Ya existía en este lugar un puente de origen romano, el nacimiento de la ciudad no se produjo finales del siglo XI, cuando el obispo de Astorga, Osmundo (1082-1096), reforzó el primitivo puente con una estructura de hierro. A partir de ese momento se conoció comopons ferrata. Junto a este puente construyó además una iglesia dedicada a san Pedro, para servicio de los peregrinos. La población que se estableció aquí tomó el nombre de aquel puente: Ponferrada.
En 1178, Fernando II donó la ciudad a los templarios con el fin de que defendiesen a los peregrinos que por allí pasaban. A finales de siglo, Ponferrada recibió su fuero. Tras la extinción de la Orden del Temple en 1311, las distintas casas nobiliarias intentaron hacerse con la fortaleza y las posesiones de los antiguos propietarios.
Alfonso XI donó la fortaleza al señorío del conde de Lemos en 1340, pero los Reyes Católicos incorporaron la villa a la Corona en 1486. A partir del siglo XVI, el descenso las peregrinaciones repercutió seriamente en la vida de Ponferrada, que pasó a convertirse en un núcleo de carácter meramente comercial, por sus ferias y mercados.
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