Pedro Mártir de Anglería: «Su modestia personal y
mansedumbre admirables»; «del rey no sorprende que sea admirable... pues leemos
en las historias incontables ejemplos de hombres justos, fuertes, dotados de
virtud, incluso sabios. Pero ella... ¿quién me encontrarías tú entre las antiguas,
de las que empuñaron el cetro, que haya reunido juntas en las empresas de
altura estas tres cosas: un grande ánimo para emprenderlas, constancia para
terminarlas y juntamente el decoro de la pureza? Esta mujer es fuerte, más que
el hombre más fuerte, constante como ninguna otra alma humana, maravilloso
ejemplar de pureza y honestidad. Nunca produjo la naturaleza una mujer
semejante a esta. ¿No es digno de admiración que lo que siempre fue extraño y
ajeno a la mujer, más que lo contrario a su contrario, eso mismo se encuentre
en ésta ampliamente y como si fuera connatural a ella?».
Hernando del Pulgar: «Muy buena mujer; ejemplar, de buenas y
loables costumbres... Nunca se vio en su persona cosa incompuesta... en sus
obras cosa mal hecha, ni en sus palabras palabra mal dicha»; «dueña de gran
continencia en sus movimientos y en la expresión de emociones... su autodominio
se extendía a disimular el dolor en los partos, a no decir ni mostrar la pena
que en aquella hora sienten y muestran las mujeres»; «castísima, llena de toda
honestidad, enemicísima de palabras, ni muestras deshonestas».
Lucio Marineo Sículo: «Y no fue la reina de ánimo menos
fuerte para sufrir los dolores corporales... Ni en los dolores que padecía de
sus enfermedades, ni en los del parto, que es cosa de grande admiración, nunca
la vieron quejarse, antes con increíble y maravillosa fortaleza los sufría y
disimulaba»; «aguda, discreta, de excelente ingenio»; «habla bien y
cortésmente».
Andrés Bernáldez: «Fue mujer muy esforzada, muy poderosa, prudentísima,
sabia, honestísima, casta, devota, discreta, verdadera, clara, sin engaño.
¿Quién podría contar las excelencias de esta cristianísima y bienaventurada
reina, muy digna de loa por siempre? Allende de ella ser castiza y de tan
nobilísima y excelentísima progenie de mujeres reinas de España, como por las
crónicas se manifiesta tuvo ella otras muchas excelencias de que Nuestro Señor
la adornó, en que excedió y traspasó a todas las reinas así cristianas que
antes de ella fueron, no digo tan solamente en España mas en todo el mundo, de
aquellas por quien (por sus virtudes o por sus gracias o por su saber o poder)
su memoria y fama vive... de aquellas por sola una cosa que tuvieron o hicieron
vive y vivirá su memoria; pues cuanto más ha de vivir la memoria y fama de
reina tan cristianísima, que tantas excelencias tuvo y tantas maravillas
Nuestro Señor, reinando ella en sus reinos, por ella hizo y obró».
Fernández de Oviedo: «Verla hablar era cosa divina; el valor
de sus palabras era con tanto y tan alto peso y medida, que ni decía menos, ni
más, de lo que hacía al caso de los negocios y a la calidad de la materia de
que trataba».
Diego Enríquez del Castillo: «Prudente y de mucho seso».
Diego de Valera: «Llena de humanidad».
Alfonso de Palencia: «Bondadosa»; «Mujer de pudor y pureza
en sus costumbres»; «Inteligente».
Alonso Flores (Flórez): «De mirar gracioso y honesto».
Fernando el Católico, en su testamento, declaró que «Era
ejemplar en todos los autos de virtud y del temor de Dios».
Fray Francisco Jiménez de Cisneros, su confesor, alababa «Su
pureza de corazón»; «Su gran corazón y grandeza de alma».
La relación de cronistas de la reina Isabel de Castilla me lleva a los tiempos en los que yo les hablaba de ellos a mis alumnos en mis clases y a cuando nos los explicaba don José Luis Comellas en su cátedra de Historia Moderna en la universidad de Sevilla. Tiempos pasados que están siempre presentes.
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