Durante el siglo XVI y XVII visitaron la ciudad de Cuenca los tres Felipes, el II en 1564, el III en 1604, el IV en 1642 permaneciendo un mes en ella. En el siglo XVII, la población de la ciudad estaba reducida a menos de una tercera parte su antiguo vecindario de cinco mil familias. Conservaba su fábrica de moneda. Las casas de la moneda estuvieron debajo de las del marques de Cañete, después convento de la Merced; y Felipe IV, en sus últimos años, las hizo trasladar á expensas suyas á orillas del Júcar extramuros, donde subsistió la fábrica hasta 1728. Construyó el edificio en 1664 José de Arroyo, y lo continuó en 1669 Luís de Arriaga, los mismos que hicieron ó reformaron la fachada de la catedral. Igualmente conservaba Cuenca sus estudios generales, sus imprentas y algunas de sus industrias de tintes y alfarería y sus manufacturas de tejidos de lana. Numerosos ganados pastaban aún en sus montes. En sus tierras eran abundantes las viñas.
Fue rendida en agosto de 1706 por los ingleses trás dos días de bombardeo, y recobrada á los tres meses por las tropas de Felipe V. Los franceses saquearon la Ciudad en 1808 y 1810.
Podemos decir que “Cuenca, en el día, corresponde mal á sus históricos recuerdos”. Pero no debemos resignarnos a aceptar que “aparte lo singular de su asiento y lo pintoresco de sus perspectivas, no compensa con otras bellezas al viajero de lo agrio y resbaladizo de su continua cuesta”.
Ocuparon la parte más alta de la ciudad las ruinas y paredones del que fue castillo, destruido poco después de los enfrentamientos entre el obispo Barrientos y el alcaide Mendoza, Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete.
Eran las casas fronteras a la parroquia de San Juan de Luís Carrillo, señor de Torralba y Beteta, y de su esposa Inés, nieta por su padre del obispo Lope de Barrientos, y por su madre de Juan Hurtado de Mendoza, señor de Cañete, padre de Diego Hurtado de Mendoza.
Desde 1583 será el Castillo residencia del tribunal de la Inquisición, que en 1498, no sin oposición del concejo, se había trasladado allí desde Sigüenza. Antes de 1583 estuvo la Inquisición en unos apartamientos de las casas episcopales, y luego frente del colegio de jesuitas. En los solemnes autos desempeñaban el oficio de soldados de la fe los cardadores y peinadores de lana, que tenían en San Pedro cofradía sacramental.
Del Castillo partían las murallas, cuyo circuito fue gradualmente ensanchándose cuesta abajo, hasta llegar al pié de la colina. Como a un tercio de la bajada, dejando atrás la plaza de la catedral, se elevaba sobre la derecha un barrio, cercado también en otro tiempo, y titulado del Alcázar, por haber allí construido el suyo Alfonso VIII.
Trece parroquias, además de la catedral, hubo en Cuenca. En lo más alto junto al castillo estaba la de San Pedro. Siguen luego, pendientes sobre la garganta del Júcar, San Nicolás, hoy cerrada, y San Miguel.
Domina el barrio del Alcázar Santa María de Gracia, la más reciente de todas, destinada antes a sinagoga, fue erigida en templo en 1403 después de la destrucción de la judería, situada en el barrio murado del Alcázar. Por la pendiente de uno y otro río, situamos en la bajada San Juan, Santa Cruz, San Esteban, San Martín, San Andrés, San Gil, Santo Domingo de Silos, San Salvador y San Vicente. Alfonso VIII las situó al rededor de los muros para que en caso de ataque reunieran á los feligreses.
En el arrabal existía el mayor número de conventos.
El convento de San Francisco reemplazó desde 1313 a una casa de templarios dada á estos en premio de sus servicios al tiempo de la reconquista. Reedificó la iglesia de franciscanos Juan Pérez de Cabrera, arcediano de Toledo, que murió en 151. Su sepulcro de mármol y los de sus padres desaparecieron con la renovación posterior del edificio.
La posterior parroquia de La Trinidad fue levantada en 1385 sobre la ermita de San Jorge. Sus edificios se renovaron al tiempo de los de San Agustín y de los carmelitas descalzos, que sobre una isleta formada en el confluente de ambos ríos fundó en 1613 el obispo don Andrés Pacheco destinándolo para propia sepultura.
En 1684 abandonaron los mercedarios su retiro de la Fuensanta- junto al Huecar y no lejos del actual hospital Virgen de la Luz- y del Campo de Futbol, lamado así; de la Fuensanta-donde vivido habían casi durante tres siglos. En su iglesia la capilla mayor la costearan hacia 1427 Sancho de Járava y su mujer María de Toledo. Se trasladaron a la magnfica residencia del marqués de Cañete en el barrio del Alcázar, junto á la cual se edificó más tarde el seminario de San Julián. Fundó este seminario en 1584 el obispo don Gómez Zapata, en 1628 lo trasladó don Enrique Pimentel a unas casas situadas detrás de San Pedro, y en 1745 lo edificó don José Flórez Osorio tal como ahora está sobre las del marqués de Valverde.
Las del marqués de Cañete, antes de establecerse en ellas los mercedarios, eran grandiosas según la descripción de Mártir Rizo, con cuatro ó cinco pisos, jardines y fuentes. Algo más arriba y sobre los derrumbaderos del Júcar construyeron su humilde convento los descalzos de San Francisco.Ya en 1554 se habían establecido los jesuitas en la calle alta con la protección de los canónigos Pedro del Pozo y Pedro Marquina.
Junto a San Pedro las carmelitas descalzas fundaron su convento en 1603.
Las justinianas se establecieron en la plaza de la Catedral desde principios del siglo XVI apoyadas por el canónigo Alonso Ruiz.
Del convento de las benitas, reunidas con las bernardas, en su pequeño templo pegado a San Salvador, nada se conserva. En el siglo XVIII aún se podía ver la complicada crucería de la cabecera de su iglesia, levantada en 1446 por el chantre Ñuño Álvarez como delegado del obispo de Mondoñedo.
Los conventos de la Concepción Ángélica y Concepción Francisca estaban en el arrabal. Fundado aquel en 1561 por Constantino del Castillo y este en 1504 por Alvar Pérez Montemayor, canónigo de Toledo.
En la gran ermita de San Antón, cuyo origen se remonta a 1350; lo mejor que es su portada plateresca. Situada junto a la alameda del Júcar y el puente de San Antón. La portada es obra de fray Critobal Agustín de Montalvo, comendador de las casas y encomienda de San Antón de Cuenca y Murcia y Huete. Se acaba en 1523. La renovación última de esta iglesia, lo mismo que la del hospicio, Concepción Francisca, Justinianas y la construcción de San Felipe, son debidas a José Martín de Aldehuela.
El arrabal de la Carretería crece en la llanura a la otra parte del Huécar. A su espalda sobre un cerro se encontraba el hospital de Santiago perteneciente á los caballeros de la Orden.
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