En el mundo rural del siglo XVIII es difícil establecer la
línea divisoria entre agricultor y jornalero.
El
Catastro se refiere a los jornaleros como a los vecinos que “por oficio” lo
eran con lo cual se excluía a los pequeños propietarios o arrendatarios y se
hacía referencia exclusiva a los individuos que eran contratados temporalmente
para las faenas del campo.
El
jornalero podía explotar algún pequeño terreno del que era propietario, pero
con ello no aseguraba su manutención si no tenía también un salario como
jornalero.
Era común
en los pueblos de Castilla la ayuda mutua entre el pequeño agricultor y el
jornalero que incluía el préstamo de animales de labor y de aperos de labranza
del agricultor al jornalero a cambio de la ayuda de éste al campesino en
determinados momentos del ciclo agrícola cuando se necesitaba aumentar el
número de brazos en el trabajo del campo.
La
situación económica del jornalero no le permitía disponer de los recursos
necesarios para invertir en aperos y animales y por otra parte el agricultor,
en muchas ocasiones, tampoco estaba en situación de pagar un jornal.
En Castilla, los salarios de los ocupados
en el sector primario tenían un valor medio de tres reales- 0,75 céntimos, como
es el caso del municipio de Campos del Paraíso.
Por jornal, pago por una jornada, salario o
sueldo de trabajo tenemos que entender la utilidad obtenida por el asalariado o
por el propietario que trabaja para sí mismo y que era la cantidad considerada
como necesaria para el mantenimiento del trabajador y su familia. Cuando un jornalero ajustaba su trabajo
en el contrato se recogían los días de trabajo, el jornal diario, y la
inclusión o no en él de la manutención y otras prestaciones.
El salario de los labradores del municipio
oscilaba entre tres y cinco reales-de 0,75 céntimos a 1,25 pesetas,
Los pastores tenían salarios entre tres y
seis reales- de 0,75 céntimos a 1,50 pesetas- y a los zagales o rochanos se les
regulaba un salario entre cuatro y un real-desde 1 peseta a 0,25 céntimos.
Los
vecinos no informaron sobre la utilidad diaria obtenida por los jornaleros en
los pueblos del municipio, aunque labradores, pastores y jornaleros coincidían
en muchas ocasiones en sus jornales.
Para
hacernos una idea de lo que se ganaba en localidades del entorno recogemos los
jornales vigentes en la ciudad de Huete.
Los jornales para los vecinos ocupados en
el sector primario, según aparecen en las Respuestas Generales de esta ciudad,
podemos establecerlos para los labradores en 3 reales y 17 maravedíes por día
de trabajo-sobre los 87 céntimos.
A cada uno
de los 169 jornaleros censados se les
estima el jornal de 3 reales-0,75 céntimos- “unido salario y comida”, el
salario se estima en 2 reales y 17 maravedíes-unos 62 céntimos- y la
manutención en 17 maravedíes- unos 12 céntimos.
A cada uno
de los 40 pastores el salario diario que
se les estima es de 2 reales y 17 maravedíes-unos 62 céntimos-, igual que a los
jornaleros.
Es
necesario decir que bajo la denominación de labrador se puede encontrar una
gran diversidad de situaciones que permiten establecer categorías sociales por
la importancia de los recursos económicos, aunque no siempre es fácil
establecer estas categorías en términos estrictos. Son considerados grandes
labradores los que tenían, al menos, tres pares de mulas y completaban su
labranza con la posesión de ganados. Estos labradores formaban la hidalguía
rural y estaban exentos del pago de impuesto. A continuación se sitúan los
labradores propietarios de dos pares de mulas. Estos labradores podían también
completar sus haciendas con la propiedad de algunas cabezas de ganado estando
sometidos al pago de impuestos. Por último, debemos referirnos a los labradores
dueños de un par de mulas que completaban su labranza con el arrendamiento de
tierras. Se puede hablar también de labradores propietarios de un animal de
labor y que se encontraban en una posición intermedia entre labrador
propietario y arrendatario.
En el mundo rural, una ocupación habitual
era la que desempeñaban los “mozos de labor”. Los mozos tenían un contrato anual, de San Miguel a San Miguel o de San
Pedro a San Pedro, y la remuneración por su trabajo era mixta, parte en dinero
y parte en especie. La dedicación de los mozos a la casa donde servían era
total y se ocupaban, además de las faenas en el campo, del cuidado de los
ganados y hasta de algunas tareas domésticas. Muchos mozos vivían en la casa
donde “servían” y percibían al año una remuneración
entre diez y trece fanegas de trigo o lo que es lo mismo entre 180 y 234 reales-entre
45 y 58,5 pesetas.
Por lo que se refiere a los días de trabajo
anuales a los campesinos y pastores se les regulan unos 120 días de actividad.
Llama la atención que a los pastores, que en teoría debían salir al campo con
el rebaño todos los días que lo permitieran las condiciones climáticas, también
se les consideren estos días de trabajo.
