, Barrientos manda copiar al escriba otra disposición, en este caso emitida un año después por Nicolás V, en la que ratifica y recuerda el permiso concedido por el Papa anterior, en los siguientes términos: “Se ratifica a Lope de Barrientos la facultad que tenía de disponer por testamento de los bienes recibidos por donación y de sus rentas eclesiásticas, una vez cumplidas la cargas de justicia. Se le faculta, además, para fundar y dotar con esos mismos bienes un hospital de Medina del Campo. El Papa Pío II, quien a pesar de haber declarado herética la doctrina conciliar de sus predecesores, también envía una bula, a petición del obispo de Cuenca, en la que confirma sus fundaciones y donaciones, y le autoriza para disponer de sus bienes (bula fechada en Roma 28 de febrero de 1461).

[4] Item, mandamos nuestro cuerpo miserable a la tierra de que fue formado, que lo entierren e sepulten en la nuestra capilla mayor del nuestro ospital de la villa de Medina del Campo, en el logar que para ello tenemos deputado, e lo pongan debaxo del vulto de alabastro, segund e por la vía que lo nos tenemos fecho e ordenado...

[5] De entre todos estos actos religiosos por su ánima, Barrientos destaca la misa que ha de tener lugar el primer domingo después de su muerte en Medina, y para la cual deja previsto, entre otros detalles, el gasto que conlleva el traslado de frailes desde diferentes monasterios, el coste en cirios de cera y el de un rico ofertorio de pan, vino y carne, concretando cantidades y medidas en todos los casos. La minuciosidad con que está redactado el testamento nos ofrece numerosos detalles de cómo debería haber transcurrido el entierro de Barrientos. Nos consta, por ejemplo, cómo dispone los bienes que han de recibir las mujeres honestas que lleven las ofrendas de pan y vino, durante el año siguiente a su muerte: ... e por amasar el pan, les den lo que fuere razonable, e demás desto, en fin del año, les den para su vistuario diez varas de paño a cada una, que cueste cient maravedís la vara; pero mandamos que no les den los dineros salvo el paño para lo vestir (fol. 6r )

[6] Así, reciben objetos pontificios o dinero, tres monasterios segovianos y su catedral, siete iglesias medinenses y algunas otras de Cuenca. Dentro de todas ellas hay que singularizar dos nombres: San Pedro de la Observancia, cerca de Riomoros, y San Andrés, en Medina.

[7] De entre las personas que se encuentran a su servicio se acuerda prácticamente de todas, y la herencia que les proporciona va en consonancia con su puesto y su estado civil. De entre ellos destaca la figura de su criado Fernando de Cantalapiedra, a quien, amén de concederle la libertad, lega una capellanía vitalicia en el hospital de Santa María y los libros que no formaban parte de la donación a monasterios y hospitales.

[8] En la figura del albacea medieval se conjugan por una parte los deberes jurídicos, inherentes al cargo, y por otra los deberes morales que se reflejaban en la realidad de dar cumplimiento obligatorio a las mandas o instrucciones. La responsabilidad moral se hace, por tanto, tan fuerte como la jurídica, agravado por el hecho frecuente de que al menos uno de los albaceas sea pariente en mayor o menor grado del otorgante

[9] Si apelamos a la generalidad, no es extraño el nombramiento de más de un albacea, ya que en la Baja Edad Media era muy frecuente designar a varios albaceas in solidum, en cuyo caso cualquiera de ellos de manera individual, podía llevar a cabo el cumplimiento de las mandas testamentarias.

Nuevamente el testamento de Barrientos presenta rasgos de especificidad en este aspecto, puesto que no negando esta posibilidad, fray Lope explicita la opción contraria, y así escribe: a los quales [albaceas] todos tres juntamente o a la mayor parte dellos damos ligengia e auctoridad e mandamos que entren e tomen e se apoderen de todos nuestros bienes muebles (fol. 14v)

[10] Junto a estas cláusulas corroborativas en los testamentos realizados a partir del siglo XI, suelen aparecer fórmulas sancionadoras para quien no cumpla lo que se ha dispuesto en el documento. En el testamento de Barrientos en realidad no son necesarias, puesto que suelen aparecer inmediatamente detrás de cada disposición

[11] De entre los aspectos paleográficos, hay que señalar la intervención de dos manos en el documento. Por una parte la mano de un copista profesional elabora una gótica casi libraría, a pesar de que, por tratarse de un documento, su trazo debería haber sido mucho más cursivo, y ésta ocupa todas las partes reseñadas en el testamento. Por otra, aparece la roboración notarial añadida, que acabamos de mencionar, donde la letra se cursiviza y abundan las abreviaturas y los nexos.

