Considerado uno de los hoteles más antiguos de la ciudad, la Posada del Peine se encuentra en la calle de Postas, junto a la Plaza Mayor. El éxito del proyecto fue aumentando con el tiempo de tal modo que casi dos siglos mas tarde, se amplia el local en 1796 adquiriendo la fachada que da a la calle San Cristóbal. Para ello se contó con los servicios de los arquitectos Francisco Álvarez Acevedo y Juan de Villanueva. La última reforma se efectuó en 1891, dando lugar al actual edificio al anexionarse el edificio de la calle Postas 17. Se trataba de un gran establecimiento para la época. La posada contaba finalmente con más de 150 habitaciones, entre exteriores, más espaciosas y cómodas, e interiores más pequeñas y sin ventanas ni ventilación. Tan incómodas eran estas últimas, que merecieron el dicho de “…parecer la Posada del Peine…” a algo cutre, desaliñado y poco salubre. Se dice incluso que algunas habitaciones, la número 126, tenían un pasadizo secreto tras el armario, que comunicaba con otras habitaciones, y alguna conducía a una sala secreta. Esto parece que tenía una finalidad de ocultar fugitivos o mercancías de contrabando. El éxito de este establecimiento era el competitivo precio de sus habitaciones, al valer entre 1 y 1,5 pesetas la noche en 1909.
REAL CASA DE POSTAS. Esta institución estuvo durante muchos años establecida en una casa de la calle de las Postas y era muy conocida no sólo por las funciones que en ella se realizaban, sino porque en una hornacina de su fachada había una imagen de la virgen de la Soledad que era muy venerada por los vecinos de la zona y a la que se le atribuían no pocos milagros. En 1795 la Corona encargó al arquitecto Juan Pedro Arnal el proyecto de construcción de una nueva casa de postas como edificio complementario de la Real Casa del Correo, hecho que determinó que se adquirieran los solares que conformaban la manzana contigua a este edificio. La nueva Casa de Postas, construida entre 1795 y 1800 con trazas clásicas, se asentó sobre una planta irregular de cinco lados, organizada en torno a un patio central y con tan sólo dos alturas. El acceso principal se realizó a través de la fachada que embocaba en oblicuo con la calle del Correo para facilitar el tránsito de los carruajes hacia la calle Mayor. Este acceso consiste en un arco de medio punto de granito, de grandes dimensiones y ornamentado con dos columnas jónicas laterales y un arquitrabe, alcanzando originariamente la misma altura que el resto de la edificación, pues con posterioridad se añadió un piso más al inmueble y se desvirtuó tanto la entrada como la simetría de las fachadas. En el siglo XIX en la casa se realizaba el despacho diario del correo, pero además, según nos cuenta Madoz en su diccionario estadístico de 1848, algunas de sus dependencias estaban ocupadas por las oficinas de la dirección de policía. Poco tiempo después, con motivo del traslado del Ministerio de la Gobernación a la Real Casa del Correo, el gobierno decidió emplazar en esta Real Casa de Postas el cuartel de Zaragoza, función que compartiría con las oficinas del telégrafo. En 1986 el edificio fue adquirido por la Comunidad Autónoma de Madrid y actualmente sigue albergando algunas de sus dependencias administrativas.
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