Ruinas del convento de San Jerónimo.
Fue fundado por el cardenal y obispo de Osma don Pedro Fernandez de Frías en 1401.
Obispo de osma entre 1379-1410 y después Cardenal de Santa Práxedes entre 1394 y 1420 decidió erigir el monasterio de San Jerónimo en Guijosa, alrededor de la ermita de Santa Águeda donde ya vivían algunos ermitaños. El convento se terminó el año 1403 y lo habitaron veinticinco monjes de la Orden de San Jerónimo.
Obispo de osma entre 1379-1410 y después Cardenal de Santa Práxedes entre 1394 y 1420 decidió erigir el monasterio de San Jerónimo en Guijosa, alrededor de la ermita de Santa Águeda donde ya vivían algunos ermitaños. El convento se terminó el año 1403 y lo habitaron veinticinco monjes de la Orden de San Jerónimo.
En 1525 el monasterio pasa al patronato de la casa de Avellaneda.
En la pared del coro de la iglesia, en el
exterior de la misma se adosó una construcción donde se alojaba la
botica y se accedía a ella a través de una puerta que daba
directamente a la calle. Así, dado que el servicio se prestaba a
cuantos lo necesitaran tanto durante el día como a cualquier hora de
la noche y al tratarse de una estancia alejada de los lugares
comunitarios, no se molestaba la rigurosa disciplina monacal.
El centro abastecía a numerosos pueblos y al tratarse de un
centro muy reconocido por sus variedades y calidad, a veces llegaban
gente de lugares muy lejanos. Los monjes tenían un profundo
conocimiento de las plantas, hierbas medicinales, insectos etc..
Salían al campo y recogían aquellas especies capaces de sanar a
tantos enfermos. Una vez seleccionadas las metían en tarros de
cerámica, (talaverana, aragonesa...) recipientes de cristal opalino
o de otros materiales. Todos ellos, principalmente las vasijas de
barro, ricamente pintados con sencillos trazos que imitaban hojas,
ramas, flores etc. en los colores azul marino, celeste y ocres
amarillentos, en todos aparecía el león, como distintivo de la Orden de los Jerónimos, amén del nombre botánico
que contenía el recipiente.
Adosados a la pared, casi en número infinito, estantes,
anaqueles rellenos de tarros, vitrinas con su interior repleto de
variados objetos. Un mostrador para servir y una escalera para
acceder a las partes elevadas.
La botica, tan completa en remedios para la salud, hace que
los propios ayuntamientos, con el fin de tener la garantía de los
servicios, formalizaban escrituras por un precio acordado con el
Monasterio y éste, a su vez, se comprometía a suministrar los
productos solicitados por el galeno o sanador.
En San Jerónimo existía un importante escriptorio de cantorales que abasteció de estos libros durante los siglos XVI y XVII a muchas iglesias y conventos de la provincia.
Según las descripciones de Sigüenza y Madoz, tenía dos claustros: uno para los monjes o procesional de estilo herreriano
y otro para la hospedería, ambos eran de doble arquería. El edificio
contaba, además de las celdas de los monjes, con graneros, corrales y
una huerta cerrada.
El monasterio fue empleado como hospital durante la Guerra de la Independencia conservando la comunidad jerónima hasta la desamortización de 1835.
Hacia 1855 las dependencias monásticas estaban en absoluta ruina pero la iglesia se mantuvo en buen estado hasta 1939.
Tras la Guerra Civil española,
fue demolida, conservándose en la actualidad, tan solo, el muro oeste
que cerraba la parte del coro y parte de la cerca que rodeaba las
dependencias monásticas.
El expolio de este monasterio, tras la desamortización, fue muy grande
ya que de los dos claustros no se conserva nada, como también han
desaparecido todo rastro de las dependencias, la hospedería y el palacio
adosado al presbiterio.
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