Antonio Medina nos refiere la historia de Margarita de Narbona. Una más de las mujeres a las que debemos parte de nuestra historia.
MARGARITA DE NARBONA – SEÑORA DE LEDESMA
Creo que la historia, o los historiadores, tienen una deuda pendiente con Doña Margarita de Narbona. Figura escasamente mencionada en los libros que estudian la época que le tocó vivir, y que en mi humilde entender, fue un personaje de relevante importancia por tres motivos: primero, como mujer del Infante D. Pedro (hijo tercero de D. Alfonso X, “El Sabio”); después, por la importancia de los territorios que regenta como viuda durante la minoría de edad de su hijo; y por último, porque las decisiones que hubo de tomar pudieron cambiar, en algunos aspectos, el devenir histórico ibérico.
En palabras de D. Luis Salazar y Castro: “Con el olvido de unos y el poco cuidado de otros, viene a estar del todo ofendida su memoria”.
Desconocemos las fechas exactas tanto de su nacimiento como de su muerte.
Hija del Vizconde Aimerico VI de Narbona y de su esposa Sibila de Foix. Abuelos paternos: Amalarico II, Vizconde de Narbona y Dña. Felipa de Anduce. Abuelos Maternos: Roger Bernardo, Conde de Foix, y Doña Brunisenda de Cardona.
Aunque sus padres murieron relativamente jóvenes, tenía cuatro hermanos más:
· Amalarico, que sería el III de Narbona.
· Pedro de Narbona, Señor de Veniueil…
· Brunisenda de Narbona, casada con López Díaz.
· Malhada de Narbona. Casada con Alfonso de la Cerda (hijo mayor del infante D. Fernando, primogénito de D. Alfonso X el Sabio y pretendiente a la corona de Castilla, llamado: “El desheredado”).
Margarita de Narbona, contrajo matrimonio el 17 de febrero de 1281, en la ciudad de Burgos con el Infante Pedro de Castilla, hijo legítimo de Alfonso X “el Sabio” y Violante de Aragón (Hija de Jaime I el Conquistador, rey de Aragon), Señor de Ledesma y de numerosas villas más. Dicha ceremonia fue dual, pues en la misma contrae también matrimonio su hermano el Infante Don Juan, con Doña Juana de Monferrat.
Existen ciertas discrepancias, entre los pocos autores que citan dicha boda, respecto a la asistencia o no a la celebración nupcial, del padre de Doña Margarita. Mientras, el citado Luis de Castro argumenta la concurrencia del mismo; tanto Antonio Benavides (“Memorias de D. Fernando IV de Castilla”), como Gaspar Ibáñez de Mendoza (“Memorias Históricas de D. Alfonso X el Sabio”), mantienen o dan a entender, la no presencia de D. Américo VI a dicho enlace. Lo cierto es que los registros históricos no lo citan.
Margarita de Narbona vivía en Ledesma, señorío de don Pedro, mientras este iba y venía por asuntos de su condición de Infante. Poco duró su matrimonio, pues su marido falleció en la villa de Ledesma, el 20 de octubre de 1283, año del nacimiento de su único descendiente: Sancho, posteriormente apodado: “el de la Paz”.
Mercedes Gailbrois de Ballesteros, en la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”, dice refiriéndose a la infancia de Don Sancho y a la vez de Doña Margarita:
“Don Sancho que vivía con su madre la francesa Doña Margarita de Narbona en sus posesiones de Ledesma …”.
El hecho de que Doña Margarita, regente de los dominios de su hijo don Sancho, viviera en Ledesma, es de los pocos aspectos que, de dicha Señora, citan los historiadores. Entre otros, Luis de Salazar dice:
“Doña Margarita pasó su temprana viudez en Ledesma, cuidando de la crianza y de la tutoria de D. Sancho su hijo único, …”
Margarita continuó viviendo en Ledesma, villa en la que se crio su descendiente, y que actuaba como cabeza de los señoríos y dominios heredados de su padre: Alba de Tormes, Salvatierra, Miranda de Castañar, Granadilla, Galisteo,…
A la muerte de Alfonso X en 1284, desposeído ya de muchos de sus territorios, es nombrado rey: Sancho IV de Castilla (Fernando de la Cerda, primero en la línea sucesoria había muerto en 1275, y de ahí que posteriormente D. Juan de la Cerda, hijo de éste, y apoyado por el rey portugués, reclamara el trono).
