Paso de las cañadas mesteñas por
los despoblados de las tierras del municipio de Campos del Paraíso
La presencia de La Mesta en
los pueblos del municipio de Campos del Paraíso.
Vías de trashumancia de los
ganados de la cabaña merina.
La Mesta como asociación de
los ganaderos propietarios de cabezas de ganando lanar de la raza merina ha dejado
también su huella en las tierras del municipio de Campos del Paraíso.
Para su organización
administrativa y funcionamiento los ganaderos y propietarios de cabezas merinas
se agrupaban en los llamados partidos mesteños. Además de al partido mesteño de
Cuenca los ganados merinos del reino de Castilla podían pertenecer al partido
de Segovia y Soria, tierras recorridas, al igual que las de Cuenca, por una
extensa red de vías de trashumancia. Estas vías dependiendo de su anchura
recibían los nombres de cañada, cordel y vereda que se integraban en una gran
vía que recibía el nombre del partido a cuyos ganados servían de
desplazamiento. Por lo tanto, podemos hablar de la Gran Cañada Soriana, la Gran
Cañada Segoviana y la Gran Cañada Conquense, denominada también Manchega. Así,
los términos de las poblaciones del municipio estaban atravesados por cuatro
cañadas o caminos de trashumancia del ganado merino. A pesar de lo que acabamos
de decir solamente las Respuestas Generales de la villa de Olmedilla recogen
que 200 almudes de las tierras de su término estaban ocupados por la cabaña de
Los Serranos y que 600 almudes de la dehesa boyal de Olmedilla servían de pasto
a “las cavañas Reales de carretería y
Mular que transitan por este término”. Los animales de la Real Cabaña de
Carreteros gozaban del permiso para pastar y abrevar en los lugares permitidos
a los ganados de los vecinos de las poblaciones que atravesaban las cañadas.
El transporte realizado por medio de carretas y mulas
aseguraba el abastecimiento de las tierras altas de Cuenca y la salida de
manufacturas de lana, que eran una de las actividades económicas más extendidas
por los pueblos de la serranía de Cuenca. La Cabaña Real de Carreteros nace
como institución en 1497 en el reinado de los Reyes Católicos, que se
propusieron crear un gremio de transportistas, a imagen del Honrado Concejo de
La Mesta, bajo su protección. La finalidad de esta asociación era asegurar el
transporte público y privado de bienes, mercancías y personas, así como el
abastecimiento de productos de alimentación y el de otros productos de gran
valor económico para los pueblos y gentes de Castilla. Por otro lado, la
dedicación a la construcción de carretas en los pueblos pinariegos era una
actividad que proporcionaba un medio de vida y la obtención de recursos
económicos en una tierra poco apropiada para la actividad agrícola.
Este gremio de transportistas y la protección Real de la
que disfrutaron se mantiene hasta el año 1836 cuando este gremio es suprimido
junto con La Mesta. Las cabañas Reales estaban integradas por los ganados del
reino y sus dueños situados bajo el amparo del monarca. La importancia del
ganado la podemos comparar con la de los cereales ya que ovejas y granos eran
un medio de pago. Carretas, carros y mulas eran los medios de transporte de las
mercancías que atravesaban la península y compartían caminos con los rebaños
merinos, como hemos visto que ocurría en el trazado de las cañada de Los
Serranos que atravesaba las tierras de Olmedilla. El trajín de arrieros y mozos
transportando cargas en caballerías de mayor o menor movilidad era constante.
Cuadrillas de cinco o seis arrieros con sus recuas de mulas eran una de las
bases del tráfico mercantil en la España interior; cuadrillas a las que hay que
unir los trajineros que hacían sus desplazamientos en solitario. Se calcula la
circulación de cerca de 14.000 carros por los territorios de la Corona de
Castilla en el siglo XVIII articulando una red de transporte de mercancías y de
circulación de personas. Los corrales, situados en las proximidades de los
itinerarios de las cañadas, servían para realizar un alto en el camino para
mulas, arrieros y trajineros, como puede ser el caso del Corral de los Panes
cercano a la cañada de Beteta.
