martes, 19 de mayo de 2009

Fue, en Madrid. La Plaza de San Salvador, hoy Plaza de la Villa.

Calle de los Señores de Luzón, aquí tenia su casa en el número 4, contigua a la Iglesia, esta familia una de las más antiguas asentadas en Madrid. Antes fue la calle de San Salvador. Aseguran los cronistas que el linaje de los Luzón se remonta a los tiempos de los visigodos. Lo único seguro es que ya en el reinado de Juan II vivió en Madrid Pedro de Luzón, de quien desciende el mayorazgo madrileño. Fue Pedro alcaide de los Alcázares y su aguacil mayor, así como tesorero y maestresala de Juan II. Su hijo Francisco fue regidor en tiempo de Enrique IV y los Reyes Católicos, sucediéndole en el cargo su primogénito Antonio de Luzón. Su antigua casa solariega era la que, dando frente a las calles de Santiago y de los Señores de Luzón, estaba situada entre la iglesia de San Salvador y las casas de los Losada; más adelante pertenecieron a los condes de Montijo y de Aranda, y fueron derribadas en 1935. Su entierro era "en vna Capilla bien antigua junto a la de los Luxanes en el conuento de San Francisco".

Si nos fijamos en la última foto y en el plano de Texeira que vemos a continuación de estas líneas , el edificio de la izquierda ocupa el lugar de lo que fue la parroquia de San Salvador. Al fondo de la calle podemos ver la Plaza de la Villa. Siguiendo esta calle llegamos a la cercana parroquia de San Nicolás, que tenemos la suerte de que aun permanezca en la Villa.
Casas en lo que fue el convento de Constantinopla, de la Salutación de Nuestra Señora de religiosas franciscanas, el señalado con el número XXXIV del plano de Texeira. Derribado en la desamortización de Mendizabal en su solar se abrieron las calles de Calderón de la Barca y Juan de Herrera y se levantó un edificio de viviendas. Frente a él está el palacio de los Marqueses de Cañete.
Plano de Texeira. Vemos que la Plaza de la Villa ya aparece con esta denominación a mediados del siglo XVII. La Iglesia de San Salvador aparece marcada con la letra B.

Estatua de don Alvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz y Capitán General de las Galeras de España durante el reinado de Felipe II. Como marino participó con arrojo y valentía en la batalla de Lepanto contra la flota turca el 7 de octubre de 1571. Erigida por iniciativa particular, fue realizada en bronce por Mariano Benlliure tomando como modelo la conocida escultura de Carlos V, obra de León Leoni. También es de destacar el pedestal de mármol, en cuyas esquinas hubo originalmente cuatro delfines de bronce, y que fue realizado por el propio Benlliure en colaboración con el arquitecto Miguel Aguado. La estatua fue inaugurada por la reina regente María Cristina el 13 de diciembre de 1891.
A continuación del edificio del Ayuntamaiento en su fachada a la calle Mayor, esquina a la calle del Duque de Nájera, podemos ver el palacio del marqués de Camarasa, antes de Cañete y duque de Nájera que emparentan con Camarasa en el siglo XVII. Ocupado también ahora por dependencias municipales. Conserva la estructura de su reconstrucción en 1618 por Francisco de Mora, podemos ver las dos torres esquineras de estilo herreriano características de las casas señoriales del siglo XVII. Calle Mayor, 69. En una manzana independiente delimitada por las calles Mayor, Traviesa, Sacramento y Duque de Nájera se construyó esta casa palacio entre los siglos XVI y XVII. La amplitud del solar permitió construir la parte noble de la casa por el frente de la calle Mayor y ubicar un jardín en su parte trasera, a su vez preservado del exterior por gruesos muros de ladrillo. El edificio fue construido en ladrillo sobre sillería de piedra, con pocos elementos decorativos y rematado por dos torreones laterales, de forma similar a las construcciones herrerianas. Presenta diferente altura entre la fachada de la calle Mayor y la de sus laterales debido a que el solar esta orientado en dirección Norte-Sur y se adapta al desnivel de terreno que va en sentido descendente hacia la calle del Sacramento. Esto es lo que explica que la fachada principal sólo tenga dos plantas mientras que el resto del edificio tiene tres por la prolongación ascendente del sótano. Desde sus orígenes ha sido utilizado como residencia nobiliaria, pues sabemos que fue habitado por el marqués de Falces y de Cañete en el siglo XVIII, tambien duques de Najera y marqueses de Camarasa. En 1817 se encargó al arquitecto Fermín Pilar Díaz la restauración de la fachada, de la que sigue conservando gran parte del proyecto original y en la que cabe destacar la sencillez de su portada, flanqueada por dos columnas dóricas y triglifos, y rematada por una balconada corrida del piso principal. A mediados del siglo XIX el palacio se convirtió en la sede del Gobierno Civil o Político, creado en 1849 como la máxima autoridad en la provincia de todos los ramos de la administración civil. Desde entonces ha estado vinculado a la vida política y hoy en día sus dependencias son utilizadas por la corporación municipal. La manzana de enfrente estaba ocupada por el convento de Constantinopla de religiosas franciscanas.