Su hermano el Infante Juan de Castilla, (que se considera sucesor testamentario de D. Alfonso X) proyecta una sublevación armada contra él, apoyado por López Díaz de Haro, Señor de Vizcaya.
La historia no hace mención de Doña Margarita hasta el año 1287.
Con el fin de involucrar en la sublevación los dominios de Ledesma, (y todos los territorios que dejó en herencia el Infante D. Pedro, y regentados por su viuda), el Infante Juan visita a su cuñada Margarita en esta villa, para que aceptase desposarse con el mencionado Señor de Vizcaya. El Infante había pactado con su aliado ciertas recompensas territoriales en el río Coa, que sin duda pensaba negociar con el rey portugués D. Dinis, a cambio de su definitivo reconocimiento como rey de León, según el testamento de su padre.
(El Conde de Vizcaya estaba casado con Doña Juana, pero, aunque el matrimonio se había considerado legítimo, buscando la necesidad de contar con los territorios regentados por Doña Margarita, propone matrimonio a la Señora de Ledesma. Dicho matrimonio conlleva la promesa de separación previa de su esposa, amparándose en la ilegitimidad del matrimonio anterior, por motivos de parentesco entre los dos miembros de la pareja: “estaban en segundo con tercero grado de consanguineidad”).
Luis de Salazar dice: “Mal satisfechos del Rey Don Sancho IV, y con el ánimo de introducir en Castilla aquellas disensiones, … inquietaron tanto el ánimo del Rey, solicitaron reducir a su partido a nuestra Doña Margarita, a causa del gran Estado que poseía.”
Y dice el cronista real: “y ellos enviaron luego mover pleito a Doña Margarita, madre de Don Sancho, mujer que fue del Infante Don Pedro. Y esta Doña Margarita tenía, por su hijo, a Ledesma, Castel-Rodrigo, Sagubal,… y que por la hacer cierta a ella, y a su hijo, que casarian con ella al Conde Don Lope, y esta Doña Margarita no era natural de la tierra: ca era hija del Señor de Narbona. Y desque ella oyo el pleito del casamiento consintió en ello…”
“Y el Conde Lope fuese para Castilla, y el Infante D. Juan fuese para Castilla, él, y Diego López de Campos, a Doña Margarita para firmar el casamiento della y del Conde Lope . Hicieronte creyente a ella que el Conde D. Lope dejaba a Doña Juana su mujer, por razón que estaba en pecado con ella y Doña Margarita creyelo, y firmaron su casamiento…”.
Por ingenuidad o por ambición, Doña Margarita de Narbona acepta la proposición de matrimonio con López Díaz de Haro, (sin que llegara a realizarse por la muerte del Señor de Vizcaya en 1288), provocando, dicha decisión, el inicio de una guerra civil.
Acto seguido el Infante Juan se subleva en Salamanca contra su hermano, a la vez que los súbditos y territorios de Margarita de Narbona y su hijo, se levantan, también, contra el monarca. El Infante Juan de Castilla es encarcelado en la ciudad de Burgos.