Antes de referirnos al trazado
de las cañadas que recorrían el término municipal de Campos del Paraíso puede
resultar interesante dedicar algunos párrafos a La Mesta como organización
ganadera que se convertiría en una de las bases de la economía de Castilla
desde el siglo XIII al XIX. La palabra Mesta deriva de las reuniones periódicas
de pastores para devolverse e intercambiarse las reses descarriadas, perdidas o
mezcladas de unos ganados con otros. Estas reuniones recibían también el nombre
de oteros tal vez por realizarse en lugares elevados desde donde se divisaba a
su alrededor la tierra donde pastaba el ganado. La despoblación de los campos
durante las luchas de la Reconquista favoreció su dedicación a las tareas
ganaderas como recurso económico que exigía poca mano de obra y porque también
era más fácil proteger el ganado que los cultivos. Conforme avanza la
Reconquistas y la tarea de repoblamiento el único medio de explotación
económica de las grandes extensiones de tierra, que se fueron incorporando
entre los siglos X y XIII, era su aprovechamiento como pasto ya que los reinos
cristianos no contaban con el número necesario de repobladores para crear
sociedades agrícolas.
El clima castellano, con veranos e inviernos de
temperaturas extremas, condicionó y favoreció la existencia de una ganadería
trashumante ya que “la tierra de nadie” en los primeros años de la Mesta
permitía su libre uso y los desplazamientos periódicos para su máximo
aprovechamiento. El intenso calor del verano y la escasez de hierba llevaban a
los ganados a las tierras de montaña en busca de pastos más frescos, y los
fríos invernales obligaban a evitar la nieve buscando lugares más cálidos en
Andalucía y Extremadura. Los rebaños de Aragón bajaban hacía las tierras
valencianas. El aprovechamiento de los pastos daba lugar a una trashumancia no
organizada con rutas que dependían de la situación política y militar y de las
posibilidades de encontrar los tan ansiados pastos. Las grandes rutas para la
trashumancia del ganado merino se regularizan en el siglo XIII después de
numerosos enfrentamientos entre ganaderos y agricultores por los derechos de
paso y pasto. Sobre la forma de realizar la trashumancia existen dos fueros
básicos el de Salamanca y el de Cuenca.
El fuero de Cuenca, como ordenamiento jurídico donde se
establecen los derechos, costumbres y privilegios que se concedían a un
territorio o a una población, recoge como en ocasiones los ganados iban
protegidos en su marcha por gentes armadas, a pie o a caballo, mediante
escoltas que recibían el nombre de esculca.
El fuero de Cuenca, concedido en el año 1177 por Alfonso VIII, reglamenta
los desplazamientos de los ganados merinos y las condiciones económicas del
pastoreo.
En este fuero, entre otros aspectos, se fijaba que los
pastores se ajustaban el día de San Juan, celebrado el 24 de junio. Los rebaños
trashumantes tenían que pagar los impuestos llamados Servicio de Portazo y
Montazgo. El Servicio de Portazgo gravaba a las cabezas de ganado, que había
que contar, y su derecho de transito por las aduanas interiores entre los
reinos. Este impuesto debe su nombre a que era cobrado en la puerta de las
poblaciones. El Montazgo eran los tributos por el consumo de pastos que hacían
los ganados. En la población de Paracuellos, perteneciente al obispado de
Cuenca, se debía realizar el pago del portazgo por los ganados que pasaban a
tierras musulmanas, según consta en un documento fechado en Alarcón el 7 de
diciembre del año 1200, y en la población de Huélamo estaba el portazgo o
aduana interior con Aragón. En Huélamo todas las mercancías procedentes de este
reino tenían que pagar por el paso a Castilla una vez atravesado el río Tajo,
frontera natural con el reino vecino. En el año 1343 se fusionan los impuestos
de Portazgo y Montazgo y se arrienda a particulares su cobro. La Hacienda Real
ingresó en el año 1450 millón y medio de maravedíes por el servicio de Portazgo
y por el de Montazgo en 1462 dos millones, en 1480 cuatro millones y medio y en
1504 seis.
Ya recogidas estas
consideraciones generales sobre La Mesta y las Cabañas Reales de Carretas y
Mulas pasamos a ver los itinerarios y las características más destacables de
los cuatro ramales de La Gran Cañada Manchega Conquense en el municipio.
Por las tierras del partido mesteño de Cuenca discurrían los cuatro ramales
de la Gran Cañada Manchega.
Esta Cañada recogía los ganados de las tierras altas de Cuenca y se
dirigía hacia La Mancha.
Desde las tierras manchegas partían dos ramales, uno hacía Murcia, al
valle de Alcudia, y otro que llegaba hasta Andalucía pasando por Toledo y
Ciudad Real.
Los ramales de la cañada conquense, que recorrían las tierras del
municipio de Campos del Paraíso, eran la llamada Cañada de Los Serranos, la de
Los Chorros, la de Beteta y la de Molina de Aragón.
La cañada de Los
Serranos y la cañada de Beteta eran utilizadas también por carretas y mulas de
transporte y su trazado discurría paralelo al cauce del río Gigüela, desde los
Altos de Cabrejas hasta el actual Parque Natural de las Tablas de Daimiel.
