viernes, 17 de mayo de 2013
Cartuja de Santa María del Paular. Real Monasterio de Santa María de El Paular. Madrid
Obra de Juan Gaus.
El 29 de agosto de 1390, Juan I de Castilla (1379-90) colocó la primera piedra de la cartuja de El Paular. Fue el día de San Juan Bautista, patrón de la orden de los cartujos. De esta manera Juan I se incluyó en el grupo de monarcas fundadores de cartujas.
Enrique II de Trastamara (1369-79), había destruido una cartuja durante sus expediciones militares en Francia, y desde entonces se sintió forzado a instaurar un sustituto en su reino. Él mismo no pudo efectuarlo y obligó en su testamento a su hijo a que éste fundara una cartuja en Castilla. Juan I cumplió con esta obligación en el Paular y sentó así un precedente.
Este tipo de “Cartujas Reales” se distinguió por las especialmente generosas donaciones de parte de los fundadores y de sus sucesores, así como por sus numerosas visitas, con el fin de disfrutar, aún en vida, de la cercanía al cielo de estos monjes piadosos, en residencias muy cercanas a la cartuja, y así lo hizo también Juan I en El Paular. Tenía en el valle del Lozoya un palacete de caza que se llamaba Palacio del Pobolar, en cuyas cercanías se encontraba la ermita de Santa María del Pobolar. Justo en este lugar sagrado fundó la cartuja y le dio el nombre de Nuestra Señora del Pobolar. Su sucesor, Enrique III (1390-1406), renunció al palacete de su padre y se construyó una residencia pegada al monasterio, “para quando gustase retirarse algunos dias a ellos”.
El rey Enrique III, promotor del pequeño palacio al lado de la cartuja, tomó la decisión de ampliar la cartuja en su totalidad (el claustro original que aún existe, nos puede dar una idea de lo humildes que fueron los comienzos). Murió durante la realización pero dejo una cantidad de dinero tan considerable a los mojes que pudieron terminar la obra y construir la nueva y actual iglesia). Ésta se finalizo en 1440.
La reina Isabel la Católica, obedeciendo a su marcado sentido familiar, cuidó las cartujas de su padre y de su bisabuelo con gran amor. En El Paular hizo que, según los planos de su arquitecto Juan de Guas, se realizaran figuras de alabastro en color para el enorme retablo del altar mayor, una obra maestra. Guas diseño también las cuatro alas del claustro mayor de 1484-86.
En 1619, poco antes de que Carducho comenzara su ciclo para el claustro mayor, se construyó un sagrario detrás del altar mayor cuya cúpula fue decorada por Antonio Lanchares (1586-1658).
A principios del siglo XVIII la actividad de construcción en El Paular revivió de manera espectacular. Este hecho fue desencadenado por la reforma del sagrario y la sacristía de la cartuja de Granada en 1702 debida al arquitecto Francisco Hurtado de Córdoba (1699-1725) Este elevo al Barroco español a niveles de lo fantástico, en lo que a arquitectura y decoración de interiores se refiere. Su trabajo en la cartuja de El Paular, “la madre” de la de Granada, enseguida le encargó al mismo arquitecto en 1723 un sagrario idéntico. Para este propósito vuelve a derribarse la capilla de 1619. Antonio Palomino recibe el encargo de decorar la cúpula de la nueva capilla.
El Paular fue también una gran empresa agrícola. Por ejemplo tenía un molino de papel. De hecho, la primera edición de Don Quijote de Cervantes fue impresa sobre papel de la Cartuja de El Paular (1605).
Desde esta cartuja se fundaron las de Sevilla (1400) Aciago, cerca de Valladolid (1441), Miraflores en Burgos (1442) y Granada (1506). El Paular representaba en Castilla lo que la cartuja de Scala Dei en el Reino de Aragón.
Más aún se convirtió en el “monasterio mayor” de todas las cartujas castellanas, con poder directivo.
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