https://artevalladolid.blogspot.com/2016/02/la-escultura-funeraria-de-don-lope-de.html
Juan II de Castilla concede a Lope de Barrientos facultad para establecer mayorazgos. Arévalo, 20 diciembre 1440.
Lope de Barrientos era el segundo hijo del caballero Pedro de Barrientos, muerto en la campaña de Antequera a las órdenes del entonces regente de Castilla, el infante Fernando, futuro rey de Aragón.
Lope de Barrientos o fray Lope de Barrientos (Medina del Campo, 1382-Cuenca, 1469), también llamado Obispo Barrientos, fue un influyente y poderoso clérigo de la Orden de Predicadores (O.P.), en la Corona de Castilla durante el siglo xv.
Oriundo de Medina del Campo, donde estudió gramática, aprovechó la costumbre secular de los monarcas castellanos de emplear nobles de segunda fila en la corte (alejando así del poder a la alta nobleza) para entrar al servicio de Fernando de Antequera.
Progresó desde fraile dominico a catedrático de la Universidad de Salamanca, confesor real de Juan II de Castilla, obispo en tres ciudades sucesivas: Ávila, Segovia y Cuenca, inquisidor, hombre de confianza de los reyes Juan II y Enrique IV de Castilla y canciller mayor de Castilla.
También es autor de escritos de teología y sobre la problemática religiosa de su época.
Hospital de Nuestra
Señora de la Piedad de Medina del Campo, Valladolid.
Hospital para enfermos
curables fundado por el Obispo de Cuenca fray Lope de Barrientos (1382-1469).
La fecha fundacional
(17 de noviembre de 1454) es la del testamento de Lope de Barrientos que
dispone su fundación.
Es la obra benéfica más
significativa de esta importante figura de la Corte de Juan II y Enrique IV,
catedrático de Teología en Salamanca, preceptor del príncipe Enrique y
Canciller mayor de Castilla.
La bula papal que le
autoriza para erigir un gran hospital para pobres en Medina del Campo dotado de
"un oratorio, un cementerio y otras cosas necesarias" es de 18 de
abril de 1447, pero la disposición propiamente fundacional se encuentra
incluida en su testamento, otorgado el 17 de noviembre de 1454, en el que
convierte a la institución en su heredera universal.
La importante dotación
con que Lope le benefició en vida, incluidos juros y beneficios de entidad en
La Zarza y Boadilla, y la adecuación de sus constituciones, como la fundación
de varios mayorazgos para velar por su continuidad, posibilitará la pervivencia
del hospital hasta mediados del siglo XIX.
A la muerte de su
fundador, la mayoría de sus censos quedarán localizados en los territorios de
Ávila, Toro y Valladolid.
Los franceses lo
incendiaron en 1810, siendo los enfermos trasladados al Palacio de los Bornos.
En 1864 se encarga su
administración a la Junta de Beneficencia, que decide su incorporación ( por
agregación) al Hospital General Simón Ruiz, del que se había mantenido
independiente desde que se llevó a cabo la reducción en este último de la
práctica totalidad de los hospitales de la villa, ordenada por Felipe II en
1587.
El edificio del
Hospital de la Piedad se mantuvo en pie hasta 1932.
El fondo documental del
Hospital de la Piedad se incorporó al Archivo Simón Ruiz, del que forma parte
hoy en día, con motivo de su agregación al Hospital Simón Ruiz.
Por tanto, siguió el
mismo destino que el resto de los documentos almacenados en el edificio del
hospital general de Medina del Campo desde el siglo XVII.
Actualmente es
propiedad de la Fundación Simón Ruiz y se custodia en el Museo de las Ferias de
dicha localidad.
