viernes, 12 de junio de 2009

Así fue Madrid. El escudo de la Villa. El cocodrilo, la osa y el madroño.

Madroño en la calle Mayor, junto a la plaza de San Miguel.
Puede haber un cocodrilo. En recuerdo del dragón que presidia la Puerta Cerrada de la muralla de la Villa. Escudo de Madrid con venera en los soportales de la Casa de la Panaderia de la Plaza Mayor.
Hacia el año 1222, un enfrentamiento entre la clerecía de la villa, reunión de clérigos de las parroquias madrileñas, y el Concejo, por la posesión de los pastos y bosques del alfoz. Cada uno de los dos bandos, defendía derechos seculares o tradicionales sobre las tierras de alrededor, innegable fuente de riqueza. Cuenta la tradición que intervino el rey, zanjando el pleito de manera salomónica, haciendo cesión de los pastos a los clérigos y de los bosques y monte al Concejo, siendo esta decisión acatada por ambos contendientes. De este pleito, se derivó el escudo medieval de la villa. Lo cierto es que, a partir de entonces, el escudo de la clerecía local, siguió siendo el viejo de la villa, o sea, un oso rampante a cuatro patas, pastando, sobre campo de plata, que había sido el blasón de los madrileños en la batalla de las Navas de tolosa con Alfonso VIII. Modificó sin embargo el Concejo su enseña, quizás para dejar constancia de sus nuevas y ya legítimas propiedades, pues representaba a un oso de pie, sobre las patas traseras, comiendo frutos de la copa de un arbusto, tal y como hoy aún conocemos.
De plata, un oso de sable, en realidad una osa, apoyado en un madroño sinople, frutado de gules. Bordura de azur, cargada de siete estrellas de plata. Al timbre, Corona Real abierta. El oso -en realidad una osa- apoyado sobre el madroño fue elegido por el Concejo como escudo para diferenciar sus posesiones de las pertenecientes a la Iglesia madrileña, que utilizó un oso pasante. La bordura de estrellas hace alusión al claro cielo de la región madrileña.

En 1569, López de Hoyos dibujó y publicó la figura de una sierpe o culebra grabada sobre una de las puertas del segundo recinto amurallado de la Villa, la llamada Cerrada, conjeturando sobre el posible origen griego de Madrid. Un siglo después se transforma la sierpe en un grifo o dragón e hizo que el escudo de la Villa, desde 1692 hasta 1961, ostentase una imagen nacida de esta deformación.

Ya en la batalla de las Navas de Tolosa, en el año 1212, acudieron las milicias madrileñas con su pendón al frente, en el que, bordados, aparecían el oso y el madroño; es, pues, de larga tradición el escudo de Madrid.

Se dice que el oso se alza hacia los frutos del madroño por una disputa entre el Cabildo de la Villa y el Concejo. La causa era la utilización y renta de los terrenos comunales, llegándose a un acuerdo por el que las parroquias disfrutarían de los pastos y el Ayuntamiento del fruto y leña de los árboles. Este antiguo acuerdo se plasmó en la adopción de un oso pasante y paciendo para el Cabildo y de un oso rampante sobre el madroño para el Concejo.

La corona real sobre el escudo fue un privilegio añadido al título de "Imperial y coronada villa", concedido a Madrid por Carlos I en las cortes celebradas en Valladolid en 1544.

Las siete estrellas parecen indicar una representación de la constelación Carro u Osa Mayor. Se hace alusión, de esta manera, a Carpetania, región a la que pertenecía Madrid. Carpetania se deriva del nombre latino Carpetum, que significa carro.
El oso y el madroño son los elementos heráldicos del escudo de la Villa.

Osos se dice que hubo por estas tierras. Hasta bien entrado el siglo XVI, los montes de encinas, con gran abundancia de perdices, palomas, liebres, conejos, gamos, venados, jabalíes y antiguamente osos, llegaban hasta casi las mismas lindes de la población. Esos bosques fueron quizá el elemento decisorio para que Felipe II, gran enamorado de la caza, instalara la Corte en Madrid.

Madroños, en cambio, ni existieron en cantidades a tener en consideración en tiempos pasados ni es fácil encontrarlos ahora. No los tenemos en zonas como la Casa de Campo, la Dehesa de la Villa o El Pardo, y si alguno aparece en el Retiro o en otros jardines es porque el Ayuntamiento ordenó plantarlos por aquello del tipismo o de hacer honor al escudo.

Parece, pues, que el madroño no es propio de nuestra flora. Se sostiene que no es madroño el árbol del escudo, sino almez, que ese sí que es propio de la tierra, y sí que también da frutos o bayas rojas.

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