Alcocer.
Villa
romana donde se construyó la villa de Millana
"Relaciones
Topográficas de Felipe II" a fines del siglo XVI. Rodeado por una cerca de cal y canto torreada para su defensa, poblado
de hidalgos y caballeros, su majestuosa iglesia de advocación a Nuestra Señora
de la Asunción,
.
En
tres lugares cercanos al pueblo se han encontrado restos arqueológicos: en el
"Arquillo" junto al pantano, en la misma línea del agua se han
descubierto sepulturas. En "la Muela" se ven restos de lo que fue un
poblado celtibérico, con su correspondiente necrópolis, también en la orilla
del pantano; y también en "Los Cabezos" se han encontrado restos
similares. El caso de los Cabezos es muy singular, ya que estas tierras,
antiguamente, estaban formadas por ricas dehesas donde pastaban los ganados y
la agricultura daba sus mejores frutos.
A
comienzos del siglo XII, pertenecía a la tierra común de Zorita, y luego paso a
la demarcación provincial de Huete, en la que se mantuvo, a efectos de
jurisdicción y aprovechamientos comunales de pastos durante bastantes años.
Alfonso
VII, en 1154, dono a los Obispos de Sigüenza el señorío del lugar y de sus
términos adyacentes. Al ser conquistada Cuenca, en 1177, por Alfonso VII, este
rey incluye a Alcocer en la diócesis conquense recién creada, volviendo a
quedar en el señorío real. Y es en 1252 cuando Alfonso X crea un gran señorío
en las tierras de la Alcarria para dárselo a doña Mayor Guillen de Guzmán,
madre de su hija Beatriz, reina de Portugal. Recibió esta señora los lugares de
Alcocer, Salmerón, Millana, Valdeolivas y otros varios que conformaban la
concreta comarca en el valle del Guadiela, ya siempre unida en la historia bajo
la denominación de de la Hoya del Infantado. Alfonso X confirmó a Alcocer en el
uso de su antiguo Fuero, común al de Huete.
Posteriormente
el señorío de Alcocer quedó en doña Beatriz, pasando luego a su hija doña
Blanca, quien acabo vendiéndoselo al infante don Juan Manuel. De este paso más
tarde al infante don Pedro, marqués de Villena, quien se lo vendió a don Micer
Gómez de Albornoz, en la segunda mitad del siglo IV. A este le siguió en el
señorío don Juan de Albornoz, y luego su hija doña María de Albornoz, casada
con el misterioso personaje don Enrique de Villena el Nigromántico, dueño y
señor en el castillo de Cifuentes, donde se dedicó a escribir extrañas obras de
astrología.
Doña
María de Albornoz, sin descendencia del humanista, se lo donó a su primo el
condestable don Álvaro de Luna, mediado el siglo XV. Al valido de Juan II vino
a heredarle su hijo don Juan, pero sus posesiones fueron tomadas por el rey
Enrique IV, quien en 1471 entregaba Alcocer, lo mismo que el estado del
Infantado completo, a don Diego Hurtado de Mendoza, a quien en 1475 los Reyes
Católicos hacían duque de dicho título, el primero de una larga y honrosa serie
de personajes.
En
los estados del ducado del Infantado quedó Alcocer hasta el siglo XIX. Lo que
comenzó siendo aldea sin importancia dependiente de Huete, llegó a adquirir en
siglos posteriores un gran relieve, siendo esta villa una de las más señaladas
de la comarca alcarreña. Tuvo comercio, conventos, agricultura, y un ir y venir
continuo de gentes, entre los que se instalaron buen número de familias
hidalgas. Hoy continúa siendo un lugar de relieve en el conjunto provincial, y
espera de una buena ordenación territorial y aprovechamiento agrícola para
continuar ostentando el privilegiado puesto que le corresponde.
En
cuanto a lo que reúne interés para el viajero, es preciso señalar el castillo y
las murallas. Un cerco de altas defensas amuralladas tuvo la villa tras su
reconquista. Cinco puertas daban acceso a su interior: las de Cuenca, Millana,
Pareja, Huete y puerta de la Dehesa. Junto a ella se levantaba el recinto del
castillo, de cuya torre del homenaje son restos los colosales sillares de la
parte inferior de la torre de la iglesia, que se levantó aprovechando las
basamentas de la antigua fortaleza. Así pues, nada más que recuerdos y
conjeturas quedan de este conjunto de edificio y defensas.