Todo hace pensar que la última voluntad de fray Lope se cierra con un párrafo autógrafo del notario apostólico que legaliza ese documento.

Pero solucionar el problema de las manos que intervienen en el texto no es tan fácil.

La copia testamental incluye dos fragmentos latinos que transcriben dos bulas papales; estos dos textos están escritos con una letra bien diferente a la del resto del documento.

Las principales diferencias que plantean los fragmentos en latín con respecto al romance son: una mayor angulosidad en las letras redondas, una ligera inclinación de los astiles altos hacia la derecha y un instrumento escriptorio de punta más afilada; todo ello produce una escritura ligera que recuerda, en cierto modo, a lo que en la actualidad se entiende por escritura cursiva.

Ahora bien, con estas características no podemos aventurar que se hayan servido de dos manos diferentes para la elaboración de esta.

El legado testamentario de Lope de Barrientos parte del texto, una para los fragmentos latinos, y otra distinta para el romance, sino que más bien parece que hay una voluntad por parte del copista en señalar de manera gráfica tanto los fragmentos que copia literalmente, como el cambio abrupto que supone ya a mediados del siglo XV el cambio del romance a la lengua latina.

El uso de nexos y abreviaturas es mínimo, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de un documento y no de un códice. La escasa cursivización de la letra y el hecho de no utilizar apenas palabras abreviadas nos hace pensar que, por sus características paleográficas, el texto que aquí nos ocupa se concibió casi más como si fuera una especie de códice, quizás debido a su importancia y extensión, que como lo que en realidad es, un documento muy extenso.

[12] Son tres los párrafos más importantes en que nos da algún dato sobre esos libros: Otrosy, por quanto nos tenemos enprestados de los dichos monesterios de sant Andrés e de sant Pedro de riomoros ciertos libros, los quales traemos en nuestra cámara, de los quales les dimos nuestros conoscimientos firmados del nuestro nonbre de se los tornar. Por ende, mandamos a nuestros albaceas que se los den e tornen e que rresciban dellos los dichos nuestros conosijimientos.

Fray Lope deja mandato expreso en su testamento de que sus alabaceas se ocupen de devolver los libros prestados de los diferentes monasterios. El obispo, por tanto, no sólo se ocupa del futuro de su propios libros, sino que también se preocupa de solucionar los préstamos contraídos con las diferentes bibliotecas monacales.

Esto nos puede hacer pensar que quizás no se trate de una figura tan desaprensiva ni desinteresada por los libros, como lo hace suponer el episodio de la quema de la biblioteca de Enrique de Villena

[13] Folios. 12v-13r Iten por quanto nós ovimos dado al dicho monesterio de sant Andrés §iertos solepnes libros e joyas e de gran valor, los quales ovimos puesto en la librería del dicho monesterio de sant Andrés, por ende, queremos e mandamos e asy lo declaramos e es nuestra voluntad que los dichos libros e joyas que asy ovimos donado e dado al dicho monesterio que estén perpetuamente los dichos libros en la librería del dicho monesterio e las joyas en el logar donde se rreconden e guardan las semejantes cosas, e que ningund provingial, nin el prior e freyres del dicho monesterio que agora son o serán de aquí adelante, nin otro ninguno por ellos, lo puedan vender, nin dar, nin prestar, nin enajenar, nin cambiar, nin trocar por ninguna manera que sea. E sy acaes^iere que lo contrario fizieren o alguno dellos fiziere por eso mismo fecho mandamos que los visitadores del dicho nuestro ospital pueden tomar los dichos libros e joyas e pasarlo e ponerlo en logar conueniente en el dicho nuestro ospital e mandamos que el inventario de todas las dichas cosas e libros esté en el dicho nuestro ospital con las otras escripturas. Iten, mandamos que esto mesmo se entienda en las cosas que dimos al dicho nuestro monesterio de sant Pedro de la Observancia...

 




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