Producto de esta lucha y respecto a la villa de Granadilla, (situada en la frontera entre Salamanca y Cáceres) perteneciente a Doña Margarita, se cuenta una leyenda que protagoniza la Señora de dicha población y el caballero Alvar Núñez de Castro:
“Corría el año 1283 y la villa cristiana de Granadilla estaba asediada por los partidarios del rey Don Sancho IV. Tras los murallas de la ciudad, Doña Margarita de Narbona, dama de inigualable belleza y viuda del infante de la villa y enemigo del rey, Don Pedro de Castilla, pide ayuda a uno de sus más fieles caballeros para resistir al asedio. El caballero, Don Alvar Núñez de Castro, valiente y aguerrido, está secretamente enamorado de tan bella dama, y tras mucho esfuerzo y muchas penalidades consigue burlar el asedio y entrar en la villa para colaborar en su defensa. Pero en el momento de mayor peligro, cuando la ciudad está a punto de caer en manos de los enemigos, el amor y la pasión ciegan a Don Alvar, que se arroja a los pies de la dama y le pide que escapen por un pasadizo secreto que les conduciría al río, a pocos kilómetros de la frontera con Portugal, donde podrían rehacer sus vidas juntos. Doña Margarita, que se siente traicionada y ultrajada, se niega a acompañarle, pero el caballero no se rinde y pretende llevarla por la fuerza, y tras golpearla para que pierda el sentido, la coge en sus brazos. En ese momento es sorprendido por el anciano alcalde de Granadilla, que reta a Don Alvar a un duelo a muerte con la espada; sin embargo, el duelo es desigual, y don Alvar da muerte al anciano apenas comenzado. Al tomar a Doña Margarita nuevamente en sus brazos para proseguir con su plan de huida, la dama recobra el conocimiento, y arrebatándole a Don Alvar la daga del cinturón, se la clava en el cuello. El caballero, malherido, consigue penosamente escapar por el pasadizo secreto, y tras un penoso camino pide refugio en una ermita cercana, donde fallece tras grandes sufrimientos. Se dice que su fantasma, con una daga clavada en el cuello y la armadura teñida de sangre, abandona su tumba todas las noches, recorre el camino que le separa de la torre del castillo, y asciende por el pasadizo hasta la cámara de su amada para pedirle perdón”.
Una versión de la leyenda menos romántica dice que:
“Alvar Núñez de Castro requiriendo de amores a Margarita de Narbona, viuda del infante don Pedro de Castilla, que al frente de un grupo de aguerridos caballeros se han refugiado en la fortaleza de Granadilla, sitiada por los Infantes de la Cerda, sus enemigos. Ante la traición que trama Alvar, es la propia Margarita la que hiere por la espalda a su pretendiente. Atravesando un pasadizo, Núñez de Castro aún tiene tiempo de montar en un caballo antes de perder el sentido. Y este caballo sorteando todos los peligros que halla a su paso conduce al moribundo al convento franciscano de Abadía, donde puede confesar antes de entregar su alma. Fue Alvar Núñez de Castro enterrado junto al altar mayor, si bien cada noche abandona la sepultura para cabalgar sobre un negro caballo por los alrededores de la amurallada Granadilla que quiso abandonar a su suerte”.
Del asedio y batalla de Granadilla, Fray Roberto Nuñiz, en el libro “Médula histórica Cisterciense”, una vez narrada someramente la posición de Doña Margarita dice: “huyó en el secreto de la noche a Ledesma; y cesó la guerra que sus vasallos hacían en tierra del rey”.
En 1295 accede al trono, siendo menor de edad el hijo y legítimo sucesor Fernando IV de Castilla, con el apelativo de “El Emplazado”.
“Tenía aún la tutoría de su hijo el año 1296 cuando el Rey D. Dionis de Portugal, entró armado en Castilla a favor de Don Alfonso de la Cerda, que se llamara Rey”.
(Recordemos que el pretendiente Don Alfonso de la Cerda, estaba casado con Malhada de Narbona, hermana de Doña Margarita).
Toda la sociedad política castellana y también la portuguesa conocía perfectamente la debilidad fronteriza de un patrimonio tan extenso, defendido únicamente por Margarita de Narbona. La incursión en territorio Castellano del monarca portugués supuso a Doña Margarita la pérdida de Castel-Rodrigo, Sabugal, Alfayates, Almeida y toda la Ribera de Coa.