En 1447 Lope de Barrientos fundó su hospital de la Piedad en Medina del Campo, al cual nombró su heredero universal en 1454. Con esta fundación hospitalaria, Barrientos culminaría una vida consagrada a la reforma de la piedad cristiana, a los actos de caridad y al patrocinio de instituciones destinadas al cuidado de los más necesitados. La capilla del hospital albergó la tumba del obispo, cuyos restos se conservan hoy en día en el Museo de las Ferias de Medina del Campo. El análisis documental, histórico y artístico de este desaparecido conjunto funerario nos permitirá aproximarnos, desde un nuevo punto de vista, a la figura de Barrientos, uno de los principales prelados de la Castilla del siglo XV.
https://archivos.museoferias.net/index.php/asr-p-14
Provisión Real de Juan II por la que concede a Lope de Barrientos facultad para establecer mayorazgos en quien quisiere tanto de los bienes que ya tiene como de los que pueda adquirir más adelante. Dada en Arévalo en 1440.
El Papa Eugenio IV concede a Lope de Barrientos facultad para disponer libremente de sus bienes personales. Dada en Roma, en San Pedro en 1446.
El Papa Nicolás V confirma la licencia para testar concedida por Eugenio IV a Lope de Barrientos, cuando era obispo de Ávila, hasta la cantidad de 6.000 florines. Dada en Roma, en San Pedro en 1447.
El Papa Nicolás V autoriza a Lope de Barrientos a fundar en Medina del Campo un hospital con oratorio, cementerio y campanario, y asistido por algunos sacerdotes. Dada en Roma, en San Pedro en 1447.
El Papa Nicolás V concede indulgencia plenaria “in articulo mortis” a quienes fallecieren en el hospital fundado por Lope de Barrientos en Medina del Campo. Dada en Roma, en San Pedro. en 1452.
file:///C:/Users/ptorr/Desktop/El_legado_testamentario_de_Lope_de_Barrientos.pdf
https://revpubli.unileon.es/ojs/index.php/dearte/article/view/7608/6184
El señorío de Serranos de la Torre, Ávila
El antiguo señorío de Serranos de la Torre se encuentra en el término municipal de Zapardiel de la Cañada (Ávila), muy próximo al límite con la provincia de Salamanca.
A unos dos kilómetros del núcleo urbano se encuentran el castillo y la iglesia del desaparecido señorío.
Su origen se debe al eclesiástico fray Lope de Barrientos, quien destacó como canciller del rey Juan II, confesor real, oidor de la audiencia, miembro del Consejo real inquisidor, educador de Enrique IV, así como por sus cargos de obispo de Ávila, Cuenca y Segovia1.
Asimismo, fue un importante comitente artístico, entre cuyos proyectos despunta la fundación del Hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo.
Fue sepultado en la capilla de dicho edificio, actualmente desaparecido.
De su monumento fúnebre únicamente se conser-va su magnífica efigie orante de alabastro, obra atribuida a Egas Cueman, que pudo realizarse en 14544.
Su episcopado abulense tuvo lugar en-tre 1442 y 1445, periodo en el que, probable-mente, recibió la concesión de Serranos gra-cias a la lealtad al rey y el buen servicio prestado en la corte.
El señorío ocupó un enclave estratégico, especialmente debido a que por su territorio pasaba la Cañada Real Soriana Occidental.
El castillo y la iglesia se constru yeron sobre un pequeño promontorio en el punto en el que la vía pecuaria atraviesa el principal curso de agua del entorno.
La fortaleza –de la que actualmente solo se conservan las ruinas- presenta una imponente torre del homenaje rodeada por una muralla.
A pesar de que no conservamos noticias sobre su edificación, hay dos indicios que parecen indicar que su construcción se debe a fray Lope, I señor de Serranos.
Por un lado, su escudo episcopal se encuentra junto a la única puerta conservada de la fortaleza.
Por otro, en su testamento se menciona el lugar como Serranos del Castillo
Era limítrofe con el señorío episcopal de Bonilla de la Sierra, cuyo castillo –del que tenemos constancia desde el si-glo XIV- fue objeto de una profunda reforma a mediados del siglo XV, que le otorgó su aspecto actual.
