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Los Husillo se dedicaron al comercio de la seda al comenzar el siglo XVI y en este comercio siguieron hasta el derrumbe de la Renta de la Seda al finalizar este siglo[1].
El impuesto sobre la seda cuando se exportaba fuera de Castilla era uno de los impuestos llamados almojarifazgo[2].
La gestión de tan compleja tributación así como su comercialización se controlaba desde las alcaicerías[3].
Establecimientos que en 1494 los Reyes Católicos reinstalaron en Granada, Almería y Málaga. Desde ese momento los arrendadores mayores que controlarán la renta serán judeoconversos.
Dos grandes arrendadores de la seda fueron Juan de la Torre y Alonso de Toledo, ambos unidos por lazos familiares al ser cuñados.
El toledano Juan de la Torre, hijo de Alfonso González de la Torre, contaba con experiencia previa en el negocio de la seda antes de afincarse en Granada.
Él y los hermanos Husillo -Alonso y Diego- dirigieron, hasta 1524, una empresa que comerciaba con este tejido en las ciudades de Granada y Valencia. Probablemente, su entrada en la renta de la seda obedeció a una ambiciosa estrategia desplegada a fin de ampliar el negocio en torno a tan preciado producto, toda una política de control que hizo de él un verdadero peso pesado en el mundo fiscal. Así lo avala el hecho de que, en 1517, de la Torre pagara por la renta 11 .000.000 de maravedíes, una cantidad que se elevará hasta los 20.000.000 de maravedíes entre 1539 y 1546.
Seguramente, estos fuertes desembolsos, le impulsaron a buscar ganancias a cualquier precio, recurriendo incluso a prácticas ilegales, algo ya reseñado para el caso de otros arrendadores. Concretamente, en 1537, los representantes de Granada ante las Cortes de Castilla, lo denuncian por importar ilegalmente seda procedente de Murcia y Valencia.
Una seda que mezclada con la granadina, daba como resultado un tejido de inferior calidad que, sin embargo, era vendido como seda granadina: los beneficios eran más que considerables.
Años después, a fin de evitar represalias, Juan de la Torre obtendrá permiso de la Corona para comprar seda fuera del reino. Por su parte, Alonso de Toledo, originario como Juan de la Torre de la ciudad de Toledo, fue uno de los primeros mercaderes implicados en el negocio fiscal del reino.
Aunque en sus inicios intervino en otro tipo de rentas, su mayor apuesta iría
dirigida, desde 1503, a la renta de la seda, formando compañía con su cuñado,
Juan de la Torre.
[1] El negocio del
siglo. Los judeoconversos y la renta de la seda del Reino de Granada (siglo
XVI). Enrique Soria Mesa, 2016.
[2] Derecho que se pagaba por los géneros o mercaderías
que salían del reino, por los que se introducían en él, o por aquellos con que
se comerciaba de un puerto a otro dentro de España. Conjunto de impuestos de
origen árabe que se incorporó a la hacienda real castellana.
[3] Se denominaba alcaicería al lugar de las ciudades de
al-Ándalus, donde se autorizaba a comerciar, al por mayor, con seda bruta. Después la actividad se extendió a la venta
de objetos de seda elaborados, para llegar a ser conocido como el mercado de
todos los productos textiles, aunque la seda siguió siendo el objeto
fundamental de venta. Las Alcaicerías de mayor renombre, aunque no las
únicas, de al-Ándalus fueron las de
Madinat Garnata (Granada) y Sevilla, por este orden. En la actualidad, en
Granada, se mantiene la denominación al lugar donde se encontraba su antiguo
emplazamiento, que fue destruido en el incendio de 1843, y se conoce como La
Alcaicería. Sigue siendo una zona comercial próxima a la Catedral y conserva
rasgos de los zocos árabes y algunos recuerdos de la bulliciosa actividad del
mercado de la seda nazarí. En Sevilla, por otra parte, también una calle
conserva ese nombre al encontrarse en el emplazamiento primitivo de una de las
dos alcaicerías con que llegó a contar la ciudad: la de cacharros y loza,
próxima a la primera mezquita principal que se construyó, y la de sedas, telas
y tejidos, anexa a la nueva que se erigió, actual catedral.
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