“La Crónica del Rey D. Fernando IV”, culpa de la pérdida de estas villas, “el descuido de Doña Margarita y aún por haberse entregado los castillos sin resistencia, la nota de que fue por tratado suyo con el Rey de Portugal”.
Este posible acuerdo de la Señora de Ledesma con el Rey de Portugal, favorecedor de instaurar la dinastía Castellana en el cuñado de aquella, no se sostiene, porque en las Cortes de Cuellar de 1297 Margarita y su hijo habían solicitado a la reina el arbitrio de sus problemas con el rey de Portugal. La reina, D. María de Molina, llevaba personalmente las negociaciones con los embajadores portugueses que conducirían a la firma del “Tratado de Alcañices”, (primer “Tratado” entre los dos países ibéricos que delimita claramente la frontera entre ambas soberanías). En virtud de dicha firma, Doña Margarita pierde la Ribera de Coa y otras villas de Castilla.
El mismo Rey, receloso inicialmente con la conducta de Doña Margarita, tras la firma de la paz y fijación de fronteras con el reino portugués, consciente del perjuicio producido en los bienes de ésta, concede en agosto de 1297 un privilegio de permuta de poblaciones que dice:
“Do a vos Doña Margarita o a vos Don Sancho, hijo del Infante Don Pedro y de la Doña Margarita, las villas e califatos de Galisteo, e de Granada, e de Miranda, con todos sus términos y con todas sus pertenencias, e con todo Señorío Real de Jurisdicción, e derecho que yo y é y debo aver, davoslo por heredamiento para siempre a cambio de la villa, e castillos de Segobal e de Alfayates, e de Villarmayor, e de Castielbueno….”
Luis de Salazar señala: “Don Sancho Señor de Ledesma poseyó todo el grande Estado de su padre, aquella autoridad correspondiente al grado de nieto legítimo del Rey D. Alfonso X el Sabio y primo hermano de los Reyes D. Sancho IV y D. Fernando IV…”
El hecho de que en el privilegio cite expresamente a Doña Margarita, puede dar a entender que alguno de los territorios que D. Sancho había heredado de su padre y que su madre regentaba durante su minoría de edad, quizás testamentariamente hubiera dejado el Infante D. Pedro directamente a su viuda.
D. Sancho de Castilla, desposado con Doña Juana, fallece en la población de Ledesma en 1312, teóricamente sin descendencia, y se encuentra enterrado en la Iglesia de Santa María la Mayor de dicha villa.
(De la “no descendencia” de D. Sancho, hablaremos en otro capítulo dado que existe en el Archivo Municipal de Ledesma un interesante documento por el que Doña Juana reconoce “no haber tenido” un supuesto hijo de D. Sancho, llamado D. Pedro).
El monarca D. Fernando IV visitó, el mismo año 1312, la villa de Ledesma a fin de hacerse cargo de las posesiones de D. Sancho, y anexionándolos a la corona.
No existe, o no he encontrado, fecha de fallecimiento de la protagonista de esta historia: Doña Margarita de Narbona. Respecto al lugar donde fue enterrada, tanto Antolínez de Burgos como Ambrosio de Morales, sitúan sus restos junto a los de su marido, en el Convento de San Francisco de Valladolid, desamortizado en tiempos de Mendizábal y derruido en 1836. Aunque ambos sitúan los restos en dicho monasterio, difieren respecto a su ubicación. Ambrosio de Morales dice: “… y sobre el que se encontraban las estatuas yacentes del Infante D. Pedro y su esposa…”
He tratado de, amparado en la bibliografía existente, hacer un pequeño homenaje a la figura de una mujer que, aunque “no era de estas tierras”, (viuda y madre de un hijo a los dos años de contraer matrimonio y de llegar a la Villa de Ledesma), supo mantener y defender los amplios dominios que en regencia recibió de su esposo, lucho, estableció alianzas y fue tan temida como admirada por los responsables regios del momento, llegando incluso hasta nuestros tiempos una leyenda que la refiere.
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