La iglesia se ubica unos cien metros al este del castillo y, posiblemente, también fue levantada bajo su patronazgo, pues en sus mandas testamentarias dejó “tres mil maravedís para rreparo della”
Pedro vivió, al menos, hasta 1492, fecha en la que estaba enfrentado con los vecinos de la cercana aldea de Zapardiel por haber ocupado las tierras del concejo.
Su muerte se produjo entre dicho año y 1495, cuando su hijo Bernardino de Barrientos ya aparece documentado como señor de Serranos, según se registra en una orden en la que los Reyes Católicos encargaron al corregidor de Ávila que fuera a las villas de Bonilla de la Sierra y Serranos para informarse y hacer justicia ante las violencias que don Bernaldino cometía contra los vecinos de Bonilla, localidad vecina de su señorío.
Este enfrentamiento estaba provocado por el intento de apropiación de las tierras circundantes a sus posesiones.
Por lo tanto, no solo heredó de su padre el señorío, sino también los conflictos territoriales con los concejos circundantes
Bernaldino estuvo casado dos veces, en primeras nupcias con Aldonza de Guzmán y, posteriormente con María de Figueroa, a la que dejó viuda.
Su inventario post mor-tem, fechado en 1514, nos informa de que tuvo cuatro hijos con su primera mujer y otros cuatro con la segunda.
La primera, Aldonza de Guzmán, pertenecía a una destacada familia abulense. Sus padres fueron Elvira de Guzmán y Diego del Águila -importante militar y regidor del concejo de Ávila-.
Padres de Teresa Barrientos Guzmán.
Casa
con
Diego de Valencia y Enríquez, señor del Mayorazgo de Cardozos.
Con sucesión
Con María de Figueroa estuvo casado, al menos, desde 1503.
Fue la I señora de la villa de Pascualcobo (Ávila), como atestigua un poder de 1511 que Bernardino otorgó a su cónyuge para que tomase posesión de dicho lugar, situado a pocos kilómetros de Serranos de la Torre.
Su fallecimiento se produjo en octubre de 1514, fecha mencionada en un pleito que enfrentó a María de Figueroa con su hijastro Pedro de Barrientos por unas posesiones en Serranos.
En el citado documento, haciendo referencia a Bernardino, se menciona “la capilla que hizo en la iglesia del dicho lugar para enterramiento de los señores del dicho lugar”.
Gracias a esta noticia sabemos que fue el promotor de la cabecera del templo, que podemos datar entre los últimos años del siglo XV y 1514.
https://museodeavila.com/pieza/sepulcro-de-bernaldino-de-barrientos-vasco-de-la-zarza/
El señorío desapareció durante el proceso desamortizador del siglo XIX, cuando fue vendido y dividido en lotes que actualmente se explotan como fincas ganaderas.
Bernardino Barrientos
Señor de Serranos de la
Torre
Padres
Pedro Barrientos, señor de Serranos de la Torre, y Juana Dávalos. Hija de Rodrigo Dávalos y Mencía Carrillo.
Bernardino Barrientos Casado con María de
Figueroa. Padres de,
Antonio Barrientos, señor
Pascualcobo. Casado con Beatriz Pacheco. Padres de Juan Barrientos, señor de Pascualcobo. Casado con Inés Enríquez
Pimentel Padres de Beatriz Barrientos
Pedro Barrientos, señor
de Gaeta, Italia. Casado con Nicostrata Colonna. Padre de Pedro Francisco Barrientos,
señor de Serranos de la Torre
Hermana de Juana es María
Dávalos que casa con Pedro López de Ayala. Padres de
Leonor de Ayala Casada
con Pedro Álvarez de Toledo, señor de Mancera, Padre de:
Pedro Álvarez de
Toledo, señor de Mancera
Enrique Álvarez de
Toledo, señor de Mancera †1552
Juan Álvarez de Toledo
María Álvarez de Toledo
Hermano de Leonor de
Ayala es Diego López de Ávalos Casado con Isabel Zapata. Padres de,
Luisa de Ávalos y
Diego López de Ayala
file:///C:/Users/ptorr/Desktop/El_legado_testamentario_de_Lope_de_Barrientos.pdf
En un primer momento Barrientes se ocupa de la parte legal, y aquí no valida el testamento en sí mismo, sino su posibilidad de testar lo que él considera como bienes propios (fols. 1r-7v).