Marcas de Cantero en los sillares de la Iglesia
El monumento capital de Alcocer es su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Es un edificio colosal en el que predomina la arquitectura de estilo gótico, aunque muestra detalles del románico, y algunos del renacimiento.
Su
época de construcción hay que situarla en el siglo XIII, quizás cuando su
señora doña Mayor Guillen, que mostró unos grandes ímpetus fundacionales, dió
en levantar similares templos románicos en Cifuentes, Millana, el monasterio de
Santa Clara en las cercanias de Alcocer, etc. Durante el siglo XIV continuó
levantándose este edificio, y hasta la XVI centuria vio producirse aumentos y
reformas. El conjunto de esta magnífica iglesia parroquial es único en la
provincia de Guadalajara, y una de las joyas del arte gótico de la Alcarria.
También debe visitarse lo que queda del convento de monjas de Santa Clara. La primera fundación la hizo doña MayorGuillén, señora de la villa, en 1260, quien dotó a este convento de muchas ayudas, consiguiendo privilegios y exenciones reales para él. Ella se dedicó a construir su edificio, que imaginamos plenamente románico, y en él se encerró hasta su muerte, ocurrida hacia 1267.
Su
hija y nieta también ayudaron mucho al monasterio de Clarisas, que estuvo
situado hacia oriente de la villa, en la finca actual de "los
Cabezos", a orillas del pantano. De él quedan solamente un montón de
machacadas piedras.
A fines del siglo XIV se trasladó la
comunidad al interior del pueblo, levantando nuevo convento que es el que hoy
queda en pie, aunque su construcción
es del siglo XVI en sus comienzos. Su fachada a la calle muestra un enorme arco
semicircular, adovelado, sobre el que campea real escudo de España. Junto a
ella, se ve la cabecera del templo conventual, con ventano gotizante de arco
apuntado.
que en esta Villa ay un Monasterio que llaman Santa Clara, cuia fundacion dicen fué de la Reyna D.ª Blanca, en el cual ay entierro de D.ª Maior Guillen cuia hija fué D.º Beatriz Garcia, Reyna de Portugal, que en el dicho Monasterio ay y se canta cuatro Capellanias que llaman del Rey, que son de la misma fundacion de las contenidas en el capítulo 38, porque son siete las que fundó el dicho Señor Rey D. Enrique, las cuales se cantan las tres en la Parroquia, y las cuatro restantes en el dicho monasterio, y que ansí mismo ay otro monesterio de Frailes Franciscos, el cual se edifica agora por haberse trasladado media legua de la dicha Villa á ella que estaban dentro del término, y que habrá en el dicho monasterio veinte frailes, y en el Monasterio de las Monjas cuarenta Religiosas
Eran las clarisas dueñas de molinos de agua en el termino de Alcocer
Escudos con las armas de Castilla y León y el Toison de Oro de los duques del Infantado señores de Alcocer
En 1940, una vez finalizada la Guerra Civil Española, en el monasterio palentino de Clarisas del pueblos de Calabazanos se integró la comunidad de clarisas de Santa Clara de Alcocer, luego de haber sido destruido su convento durante la Guerra Civil.
Marcas de Cantero en los sillares del Convento que recuerdan las de la Iglesia
Curiosa inscripción en una ventana del convento de Santa Clara
También de frailes franciscanos hubo convento en Alcocer. Se instalaron primeramente, hacia 1430, en el abandonado caserón de San Miguel del Monte (Finca "el Santo), donde las monjas habían vivido un largo periodo. Luego, en 1569, se trasladaron al interior del pueblo, levantando humilde cenobio junto a la muralla. Aún se pueden observar los restos de lo que en su día fue un prospero monasterio franciscano.
Colección diplomática del monasterio de Santa Clara de Alcocer. Pablo Martín Prieto. La colección abarca más de un centenar de piezas documentales,en su mayoría inéditas, desde el siglo XIII hasta el comienzo del siglo XVI
Los amoríos del rey Sabio
En
la prolífica obra jurídica de don Alfonso X el Sabio, más concretamente en las
Siete Partidas, se recopila una extensa normativa acerca de las mujeres.
También en su obra literaria, como en "Las Cántigas de Santa María" o
en las "Cántigas Profanas", se describe a la mujer de la época así
como sus normas de comportamiento. La mujer debía ser recatada, el adulterio
debía ser condenado y la sexualidad debería provocarles verguenza. No fue así
como actuó el Rey Sabio, que desde joven y posteriormente ya de casado mantuvo
relaciones con numerosas mujeres que no iban a ser sus esposas.
