De fuerte estilo oriental debido principalmente a su patio interior lleno de palmeras.
Primeramente fue una basílica bizantina, sobre la que, en 1185, el arzobispo de Palermo mandó levantar un templo de planta basílical con tres ábsides.
El obispo quería competir con la belleza y poder de la Catedral de Monreale.
Tiene planta de cruz latina, con tres naves divididas por columnas.
En el interior hay múltiples capillas, entre las que destacan la del Sacramento, por estar decorada con piedras preciosas y lapislázuli y la de Santa Rosalía, donde se encuentra la talla de la patrona de Palermo.
En julio de 2015, el conjunto «Palermo árabe-normando y las catedrales de Cefalú y Monreale» fue incluido en la lista del patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Consagrada en 1185 a la Asunción de la Virgen la Catedral de
Palermo fue construida por iniciativa del arzobispo Gualtiero quien,
compitiendo con el rey Guillermo II
que en aquellos mismos años estaba construyendo la Catedral
de Monreale, quiso crear un edificio cuya majestuosidad fuera testigo del
poderío del Cristianismo.
La iglesia, debido a su transcendencia como sede arzobispal
de la capital de Sicilia, a lo largo de los siglos ha sido objeto de varias
intervenciones arquitectónicas que han modificado su estructura y su aspecto,
tanto al exterior como al interior.
La más importantes de ellas se acometió en 1781, cundo se
añadieron la cúpula central, las capillas laterales y el conjunto de cúpulas
que recubre las naves laterales.
Desde el año 2015 es parte del Circuito árabe-normando de
Sicilia con el que la Unesco ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad un
conjunto de 12 monumentos repartidos entre las ciudades de Palermo, Monreale y
Cefalù.
Capilla de Santa Rosalía.
Sobre el altar puede verse el cuadro, obra del pintor hispano-italiano Giuseppe Velasco, que se ha convertido en la imagen más famosa de la Santa.
Santa Rosalía, nacida Rosalia Sinibaldi (1130-1156), fue una noble virgen de Palermo (Sicilia), que se convirtió en santa para la tradición católica. El nombre de Rosalía es una contracción de los nombres "Rosa" y "Lilia", y es llamada cariñosamente "La Santuzza" ("La Santita", en idioma siciliano) por causa de su pequeña estatura. Su fiesta se celebra en dos fechas: en Sicilia el 15 de julio (traslación de sus restos) y en el resto del mundo el 4 de septiembre.
El culto a Santa Rosalía, promovido por los Benedictinos, se difunde por el mundo como protectora contra enfermedades infecciosas, la peste, y para recibir auxilio y protección en momentos difíciles, así como para encontrar fuerzas cuando se necesita superar dificultades.
Santa Rosalía vivió en soledad, pobreza y penitencia rezando a Dios. Según la Iglesia, fueron numerosos los milagros con los que Dios glorificó a su sierva; la extinción de la peste que en aquel momento asolaba Sicilia fue atribuida a la intercesión de Santa Rosalía.
Sus presuntos restos fueron encontrados en 1624 (siglos después de su muerte) en una cueva por un cazador que dijo haber sido guiado por la propia santa a tal hallazgo. Dice la leyenda que al trasladarse sus restos de procesión por todo el pueblo de Palermo la asolación de peste que había azotado al pueblo durante años se detuvo, atribuyéndose tal milagroso evento a la intercesión de la santa, por lo que se construyó una basílica en la cueva original donde fueron hallados los restos y en donde se mostraban a los peregrinos a través de una reja para su veneración.
Sin embargo, a finales del s. XIX un pastor protestante y naturalista llamado William Buckland visitando las reliquias de la santa identificó los restos como pertenecientes a una cabra. Las autoridades eclesiásticas locales, tras aquello intentaron desprestigiar a Buckland al no pertenercer a la religión católica y desde entonces los restos son conservados en un cofre a salvo de las miradas de los peregrinos, lo que no evita que cada año el cofre con los restos sea llevado en procesión por todo el pueblo.
En 1984, la revista de divulgación científica Science publicó un artículo llamado "Rosalia was a goat (Rosalía era una cabra) en el que confirmaban la suposición de Buckland un siglo antes.
La Madonna Libera Inferni de Francesco Laurana.
La patrona de Palermo (Italia), que goza de una gran devoción en Sicilia lo mismo que las mártires Agueda de Catama y Lucía de Siracusa, no tiene una historia igualmente rica de testimonios y tradiciones. Un estudio dice que murió en 1620. Octavio Gaietani, lamentaba no haber encontrado huellas dejadas por los antepasados sobre esta santa, a pesar de haberlas buscado en todas partes con mucho cuidado. Parece que la santa, a los tres años de su muerte, pensó en colmar esta laguna apareciéndose en octubre de 1623 a una mujer enferma, y ordenándole que fuera en peregrinación a la iglecita sobre el monte Pellegrino, un áspero promontorio que cierra el golfo de Palermo. La mujer esperó el mes de mayo siguiente para satisfacer el deseo de Santa Rosalia, que se le volvió a aparecer y le dijo el lugar en donde se encontraban sus restos.
El 15 de julio las búsquedas terminaron exitosamente, pero los huesos hallados en una gruta excavada entre las piedras no tenían ninguna inscripción que señalara su pertenencia. Al principio se pensó que no se trataba de restos humanos. El arzobispo de Palermo, Giannettino Doria, nombró una comisión de expertos, médicos y teólogos, que el 11 de febrero de 1625 se pronunció por la autenticidad de las reliquias. Esto suscitó la devoción popular, y el Papa Urbano VIII, en 1630, incluyó el nombre de la santa en el Martirologio Romano para el 15 de julio y el 4 de septiembre.
En ese mismo tiempo, y precisamente el 25 de agosto 1624, cuarenta días después del hallazgo de los huesos, dos albañiles, mientras trabajaban en el convento dominico de San Esteban de Quisquina, encontraron en una gruta una inscripción latina, muy rudimental, que decía: "Ego Rosalia Sinibaldi Quisquinae et Rosarum Domini filia amore Domini mei Jesu Christi in hoc antro habitari decrevi", yo Rosalia Sinibaldi, hija de las rosas del Señor, por amor de mi Señor Jesucristo he decidido vivir en esta caverna de Quisquina. Esto confirmaba en parte las tradiciones orales, recogidas por el mismo Gaietani, que hablaban de Rosalia, que nació en Palermo y vivió durante algunos años en la corte de la reina Margarita, esposa del rey Guillermo I de Sicilia (1154-1166).
La reina le regaló el monte Pellegrino, y Rosalia fue a vivir allí por la soledad que ofrecía. Vivió haciendo penitencia, y allí murió después de haber peregrinado por otros lugares más desiertos, siguiendo el ejemplo de los antiguos anacoretas.
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