En el
municipio de Campos del Paraíso la población activa ocupada en oficios
artesanales lo estaba en los que podemos clasificar como “primarios” por su
dependencia directa con la economía agraria del mundo rural. Entre estos
oficios se pueden enumerar como más necesario el del herrero, esquilador,
sastre, zapatero, albañil, carretero, tejedor, herrador, carpintero y curtidor.
Estos oficios, con alguno más en función del tipo de agricultura o ganadería de
la zona, se consideraban indispensables en el mundo rural. El trabajo del
herrero, el sastre, el zapatero y el albañil eran los más desempeñados en
cualquier población por satisfacer necesidades directas e inmediatas.
En los oficios considerados como primarios
los salarios obtenidos por los artesanos eran superiores, generalmente, a los
obtenidos por agricultores y ganaderos. En estos oficios el maestro tenía
algún aprendiz, aunque lo escaso de la actividad no permitía el desarrollo
completo de la estructura gremial. Esta situación se aprecia en el municipio ya
que el maestro podía contar con la ayuda de algún aprendiz, que solía ser hijo
suyo o bien de otro miembro de su familia. No se registra la existencia de
oficiales en el entramado artesanal de los pueblos del municipio.
Otros
artesanos desempeñaban oficios relacionados con necesidades secundarias y, por
lo tanto, su presencia ya no era tan común estando en función de una cierta
especialización agrícola o ganadera de la vida rural en una determinada zona o
población. Algunos de estos artesanos podían ser el tintorero, zurrador,
calderero, batanero, tundidor, botero, guarnicionero, cerrajero, espartero,
albardero, cereros, cedacero, alfarero, tinajero, silletero. Como vemos por
esta enumeración son oficios que proporcionaban objetos que satisfacían las
necesidades para el equipamiento básico de las casas y suministraban aperos u
utensilios para las actividades cotidianas en el hogar y en el trabajo.
Por
último, existiría un tercer grupo de oficios cuya actividad tendía a satisfacer
necesidades derivadas de un mayor nivel de vida y que podemos considerar
relacionadas con una sociedad que disponía de un excedente de ingresos para
gastar en artículos que ya no son de primera necesidad. Serían oficios como el
del botonero, confitero, chocolatero, sombrerero, espadero, arcabucero,
relojero, impresor, librero, vidriero, peluquero, dorador, tallista, guitarrero
y organero.
El salario medio para los artesanos lo
podemos situar en torno a los 4 reales y 9 maravedíes-poco más de una peseta-
por cada uno de los 180 días que se les regulan de trabajo al año.
Recordemos que a labradores y pastores se les reguló 120 días de trabajo al
año.
El escaso
número de días de trabajo al año se debía al gran número de fiestas y
celebraciones religiosas que había que respetar a lo largo del año litúrgico y
a que el trabajo en el campo se concentraba en las épocas en las que se
realizaban las tareas de siembra y recolección. Los habitantes de Castilla
tenían que “festejar” a patrones de profesiones y poblaciones, así como
celebrar las grandes festividades de la Iglesia y aquellos días de especial devoción de
los fieles.
Por lo que
se refiere a los vecinos ocupados en actividades artesanales destinadas a la
elaboración de lo que denominamos como “artículos de lujo” o “semi lujo”
podemos decir de ellos que desarrollaban su actividad en poblaciones cuya
economía no dependía exclusivamente del sector primario en el mundo rural, sino
en poblaciones donde el nivel de ingresos de sus habitantes suponía la
existencia de propietarios con mayor nivel adquisitivo. El ingreso medio para
los artesanos dedicados a la manufactura de estos artículos lo podemos situar
entre los 800 y los 1.100 reales al año-entre 200 y 275 pesetas-
considerándoles 180 días de trabajo. Pudiendo llegar, en casos excepcionales a
estimarse dieciocho reales- unas 4,25 pesetas. De modo general, podemos
concluir que la existencia en una población de artesanos dedicados a la
manufactura de objetos de lujo indica un desarrollo económico y una situación
social más ligada a la que encontraríamos en las ciudades en las que residía
una población de absentistas y burócratas.
En el municipio, solamente en la villa de
Carrascosa se registra la existencia de un artesano que podemos considerar
dedicado a un oficio destinado a satisfacer necesidades que no son ya básicas.
En esta situación se encontraba el tallista que trabajaba en esta villa con sus
aprendices. A este artesano se le consideraron ingresos por valor de 3.000
reales al año-750 pesetas- y a cada uno de sus aprendices un salario diario de
6 reales-1,50 pesetas.
La falta
de artesanos de algunos oficios relacionados con la confección en las zonas
rurales y la decadencia de algunas industrias textiles, como la de la seda, se
debe, en parte, a una ley del año 1613 por la que se prohíbe el uso de telas de
oro, plata y seda en el vestir masculino, así como llevar vestidos de seda a
los artesanos, labradores, viudas y a quienes trabajan con sus manos. Estas
normas estaban destinadas a evitar gastos innecesarios en un momento de crisis
como fue el siglo XVII, pero que produjo en contrapartida la contracción de
algunas actividades artesanales.
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