Doña
Mayor Guillen de Guzmán ocupó un lugar importantísmo para el Rey en sus años
más jóvenes. En 1244, fruto de esta relación nace Doña Beatriz de Castilla que
más adelante casaría con Alfonso III de Portugal, convirtiéndose en reina de
Portugal. El Rey llenó de gracias y mercedes a Doña Mayor, donó el señorio del
Infantado que comprendía pueblos como Alcocer, Cifuentes, Salmerón,
Valdeolivas, etc. Siempre estuvo pendiente de Doña Mayor hasta su muerte.
Don
Alfonso X desobedecería sus propias normas y códigos manteniendo relaciones con
Doña Mayor ya en 1243, año en que estaba prometido con Doña Violante de Aragón.
Doña Violante era sólo una niña y el Rey cumplía 21 años. Así los años de
juventud los disfrutó junto a Doña Mayor hasta el día de su boda en 1249 con
doña Violante.
Doña
Mayor Guillén no fue la única, ya casado, el Rey mantuvo relaciones con otras
muchas mujeres que también le dieron hijos
Muralla y puertas
Se
construyeron 5 puertas de entrada a la fortaleza, la de Huete o más tarde
conocida como de Alvar Fañez, la de Pareja, Cuenca, Millana y otra más que daba
entrada directa al Alcazar. Hoy sólo se conserva el arranque del arco de la
puerta de Huete y parte de la base de apoyo de la puerta de Pareja.
Aún
hoy se observan vestigios de una antigua torre de defensa. Se trata de la misma
torre de la Iglesia hasta los 10m de altura. Una construcción contundente de
2,15 metros de espesor que en tiempos vigilaba los pasos por el Guadiela.
Al
menos hasta bien entrado el siglo XVI la fortaleza y las puertas se mantuvieron
en pié, así lo atestiguan las Relaciones Topográficas de Felipe II. A comienzos
del siglo XX, la única puerta que quedaba intacta era la de Millana y de la muralla sólo nos quedan pequeños vestigios.
Ya
en manos Cristianas, Alcocer fue perdiendo su carácter defensivo a medida que
avanzaba la reconquista.
Alvar Fáñez de Minaya
Dice
la tradición que una noche estrellada y con luna, la del 24 de junio de 1085,
el capitán Alvar Fáñez, seguido de una numerosa hueste de soldados castellanos,
tomaba la antigua Wadi1-Hiyara de los árabes y la entregaba, como un hermoso
trofeo a su valentía, para engrosar las cuentas del collar de Castilla. En
realidad, la Guadalajara islámica, una de las capitales de la Marca Media de
Al-Andalus y referencia militar y cultura¡ de la frontera del Henares, se
entregó sin lucha al rey Alfonso VI de Castilla cuando éste consiguió la
capitulación de Toledo, de todo su reino, y de su monarca Al-Mamún, en mayo de
1085.
Alvar
Fáñez de Minaya era familiar directo del Cid Campeador, don Rodrigo Díaz de
Vivar. Y, como él, burgalés de origen. Toda su vida la pasó en lucha contra los
árabes de Al-Andalus, que le temían más que a nadie, según refiere la crónica
de Kitab al- lktifá.
Ya
en los años previos a la reconquista de la zona, junto al Cid pasó Alvar Fáñez
por el valle del Henares haciendo cabalgadas y ataques por sorpresa. En ellos
conquistaron Castejón, el castillo que hoy corona el paisaje inmediato de
Jadraque, y aún bajó por Hita, Guadalajara y Alcalá sembrando el pánico,
hostigando y destruyendo cosechas. Quedan las leyendas e diversos pueblos de la
Alcarria, de que fue Alva Fáñez su conquistador: eso se dice en Horche, en
Romanones, en Mondéjar y en Alcocer.
Lo
cierto es que Alvar Fáñez de Minaya aparece en los viejos documentos medievales
junto al rey Alfonso VI, como uno de los jerarcas principales de su corte, y
que en los años finales del siglo XI y primeros del XIl, fue alcalde y jefe
militar de Toledo, de Peñafiel y aún de Zorita, figurando como señor de este
último fortísimo enclave. Conquistó también directamente la ciudad de Santaver,
aguas arriba del Guadiela. Murió en una batalla, y al parecer a manos de gentes
segovianas. Era el año 1114. Fue llevado a enterrar a su tierra burgalesa, al
monasterio de San Pedro de Cardeña, donde aún puede verse su sepulcro
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