El mapa topográfico nacional MTN50-608 de la comarca de Huete recoge el
recorrido por el municipio de Campos del Paraíso de tres caminos de
trashumancia, aunque en este mapa no aparece el itinerario de la cañada de Los
Chorros a pesar atravesar tierras de Carrascosa.
Las Relaciones Topográficas
de Felipe II, realizadas a finales del siglo XVI, con la intención de conocer
al igual que el Catastro de Ensenada en el siglo XVIII las tierras de Castilla,
especialmente las de Castilla la Nueva y Extremadura, recogen el paso por las
tierras del Municipio de las cuatro cañadas citadas anteriormente.
Recogemos primero el trazado de las tres cañadas cuyo
itinerario si aparece en el mapa topográfico nacional.
La cañada de Molina de Aragón sería coincidente en su trazado con el límite
entre los términos de Loranca, Carrascosa y Alcázar del Rey. Este trazado se
cruzaría, si se mantuviese útil, con la carretera nacional N-400 de Ocaña a
Cuenca a la altura del kilómetro 121, a tres kilómetros del casco urbano de
Carrascosa. Esta cañada atravesaba en el término de Loranca los parajes denominados
las Veletas, Las Peñas y Los Pernagales.
El recorrido de la cañada de Beteta también se
cruzaría con la carretera nacional N-400 de Ocaña a Cuenca rebasado el
kilómetro 129. El trazado de esta cañada discurría por el término de Olmedilla,
en las inmediaciones del Cerro de Nuestra Señora del Castillo de Amasatrigo, y
por los de Valparaíso de Abajo y Valparaíso de Arriba y se unía con la de Los
Serranos cerca de la ciudad de Rozalén. La Cañada del Conde, a los pies del
Cerro de San Bartolomé en Carrascosa del Campo, se unía a la de Beteta pasado
el camino hacía Palomares y Montalvo, en tierras de la Orden Militar de
Santiago.
La cañada de
Los Serranos tendría su trazado paralelo al límite del municipio de
Campos del Paraíso con el de Horcajada de la Torre y cortaría a la carretera de
Ocaña a Cuenca en el kilómetro 136 en el paraje denominado.
Próximos a la cañada de los Serranos y en las
inmediaciones del cerro de San Bartolomé en Carrascosa del Campo podemos
localizar actualmente parajes conocidos con el nombre de El Corral del Cerro,
El Corral del Sevillano, El Pozo del Vaquero y la Dehesa de Valsalobre.
Las Relaciones Topográficas, conocidas como El
Diccionario Geográfico e Histórico de España, recogen, además del trazado de
las cañadas antes nombradas, el de la denominada cañada de Los Chorros, aunque, como hemos dicho, el trazado de esta
cañada no aparece en el mapa topográfico nacional de la comarca de Huete.
Para completar lo dicho sobre
los itinerarios de las cañadas conquenses nos ocuparemos ahora de recoger el
recorrido por las tierras de Cuenca, siguiendo el recogido en las Relaciones Topográficas, de la cañada
de Los Chorros. Esta cañada procedía de Teruel, entraba en la
provincia de Cuenca por Tragacete, y, tras atravesar la sierra, cruzaba
la Alcarria por Carrascosa para entrar en la provincia de Ciudad Real
por el término de Socuellamos, llegando hasta Andalucía.
La cañada de Los Serranos, procedía de la sierra turolense de Albarracín,
entraba en tierras de Cuenca por Albaladejito para dirigirse hacía Toledo
y Ciudad Real. Esta cañada pasaba por Cabrejas, Villarejo de la Peñuela,
Villar del Horno, Naharros, Horcajada, Pineda, Valparaíso, Torrejoncillo,
Carrascosa y Rozalén. Esta cañada, rebasada la cuesta de la Borgolla, se
unía con la que venía de Beteta y juntas seguían hacía Uclés en donde se les
incorporaba la cañada que bajaba de Molina de Aragón.
La cañada de
Beteta procedía de Guadalajara, pasaba por los pueblos de
Peñalén y Poveda, seguía por Beteta, Las Majadas, Verdelpino, Valparaíso,
Olmedilla, Carrascosa. Esta Cañada se unía en tierras de Rozalén, en la cuesta
de La Borgolla, con la de Los Serranos, como ya sabemos.
Por el termino de Alcohujate entraba en la
provincia de Cuenca la llamada cañada
de Molina de Aragón, que seguía por Cañaveruelas, Villalba, Mazarulleque,
Huete, Vellisca, Loranca, Alcázar y Carrascosa hasta Rozalén, uniéndose en
Uclés a la de Los Serranos que ya había incorporado los ganados mesteños de la
vía de Beteta en Rozalén.