Inmediatamente después comienzan las mandas (fols. 8r-13v), donde podemos verificar que la renta de fray Lope fue en aumento a lo largo de su vida pontificia, ya que es llamativo no sólo la cantidad de sirvientes que posee y su variada tipología, sino la cuantía de los bienes que deja a cada uno de ellos.
Dentro de este apartado también aparecen, como es lógico, sus familiares, en este caso representados por dos sobrinos, Pedro y Diego de Barrientes ^.
Una parte importante de su herencia queda reservada para monasterios e iglesias de casi toda España; pero el mayor heredero de los cuantiosos bienes del obispo no es otro que el Hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo, que conforma su principal fundación, consciente de lo costoso que era mantener un edificio de esas características.
Por último (fols. 14r-16r) aparece el nombramiento de albaceas y testigos.
La validación del testamento se concluye con el signo y la apostilla notarial de veracidad documental.
Disposiciones testamentarias 17 de noviembre de 1454[1]. El obispo Barrientos muere en 1469.
Lope de Barrientos nace en el año 1382 en Medina del Campo (Valladolid).
A pesar de haber estado alejado de esta ciudad prácticamente durante toda su vida, para Barrientos es de vital importancia; no podemos olvidar que es allí donde realiza la mayor parte de sus fundaciones y donde manda ser enterrado; además de que es en Medina y son los medinenses quienes se benefician de manera más directa de los bienes testados por Barrientos.
De Medina marcha a Salamanca donde después de estudiar teología pasa a impartir clases hasta 1429, año en que el rey Juan II de Castilla le nombra preceptor del infante don Enrique.
A partir de aquí, la figura de fray Lope va adquiriendo cada vez más importancia en la corte del monarca castellano.
En 1434 es ya el confesor del rey don Juan, quien ese mismo año le confía encargos tan importantes como la destrucción de la biblioteca de Enrique de Villena.
A partir de 1438 y durante los seis años siguientes Barrientos ocupa los obispados, primero de Segovia y después de Avila. Su última permuta episcopal la lleva a cabo en el año 1445, cuando accede al que ya sería el definitivo: el obispado de Cuenca.
Ésta es la época más activa de la vida pública de Barrientos; así, participa en la batalla de Olmedo, interviene con frecuencia como mediador entre el príncipe don Enrique y el Rey, e incluso llega a defender a la ciudad de Cuenca ante el ataque navarro.
El momento en el que Barrientos alcanza el mayor reconocimiento social se produce cuando a la muerte de Juan II, éste delega gran parte del poder gubernamental en el obispo Barrientos, en Juan Pacheco y en el prior de Guadalupe, con derecho de veto incluso sobre las decisiones de la reina.
Pero, en cuanto Enrique IV es proclamado rey, casi le falta tiempo para relegar a fray Lope a la última fila del mundo de la política.
Por esta razón, entre otras, cuando Barrientos muere en 1469, había dedicado el último periodo de su vida a la labor episcopal, alejado, casi totalmente, de la Corte.
Aun con todo, desde su primer trabajo curial como educador del príncipe (1429), hasta la muerte de Juan II en 1454, son bastantes los años que fray Lope se dedica, con un fidelidad absoluta, a realizar los encargos que le dicta su monarca.
