Vista de la plaza de Moros y al fondo la plaza de San Andrés donde se ve una torre del palacio de los condes de Paredes, hoy museo de Los Origénes. Fue antes casa de Iván de Vargas para guarda de animales y aperos de labranza. La tradición establece que fue donde vivió San Isidro y donde se muestra el pozo donde se ahogó su hijo. Aunque esta tradición ha sido puesta en duda pues investigaciones recientes establecen que la casa del pozo de San Isidro es otra de Iván de Vargas en la plaza de La Paja, esquina a la calle de la Redondilla y cercana a éste. Estaba en la plaza de Moros la Puerta de Moros de la muralla cristiana que desde la cuesta de la Vega, la cuesta de los Ciegos y el barrio de la Morería después de pasar puerta de Moros y seguir por la calle del Almendro subia por la cava de San Miguel hacía la calle Mayor donde nos encontramos con la puerta de Guadalajara junto a la plaza Mayor.
Plaza de Moros. Estaba aquí la fuente de Endimión o de San Francisco. La escultura de la Fuente se conserva en el museo municipal, antes estuvo en una fuente de la plaza de Lavapies.
En la mitología griega, Endimión era un hermoso pastor —o, más raramente, un rey o un cazador— de Asia menor. Era tan hermoso que Selene, la diosa de la luna, le pidió a Zeus o a Hipnos que le concediese vida eterna para que nunca la dejase. Alternativamente, Selene confió y amó tanto a Endimión que él tomó la decisión de vivir para siempre durmiendo. De cualquier manera, Zeus lo bendijo otorgándole un sueño eterno. Cada noche, Selene lo visitaba donde estaba enterrado en el monte Latmus cerca de Milete, en Asia menor. Selene y Endimión tuvieron cincuenta hijas entre ellas Naxos. Endimión también tuvo un hijo llamado Aetolus, el rey de Elis o Elea. Más adelante, gobernó Etolia, que fue nombrada así por él. Endimión tuvo otro hijo, Epeo, que ganó el reino de su padre batiendo a sus hermanos en una carrera.
Plinio el Viejo menciona a Endimión como el primer ser humano que observó los movimientos de la Luna, que según Plinio consideró el amor de Endimión.
Plinio el Viejo menciona a Endimión como el primer ser humano que observó los movimientos de la Luna, que según Plinio consideró el amor de Endimión.
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