Diego López Pacheco, II marqués de Villena por cesión de su padre en Arévalo en 1468, y II duque de Escalona. II conde de Xiquena, IV señor de la villa de Belmonte y su tierra, V conde de San Esteban de Gormaz por su mujer nieta del Condestable Álvaro de Luna, y también por esta señor del Infantado. Mayordomo mayor del rey Enrique IV de Castilla, de su Consejo, mayordomo mayor de los Reyes Católicos. Muere en Escalona en 1529. Había casado en 1469 con Juana de Luna Pimentel y Zúñiga, III condesa de San Esteban de Gormaz, señora de la ciudad de Osma y del Infantado, de las villas de Riaza, Maderuelo, Castilnovo, Fresno, Langa, Fresnas, Oradero, Alcozar y Barahona.
Muere la III condesa de San Esteban de Gormaz en 1480 y es sepultada en la catedral de Cuenca en la Capilla de los Caballeros o de los Albornoz y luego de los Carrillo de Albornoz. Fue madre de Juan Pacheco de Luna llamado a ser el IV conde del estado San Esteban de Gormaz, pero muere en 1501. Había nacido en Belmonte en 1472. Muere sin sucesión.
En la colegiata de Belmonte y en su cabecera levantada por el I marques de Villena están enterrados los padres y abuelos del I Marqués.
El II marqués de Villena fué enterrado en la capilla mayor del Monasterio del Parral, de Segovia.
La Capilla de los Caballeros es la capilla más importante de la Catedral. Fundada en el siglo XIII por don García Alvarez de Albornoz y su esposa doña Teresa de Luna. Se cree que originariamente esta capilla estaba situada en uno de los ábsides de la catedral y que fuerón destruidos para construir la doble girola. Refundada por Gómez Carrillo de Albornoz, canónigo y tesorero de la catedral en estilo renacentista siglo XVI. Trazada por Antonio Flórez, comenzarón las obras entre 1520 y 1525 siendo terminadas en 1531.
En el suelo, el sepulcro de doña Teresa de Luna, destaca la cabeza y las manos de piedra blanca en relieve sobre la negra pizarra en la que se ha grabado la silueta del cuerpo. El sepulcro es obra del siglo XIV. Es el único resto que nos queda de la anterior capilla del siglo XIII.
Es así que se pierde el enterramiento de la III condesa de San Esteban de Gormaz.
También encontramos varios sepulcros con estatuas yacentes de alabastro, de García Álvarez de Albornoz y de Alvar García de Albornoz, padre y hermano del Cardenal de Toledo, don Gil de Albornoz , realizados en el siglo XVI durante la reforma de la capilla. Restaurados los sepulcros y la capilla desde junio de 2002, una vez finalizados, la capilla, de carácter privado, se abrió al público el 26 de octubre de ese mismo año.
Y también el sepulcro del obispo Antonio Palafox, colocado en esta capilla en el siglo XIX.
Fernando Yáñez de la Almedina, (Almedina, Ciudad Real, h. 1475-1540). Pintor español. Puede ser considerado el «más exquisito pintor del Renacimiento en España». Se le cita por vez primera en unas Relaciones de los pueblos de España (1575), en la misma Almedina, como «licenciado Yánez».
En 1448 se adapta la cabecera para abrir una doble girola y se añade a la planta.
En el siglo XV se construye la sacristía y la sala capitular, detrás de la girola y se adosan a ella algunas capillas.
En el siglo XVI se edifican algunas capillas como la de los Apóstoles, la de los Albornoz y el arco de Jarnete que abre el claustro, también construido en esa época.
En el siglo XVII se levanta la capilla del Sagrario y se le encomienda la reforma de la fachada a los arquitectos José Arroyo y Luis Arriaga, imponiendo el estilo barroco pero conservando parte de su esencia gótica.
En el siglo XVIII Ventura Rodríguez realiza varios altares, en especial el de la Capilla Mayor.
En 1902 se produce el hundimiento de la torre de Giraldo, esto afectó gravemente a la fachada del templo, su reconstrucción se ha alargado hasta nuestros días.
Fernando Yáñez de la Almedina, (Almedina, Ciudad Real, h. 1475-1540). Pintor español. Puede ser considerado el «más exquisito pintor del Renacimiento en España». Se le cita por vez primera en unas Relaciones de los pueblos de España (1575), en la misma Almedina, como «licenciado Yánez».
Documentado en Cuenca a partir del 1525.
se encarga del Retablo de la Crucifixión de la capilla de los Caballeros de la catedral.
El estilo leonardesco se manifiesta en la Epifanía de la capilla de los Caballeros de la catedral de Cuenca, de la que Antonio Ponz, cuando todavía se desconocía su autoría, escribió que si no era de Leonardo da Vinci había de ser «de algún célebre hombre de los que iban a estudiar su obra a Florencia».
Del análisis de las pinturas ejecutadas en solitario al final de sus carreras se desprende un mejor conocimiento de la pintura italiana de finales de quattrocento por parte de Yáñez, quien maneja con soltura y combina con acierto en sus pinturas de la capilla de los Caballeros de la catedral de Cuenca modelos tanto de Leonardo como de Filippino Lippi, que parecen exigir una estancia en Roma previa a su paso por Florencia. La muerte de Lippi en 1504 y el abandono de la proyectada Batalla de Anghiari por Leonardo, que parte para Milán en mayo de 1506, explicarían el retorno a la península.
En 1525 se encontraba en Cuenca, donde otorgó poder, declarándose vecino de Almedina, para cobrar ciertas deudas que tenía pendientes en Valencia, poniendose de manifiesto que, a pesar del traslado a su localidad natal, no había perdido el contacto con Valencia. De 1526 a 1531 trabajó en la catedral de Cuenca en la capilla de los Albornoz y de los Carrillo de Albornoz, llamada de los Caballeros. En 1532 reaparece en Almedina como compadre en un bautizo, lo que se va a repetir en los años siguientes hasta octubre de 1537, fecha de la última referencia documental disponible. En el mes de enero de 1536, en una visita hecha a Almedina por los comisionados de la Orden de Santiago, se citaba a «Hernandiañez» entre los vecinos «de cuantía» de la localidad, lo que habitualmente implicaba un reconocimiento de hidalguía
Yáñez, que tuvo cuatro hijos, aparece documentado en Almedina hasta 1537,
dedicándose por completo al desaparecido retablo mayor de su pueblo natal.
Introductor de las fórmulas quattrocentistas italianas en Valencia y Castilla la Nueva. Su conocimiento de la pintura de Leonardo da Vinci, con quien pudo colaborar en el perdido mural de La batalla de Anghiari, conjugando su influencia con la de otros pintores italianos como Filippo Lippi o Perugino, se pone de manifiesto tanto en el conjunto de su producción pictórica como en sus dibujos (Museo del Louvre) y en la labor de sus seguidores directos, como el conquense Martín Gómez el Viejo.
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