Así pues, parece lógico pensar que sus esfuerzos y su trabajo a las órdenes del rey se vieran recompensados incluso económicamente; de hecho nos consta por los Cargos de la Casa y Corte de Juan II de Castilla1 que la fortuna personal de Barrientos fue aumentando de manera considerable; por sólo mencionar un aspecto significativo se podría señalar que son muchos los casos en que se atestigua que Barrientos recibe por carta de albalá la concesión de numerosos excusados, es decir, tributarios que en lugar de realizar sus pagos a un señor feudal o al rey mismo, hacen destinatario de esos bienes al obispo Barrientos, así como numerosas rentas otorgadas por el propio Juan II.
En las mandas testamentarias se da cuenta detallada de sus bienes, y así, sabemos que, por ejemplo, no faltan rentas para pagar misas a las ánimas de gran parte de su familia, o para dotar a muchachas jóvenes medinenses, o incluso para liberar a cristianos apresados en tierras musulmanas.
En España durante la Edad Media parece que está generalizado el uso de formularios para llevar a cabo la redacción de los testamentos.
Se puede hablar de un modelo común que consta, más o menos, de las siguientes partes:
Protocolo, en el que se incluyen un número variable de partes.
Cuerpo documental, que está formado por cláusulas dispositivas y cláusulas corroborativas y de sanción.
Escatocolo, donde aparece la datación topográfica y cronológica, así como las diferentes validaciones, con lo que da fin el documento.
Vamos a ver como se localizan estas partes bien diferenciadas en el testamento del Obispo.
El protocolo está formado por cuatro apartados.
La invocación verbal en latín constituye las primeras palabras del testamento:
“In nomine sánete et individué trinitatis, Patris et Fillij et Spiritus Sancti”.
Su situación dentro del texto no es gratuita, ya que su función consiste en invocar a la divinidad para que proteja y dé validez cristiana al documento que se va a redactar a continuación[2].
Preámbulo. Es una fórmula introductoria que está relacionada con el contenido del documento, por lo que suele hacer referencia a valores espirituales como la preparación del alma para la llegada de la muerte, o lo inesperado de la misma, aunque en la redacción del testamento de Barrientos nos encontramos además una referencia muy directa a los bienes materiales.
Por quanto la muerte es cosa natural e el término de la presente vida muy dubdoso. por lo qual todo omne deve estar aparejado ordenando su ánima e fazienda e bienes
Intitulación donde tiene lugar la identificación del testador. La fórmula que se utiliza para dar a conocer estos datos es común en todos los testamentos, así se encabeza por un pronombre personal (ego, yo, nos) al que siguen el nombre, apellido y cargos de quien otorga el testamento: ...
nos don Lope de Barrientes, obispo de Cuenca, Chanciller Mayor del rey nuestro señor, e su confesor, e oydor de la su audien^a e del su consejo,...
Ahora bien, si en el mundo seglar está claro quien tiene o no derecho a testar, no ocurre lo mismo en el mundo eclesiástico medieval.
El obispo de Cuenca incluye en su última voluntad licencias y disposiciones especiales, que se encuadran en el ámbito de la diplomática pontificia, en virtud de las cuales Barrientos demuestra y constata su derecho a legar libremente sus bienes, conseguidos en pago a los diferentes cargos que obtuvo primero en la corte de Juan II y después, los que espera obtener (el testamento está realizado el mismo año de la muerte del rey Juan II) en la de su hijo Enrique IV[3].
Barrientos no estaba dispuesto a dejarse sorprender por la muerte, sin tener la legalidad a su favor. Pero algunos años después, en 1470, otro Papa diferente, Paulo II, inducido por su sucesor en el obispado de Cuenca, Antonio Jacobo de Veniero, “manda ocupar, a título de espolio, no solamente los bienes que dejó al morir Lope de Barrientos, sino también aquéllos de que dispuso en favor de familiares y extraños, para destinarlo a la cruzada contra infieles. Roma 13 de enero 1470.
