Cuando se derribó la Puerta de Moros y se cerró la antigua cava por considerarse peligrosa, al haberse convertido en guarida de ladrones, se construyó sobre ella el Aloli de la Villa, es decir, el depósito de grano. El edificio se quemó y más adelante en 1642 se edificó una posada a la que se denominó de la Villa, por haber pertenecido su local al Ayuntamiento.
Posada de la Villa en el número 9.
Tanto la Cava Baja como la Cava Alta corresponden a los fosos que rodearon las murallas cristianas. La Cava Baja tanto antes como ahora lugar lleno de animación que aumenta con la vida nocturna de sus bares y restaurantes, que continua la de siglos anteriores. El origen de la Cava Alta y de la Cava Baja hay que buscarla en los antiguos fosos que se situaban en el exterior de la muralla para evitar los asaltos por sorpresa. Estas antiguas cavas permitían la entrada o salida aunque estuvieran echada las puertas, inclusive cuenta la leyenda, se fugaron gran parte de los árabes cuando Alfonso VI reconquistó Madrid.
La Cava Alta se extiende desde la calle Toledo hasta la Plaza del Humilladero. Pero sin duda de mayor importancia es la Cava Baja que corre paralela a la anterior desde la plaza de Puerta Cerrada hasta la plaza del Humilladero. En esta calle se establecieron la mayoría de las fondas, tabernas y hospederías que recibían y albergaban a los vendedores que llegaban desde Toledo, Segovia o Guadalajara a vender sus mercancías en los mercados de la Cebada o de San Miguel, según su procedencia lugareña, se aposentaban en una determinada posada. Tuvieron su origen en el siglo XVII y en un principio sólo daban alojamiento al viajero y a su caballería. Solían ser edificios independientes y a medida que avanza el siglo XIX las posadas no sólo subsistieron sino que mejoraron; el viajero ya podía comer a la carta y a la vez ser centros comerciales para la venta de productos traidos de otras regiones. Estas antiguas cavas permitían la entrada o salida aunque estuvieran echadas las puertas, inclusive cuenta la leyenda, se fugaron gran parte de los árabes cuando Alfonso VI reconquistó Madrid. La profusión de las posadas motivó, a su vez, la proliferación de talleres artesanos que surtían a estos trajinantes; toneleros, latoneros, cordeleros, boteros, etc. En definitiva, la vecindad de esta zona vivía a la sombra de este negocio, y los establecimientos de los al rededores servían para la
conservación de los generos.
La Cava Baja es la calle de las posadas históricas de Madrid. Entre el siglo XV y XIX fueron numerosas las posadas que se localizaban en esta calle: la de Las ánimas, la de Vulcano, la del Pavo Real, la de San José, la del Navío del Gallo, la de San Pedro, la de San Isidro, la de la Soledad, la del Madroño, del León de Oro y del Portugués, algunas ya desparecidas. Era tal el trajín de viajeros que las compañías de postas y diligencias decidieron establecer las paradas de sus carruajes en la Cava Baja. Los billetes y paradas de autobuses con destino a San Martín de Valdeiglesias se encontraba junto a la Posada del Dragón. A estos mesones o posadas, que fueron pertenecientes a la Villa, se les pusieron sobre la puerta los escudos de armas del municipio, y un león dorado, como emblema de la casa real de Castilla.
Casa Lucio. La Posada de San Pedro fue fundada en 1740. En 1921 el escritor Ramón Gómez de la Serna le cambió el nombre por el de Mesón del Segoviano, ya que su propietario era natural de este lugar. A sus cenas y celebraciones acudían intelectuales y escritores como Azorín, Pérez de Ayala y Gómez de la Serna, además de los inquilinos y viajeros que se hospedaban en sus habitaciones, pues todavía se seguía manteniendo el viejo negocio de la posada con capacidad para 42 inquilinos. Al iniciarse las obras de remodelación del edificio se descubrió la existencia, por otra parte, ya documentada por textos y referencias del siglo XIX y anteriores de un paño de muralla de 180 metros cuadrados junto a otros restros de probable origen musulmán. Lucio trabajo como botones en el Mesón del Segoviano, que terminaría adquiriendo en 1974. Está en el numero 35.
La Posada del Dragón, en la Cava Baja, 14 y 16. Fue construida como casa de huéspedes en 1868 por el arquitecto Francisco de Cubas, Marqués de Cubas, atendiendo a los postulados arquitectónicos que había en la época para este tipo de establecimientos, de ahí que en la memoria del proyecto se hiciera alusión expresa a que todas las plantas estuvieran divididas en habitaciones, guardando las medidas necesarias de higiene y dotando la planta baja de cuadra y cochera con capacidad para tres coches. La Posada del Dragón forma parte de un edificio histórico protegido. Es una corrala del siglo XIX, en cuyo interior se encuentran restos de la muralla árabe y cristiana, una bañera de mármol, un pilón-abrevadero, una escalera de madera. El local contiguo es una antigua jabonería “La Antoñita”. La Posada del Dragón debe su nombre al mítico dragón que estaba situado en piedra sobre la la llamada Puerta Cerrada de la muralla, llamada tambien de la Culebra, pues de discutía si era dragón o culebra.
El motivo del dragón gozó de la presencia suficiente como para formar parte de uno de los escudos de Madrid, junto al de la osa y el madroño. Un ejemplo de ello se halla en la fachada del edificio del Ayuntamiento de Madrid en la Plaza de la Villa, donde podemos observar, de un lado, el archiconocido escudo de la osa y el madroño, y de otro, el del dragón, pudiendo constatar que ambos eran utilizados, aunque acabó triunfando el que hoy es símbolo de la Villa y Corte.
La Posada de San Isidro, en el número 6, son hoy apartamentos. La Posada del León de Oro estaba en el número 12. La antigua puerta de entrada conserva el escudo de la Casa Real de Castilla.
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