En el término de Carrascosa,
junto a la carretera a Saelices, nos encontramos con un cartel que índica el
paso de la cañada de Jábaga, la de Los Serranos, por las tierras de esta villa
siendo con el paraje denominado de Las Cañadas, junto al trazado de la cañada
de Molina, el único recuerdo que queda de la actividad trashumante por los
pueblos del municipio de Campos del Paraíso.
Por los parajes de las villas del municipio podemos
seguir el itinerario de las cañadas y ramales mesteños lo que nos permite
recordar un pasado ligado con la actividad ganadera de sus habitantes a través
del recuerdo que ha quedado en el nombre de parajes agrícolas.
Por las tierras del término municipal de Campos del
Paraíso, y utilizando como guía el ya citado mapa topográfico nacional,
rastreamos corrales, fuentes y chozas testigos de una actividad ganadera que ha
desaparecido en el municipio. Así, podemos localizar en este mapa parajes con
corrales como ocurre con El Corral de la Lamparilla, el de la Reina, el de los
Panes, el del Cerro, el del Sevillano o El Corral de la Ensancha. Estos corrales
así como las chozas, en su gran parte en ruinas en la actualidad, servían de
lugar de descanso y refugio tanto a ganados, como a pastores y agricultores.
Para terminar estos párrafos dedicados a la presencia de
La Mesta en las tierras del municipio de Campos del Paraiso nos ocuparemos de la importancia que tuvo en
la ciudad de Cuenca la actividad textil desde el siglo XV. Esta actividad,
debido a la crisis de la ganadería trashumante en el siglo XVII, decaería en
una tejeduría barata. Durante la primera mitad del siglo XVII La Mesta sufrirá
una importante decadencia ya que a las alteraciones climáticas que esquilmaban
los pastos y a las plagas de langostas se sumó un cambio en el paisaje agrario
con la introducción de nuevos cultivos. En los años de la primera mitad del siglo
XVII aumenta la plantación de vides, olivos y la siembra de cereales
panificables más resistentes como el centeno.
A estos factores de decadencia de La Mesta habrá que
añadir la subía en el precio del arriendo de los pastos de las dehesas, la
subida de la sal y la necesidad de compartir pastos con las ovejas estantes,
las llamadas churras o morenas. Con fecha 10 de marzo del año 1649 el regidor
de Cuenca presenta un Memorial ante el Consejo de Castilla en el que son
analizas las causas de la decadencia y pérdida del ganado lanar del reino de
Castilla.
A lo largo del siglo XVIII la actividad textil se
recuperará parcialmente en la ciudad de Cuenca. En el año 1700 los telares
volvieron a incrementar su número llegando a contabilizarse cuarenta y tres, en
1727 su número aumento hasta sesenta y seis y en 1735 llegarían a ser unos
ochenta. En los años posteriores la elevación del precio de la lana y la
pérdida de los pedidos de las libreas de la familia Real vuelven a sembrar la
crisis en esta actividad en las tierras de la provincia. Un regenerador
ilustrado como fue el arcediano y obispo de Cuenca don Antonio Palafox Croy,
hermano del VII marqués de Ariza, establece la manufactura local contratando un
artesano valenciano para la fábrica que abre en 1774. En esta fábrica se
elaboraban sargas, paños, bayetas y alfombras, y para sus trabajadores don
Antonio Palafox conseguiría de la Corona importantes privilegios. Esta
recuperación sería pasajera pues la decadencia de la ciudad ya era irreversible
y se acentuó con el cierre de la Real Fábrica de Moneda en el año 1728. Por la
encuesta catastral sabemos que los propietarios ganaderos de la ciudad de
Cuenca eran dueños de unas 40.000 cabezas de ganado lanar merino. Se
contabilizaron en la ciudad 3.550 cabezas de ganado cabrio, 35 caballos, 20
yeguas, 197 machos y mulas, 340 jumentos y jumentas, 270 vacas, 440 cerdos y
cerdas y 1.721 colmenas. En el año 1780 la región mesteña de Cuenca tenía 533
ganaderos trashumantes que eran propietarios de 167.775 cabezas. Los 6.137
ganaderos estantes eran dueños de 527.857 cabezas. Los ganaderos eran en total
6.670 y el número de cabezas 695.632. Cuenca era de las cuatro regiones
ganaderas de Castilla la que presentaba resultados más pobres.
En el siglo XIX,
la ocupación y saqueo de las tropas napoleónicas llevará la ruina a la
manufactura textil lo que será el comienzo de una decadencia económica que
todavía continua.
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