A pesar de las no pocas precauciones legales que Barrientos toma al redactar su testamento, no puede evitar el espolio de sus bienes otorgados en su testamento
Exposición, Fray Lope hace legación de sus bienes por propia voluntad, sin las premuras de una enfermedad, del peligro que podía entrañar un viaje largo, o de cualquier otro condicionamiento semejante. Dentro de las cláusulas dispositivas, ya en el cuerpo documental. la preocupación inicial del obispo es la salvación de su alma (“primeramente mandamos muestra ánima a nuestro Señor Dios”), por lo que pide perdón para sí mismo y lo otorga a los demás. Una vez solucionados los problemas anímicos, se hace necesario dejar por escrito la elección de sepultura. Por su calidad de hombre de iglesia y por su cargo dentro de esta jerarquía, es lo más lógico suponer que hubiera elegido para tal disposición una catedral, una iglesia o al menos un monasterio; pero Barrientos prefiere algo aun más sencillo como es la capilla de su gran obra: el hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo[4].
A partir de aquí fray Lope comienza a disponer por extenso la parte del legado que destina a cuidar su espíritu y el de algunos de sus familiares. Así encarga un nutrido número de misas y actos rituales eclesiásticos en pro de la salvación de su alma, lo que constituye casi un tercio del testamento[5].
En el folio 8r comienzan las mandas propiamente dichas. Es el Cuerpo Documental.
Estas disposiciones testamentarias comienzan por las donaciones a monasterios, iglesias y cofradías. De entre los bienes que lega a instituciones de este tipo hay que destacar los que deja a su hospital, al hospital de Santa María de la Piedad.
En menor cuantía también resultan beneficiadas otras instituciones que de alguna manera tienen una relación directa con la biografía de Barrientos[6].
De forma intercalada aparecen a continuación las donaciones de bienes a favor de familiares y sirvientes[7].
En cuanto a su familia se refiere, Barrientos tan sólo menciona en su última voluntad a dos de sus miembros: su sobrino Pedro de Barrientos, a quien lega el equivalente a 20 marcos de plata en objetos, y a otro sobrino, Diego de Barrientos, hijo de Juan Sánchez de Medina, a quien le corresponden 15.000 maravedís.
La última parte del cuerpo documental se compone del nombramiento de los albaceas testamentarios[8], más las cláusulas de corroboración y la enumeración de los testigos.
Lope de Barrientos nombra a tres albaceas para que lleven a cabo su última voluntad: al honrado y discreto varón don Ñuño González del Alguila, arcediano de la iglesia mayor de Avila, a su criado el doctor fray Fernando de Cantalapiedra y a Diego de Barrientos, hijo de Juan Sánchez de Medina, su sobrino, nos atreveríamos a decir que predilecto[9].
Mediante el uso de las fórmulas estereotipadas que aparecen en las cláusulas corroborativas el testador ratifica que el documento que acaba de redactar contiene su última voluntad, y, por tanto, anula cualquier otro testamento o codicilo anterior: ...
e por la presente annullamos e rrevocamos e damos por ninguno todo otro qualquier testamento o testamentos e codecillo o codecillos que nós ayamos fecho e otorgado ante deste nuestro testamento fasta agora en qualquier manera, por quanto este presente nuestro testamento que agora fazemos e damos e otorgamos por nuestro verdadero testamento e por última nuestra voluntad, la qual mandamos que vale commo testamento nuestro. E sy non valiere como nuestro testamento que vala commo nuestro codegillo e sy non valiere por codegillo que vala por expresa e última nuestra voluntad...
La exhaustividad con que está redactado el testamento se puede observar en cualquiera de sus partes. De hecho hay que señalar una particularidad más también en este apartado. Fray Lope manda hacer cuatro copias del documento ante notario, que gozan de idéntico valor legal. Seguramente, la función que tenían estas copias era la de anular cualquier posibilidad de quedar ab intestato, ya que muy extraño habría de ser que desaparecieran los cuatro testimonios escritos; una verdadera obsesión por facilitar su labor a los albaceas.
