Madrid descrito por don Ramón de Mesoneros Romanos, (1803-1882). El antiguo Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta Villa.
Cuatro son los recintos sucesivos de la villa de Madrid, desde su antiquísimo y dudoso origen hasta nuestros días. -El primero (no demostrado, aunque verosímil) pertenece a aquella época remota en que se supone existía ya, con el pretendido nombre de MANTUA, y bajo la dominación de los griegos y romanos. -Este recinto (según la constante tradición y algunos datos positivos que ha recogido la historia) existió, al parecer, con tan breves dimensiones, como que sólo comprendía desde el castillo o Alcázar, hasta la puerta de la Vega; y desde allí, revolviendo rápidamente por la cuesta de Ramón a espaldas de donde luego se alzaron las casas de Malpica o de Povar y la de los Consejos, tornaba a la calle o plaza de la Almudena, como frente a la del Factor, por donde corría luego la muralla a cerrar de nuevo por el pretil con el Alcázar. -Dicha muralla primitiva (que debió desaparecer en un tiempo remoto e ignorado), dicen los cronistas que se hallaba flanqueada por varias torres, entre ellas una, llamada Narigués, donde ahora estaban las casas de Malpica, sobre las huertas del Pozacho, y otra independiente y extramuros, aunque contigua, llamada Torre Gaona, hacia el sitio donde estuvieron después los Caños del Peral. -Finalmente, las dos únicas entradas o puertas que interrumpían la continuidad de dicha muralla, y limitaban a tan breves términos el perímetro de la villa, eran las de la Vega, al Poniente, y el Arco de Santa María, mirando a Oriente, en la que después se llamó calle, o más bien plazuela de la Almudena, frente de la embocadura de la calle del Factor.
Las cercanías del antiguo Alcázar, y aun las del moderno Palacio hasta nuestros días, presentaban por todas partes un aspecto muy poco digno, ciertamente, de la grandeza y decoro propios de la mansión Real. En vano Carlos V y Felipe II, a costa de crecidos sacrificios, habían adquirido considerable extensión de terreno, que se llamó el Campo del Rey, a la parte de Occidente, desde la montaña que hoy se llama del Príncipe Pío hasta el río Manzanares y cuesta de la Vega, y más allá y la inmensa posesión de la Casa de Campo, comprada a los herederos de D. Fadrique de Vargas, en 1558; en vano emprendieron obras considerables, desmontes y plantíos en toda aquella extensión, y muy especialmente en el trozo que media entre Palacio y el río, convertido por ellos en el ameno Parque, que luego fue destruido injustamente, hasta que lo hemos visto reaparecer de nuevo más brillante en el reinado actual. En vano hicieron desaparecer algunos huertos y casuchos, así como también la parroquia de San Miguel de la Sagra, que estaba delante de la puerta principal del Alcázar, y que se derribó y trasladó a otro sitio, con el objeto de dejar desembarazada aquélla y regularizar la explanada que hoy es plaza principal de Palacio. Todo lo que consiguieron fue hacerle algo más accesible por este lado y formar aquella plaza, cerrándola con un cuartelillo para la tropa y el edificio de las Caballerizas Reales (Armería), quedando abierta por la parte occidental, hasta que en tiempo de José Napoleón se hizo la balaustrada de piedra que la limita y decora. Por lo que hace a los demás frentes del Alcázar, permanecieron poco menos ahogados que en un principio, con los barrancos, precipicios, huertas, conventos y callejuelas de que nos ocuparemos a su tiempo.
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