Al principio del documento ratifica su derecho a legar bienes propios y al final quiere asegurar por escrito mediante cuatro copias del testamento la legación de esos bienes. No parece muy aventurado pensar que Barrientos intenta evitar lo inevitable: que sus bienes fueran a parar a manos ajenas a su voluntad[10].
Esta parte del documento culmina con el nombramiento de los testigos que asisten al acto. Son numerosos los documentos medievales en que no hay ningún indicio textual que implique una idea de presencia de los supuestos testigos, que funcionan, en esos casos, más como un apoyo moral al otorgante que como responsables jurídicos.
A pesar de que tres testigos era un número suficiente para los testamentos celebrados ante notario, son siete los que el propio Barrientos cita con la intención de que asistan y rubriquen la elaboración de su documento privado:
e a los que presentes estavan rrogamos que fuessen dello testigo de lo qual son testigo que para esto que dicho es por nos especialmente fueron llamados e rrogados: Alvaro de Bracamonte, e Juan Gutiérrez, e el licenciado Ferrand Rruyz, e Francisco Rruyz, su hermano, e Johan Rrodríguez, fijo de Ferrand Rrodríguez, e Alfonso Álvarez, su hermano, vezinos de la dicha villa de Medina e Ferrand López de Bonilla, escrivano de cámara del rrey nuestro señor, vezino de la dicha villa de Medina
El final del documento es lo que se denomina escatocolo, y está formado por la fecha, 17 de noviembre de 1454, a la que se unen las validaciones, que en este caso consisten en la subscripción de los testigos para dar fuerza legal al acto.
Estas rúbricas van encabezadas por la firma del otorgante, en este caso Lope de Barrientos, y a continuación la de cada uno de los asistentes al acto, entre las que se incluye la rúbrica del notario apostólico. A continuación del signo notarial Velasco Sánchez añade un párrafo, probablemente autógrafo, en el que da cuenta nuevamente de la validez legal del documento a pesar de que lo que está suscribiendo es claramente una copia.
La rúbrica de Velasco Sánchez, notarius apostolicus, aparece en todos y cada uno de los 16 folios que conforman esta copia testamentaria, con el fin de refrendar la validez jurídica del documento[11].
El signo está realizado en forma de escalera de tres peldaños, con dos llaves cruzadas y una estrella central.
Los bienes materiales de Barrientos son muchos.
El obispo Barrientos a su muerte lega numerosos objetos pontificios (incluida su vestimenta), dinero y libros. Los libros conforman una parte importante del legado testamentario de Lope de Barrientos. Pero además también son una parte sustancial de su legado cultural y literario.
Conocer la biblioteca privada de don Lope de Barrientos sería interesante para los investigadores por dos motivos: como autor de algunos libros de cierta importancia no está de más saber cuáles son los textos y los autores que constituyen sus fuentes más inmediatas.
Hay un segundo aspecto que viene dado por la trayectoria biográfica del obispo. Es quizás el pasaje más conocido de su biografía; cuando por mandato del rey Juan II de Castilla destruye la biblioteca de don Enrique de Villena al quemar un número importante de ejemplares, suponemos que los más directamente relacionados con temas mágicos o en general heréticos; pero Barrientos se guarda para sí el resto de los volúmenes que de la biblioteca de Villena tuvo a su alcance. Cabe suponer, por tanto, que algunos de los volúmenes de la biblioteca de Barrientos fueron también parte de la biblioteca de Enrique de Villena[12].
En el folio 9r se lee: Iten mandamos más al dicho doctor fray Femando de Cantalapiedra, nuestro criado, todos los libros, asy de sgiencias como de rrezar, demasiados que se fallaren de que non fezimos dona§ión dellos a los dichos monesterios...
De aquí podemos extraer una consecuencia clara, y es: que la biblioteca de Barrientos quedó sumamente dividida a su muerte. En este sentido es muy reveladora la palabra “demasiados”, de más, los sobrantes; es decir, el resto de los libros que después de ejecutadas las mandas no hubieran sido repartidos entre las numerosas iglesias, monasterios y hospitales con los que Barrientos tuvo una relación muy intensa durante su vida eclesiástica.
Por otra parte, el propio Barrientos clasifica los libros que posee en su biblioteca como libros de “sciencias” y libros de “rezar”.
Esta sencilla clasificación corrobora el modo en que el obispo utiliza esos mismos volúmenes.
Así cuando Barrientos argumenta sobre lo que escribe en sus obras literarias, lo hace siempre al modo tomista: utiliza la razón (los libros de ciencias) para demostrar y la fe (los libros de rezar) para convencer.
Aparece en el texto un tercer párrafo en el que se nos ofrece el dato más interesante sobre el paradero de los libros, que ojalá sirva de soporte para posteriores investigaciones. Cabe señalar, antes de revisar este dato, que si bien es cierto que fray Lope muestra en su testamento gran interés en dejar claras sus donaciones de objetos de valor, no se olvida de sus libros en ningún momento, pero además no se olvida tampoco de los libros que había dejado y donado en vida. Estas donaciones, lógicamente, se habían realizado sobre todo a los monasterios de San Andrés y San Pedro de la Observancia, como ya hemos señalado. Ambos monasterios, aunque parece que no son fundaciones suyas, recibieron cuantiosas donaciones por parte del obispo, sobre todo en el caso del convento medinense.
El fragmento mencionado sirve como ilustración y testimonio de la importancia que el testador concedía a la custodia de sus bienes, además de atestiguar la existencia de un interesante inventario[13].
Como se puede ver, el dato más esperanzador es el que el propio Barrientos nos da acerca de un inventario en el que aparecerían detallados los volúmenes que contenía su biblioteca. Si Barrientos no nos miente, ese inventario ya estaba confeccionado en 1454; no se trataba de un proyecto sino de un hecho. Además, nos aclara que el “inventario de todas las cosas e libros” está en el hospital, Al escribir “el hospital” no hay duda de que fray Lope se refiere a “su” hospital, es decir, el hospital de Santa María de la Piedad en Medina del Campo (Valladolid); ahora bien ¿cuál es la situación actual de esta fundación así como de sus fondos manuscritos?
Este hospital intenta mantener el espíritu independiente con que fue levantado, como lo demuestra el hecho de que subsiste a la refundición de hospitales que el rey Felipe II manda llevar a cabo en 1592 en toda la zona.
Pero su independencia duró lo que sus rentas. A mediados del siglo XIX, el producto de sus bienes pasa a formar parte del hospital Simón Ruiz Envito. Hoy mantiene ese nombre, aunque en realidad para los medinenses sigue siendo el hospital Barrientos.
Por lo que se refiere a sus fondos manuscritos aseguran que se conserva todo en más o menos buenas condiciones, pero que la falta de un catálogo y de una persona o personas que se hagan cargo de dirigir y ordenar lo que guarda este edificio de interés histórico hace muy difícil la localización del inventario de los bienes del obispo fundador.
Puesto que reconstruir con exactitud cuáles fueron los volúmenes que conformaban la biblioteca del obispo a su muerte sería una tarea imposible debido a lo disperso de su paradero, ya que al menos sabemos que se repartieron entre el monasterio de San Andrés (desaparecido en la actualidad), el monasterio de San Pedro de la Observancia, el hospital de Santa María y su criado fray Femando de Cantalapiedra, sí sería interesante poder contar con este listado, confeccionado por el propio Barrientos, en el que es de suponer que constaran al menos los títulos y los autores de esos volúmenes.
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