Pasadizo de la Casa de Cisneros al edificio del Ayuntamiento.
Ayuntamiento. Debido a la escasa importancia que tuvo Madrid desde sus orígenes, el Concejo de la Villa no tuvo un inmueble propio hasta bien entrado el siglo XVII, por tanto, una vez establecida ya la Corte. De esta manera, las primeras reuniones del ayuntamiento se celebraban en una pequeña sala capitular situada encima del pórtico de la parroquia de El Salvador, en la calle Mayor, frente a la plaza de su nombre. El 19 de agosto de 1619 celebró el ayuntamiento su primera sesión en la casa que había sido de Juan de Acuña, presidente del Consejo de Castilla, situada en la Plazuela de San Salvador, hoy Plaza de la Villa. En 1629, casi sesenta años después de la primera instalación de la Corte en Madrid, Felipe IV concedió licencia al Ayuntamiento para labrar sobre la dicha casa de Juan de Acuña, un edificio que le sirviera de sede, función que sigue desempeñando actualmente. El edificio concejil, concebido también como Cárcel de Villa, fue construido a partir de 1644 según un proyecto del arquitecto Juan Gómez de Mora aprobado en 1629. Tras la muerte de Gómez de Mora en 1648, José de Villareal continuó con la construcción del edificio siguiendo en lo sustancial las trazas del proyecto original, si bien es cierto que integró el recinto entorno a un patio central que acabó convirtiéndose en el protagonista del edificio. Tras la muerte de Villareal, las obras fueron acabadas por Teodoro Ardemans y José del Olmo en 1696. A lo largo de su historia, la Casa de la Villa ha sufrido varias reformas; la más significativa es la que realizó el arquitecto Juan de Villanueva en 1789, el cual añadió la galería de columnas que da a la calle Mayor con la finalidad de permitir a los reyes presenciar el paso de la procesión del Corpus. Otra actuación a destacar fue la construcción en 1915 del pasadizo que conecta el ayuntamiento con la Casa de Cisneros, obra del arquitecto Luis Bellido. En su interior, es digno de destacar la escalera de piedra, adornada con tres tapices del siglo XVII; el salón de audiencias, el de sesiones, y la antigua capilla decorada con frescos de Antonio Palomino.

Blasones en el Ayuntamiento de Madrid. Escudos de la villa de Madrid y del reino de España.

Casas y Torre de los Lujanes. Son una de las casas más antiguas que se conservan en Madrid y en ella residieron durante varios siglos distintas generaciones del linaje de los Luján. Se cree que fue construida a lo largo del siglo XV, aunque en realidad, tanto la casa señorial como la torre, se construyeron en épocas diferentes, siendo la torre la construcción más antigua del conjunto, pues presenta incluso vestigios arquitectónicos góticos y medievales de inspiración árabe, como el arco de herradura que da a la calle del codo. La casa señorial fue mandada construir por Álvaro de Luján en 1494, es de planta irregular, organizada en torno a un patio central y presenta decoraciones similares a las de la torre, destacando su portada gótica y sus blasones heráldicos. A lo largo del tiempo ha sido destinada a diversos usos, se dice que sirvió de residencia al rey Francisco I de Francia cuando fue hecho prisionero por el soldado Juan de Urbieta en la batalla de Pavia (1520), pero lo más probable es que sólo estuviera los días necesarios mientras se le habilitaban algunas dependencias en el Alcázar. Su carácter señorial se ha mantenido a lo largo de casi toda la época moderna, parejo a los descendientes de este antiguo linaje madrileño, pues se sabe que a finales del siglo XVI la habitaban Diego y Fernando de Luján, y a mediados del siglo XVIII ya se tenía por la residencia del Conde de Castro Ponce, título nobiliario que ostentaban los patronos de este linaje desde 1670. Durante el reinado de Fernando VII en la torre se localizaban las instalaciones del telégrafo óptico y desde 1858 se convirtió simultáneamente en la sede de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, aunque esta última fue trasladada a la calle de Valverde en 1894. Un año antes de que se trasladaran aquí estas instituciones científicas y académicas el gobierno decidió conservar este inmueble y se encargó de su reforma, aunque a tenor de la opinión de los críticos del momento no debió de ser muy acertada, pues fueron revocados y desvirtuados los antiguos elementos arquitectónicos de la fachada, a excepción de la portada de cantería berroqueña que da a la plaza de la Villa, e incluso se coronó la torre con un almenado que no había tenido nunca. En 1910 el ayuntamiento encargó al arquitecto Luis Bellido González la restauración del inmueble para instalar la Hemeroteca Municipal, pero también con el objeto de recuperar los elementos arquitectónicos originales e instalar algunos elementos arquitectónicos pertenecientes al antiguo Hospital de la Latina, como una escalera con balaustrada y los sepulcros, vacíos, de Beatriz Galindo y Francisco Ramírez, fundadora de este hospital y su esposo. En 1983 se trasladó la hemeroteca al Cuartel del Conde Duque y los sepulcros del zaguán se llevaron al antiguo Hospicio de San Fernando, sede del Museo Municipal. Hace algunos años el arquitecto Fernando Chueca Goitia llevó a cabo otra reforma interior del inmueble para acondicionar a nuevas necesidades las dependencias de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
El arco de herradura apuntado de la casa situada al fondo de la Plaza de la Villa data de fines del siglo XV.
Puerta de estilo gótico de la casa situada a la entrada de la Plaza de la Villa. La entrada a esta casa estaba por el arco que podemos ver en la calle del Codo, a los pies de la Torre. La Casa que era toda una fue dividida en dos partes de ahí las dos entradas.
La calle del Codo separa la casa de los Lujanes de la de Juan de Castilla


Hacia la calle de los condes de Puñoenrostro y la calle Segovia.
Placa en recuerdo de la ubiación de la parroquia de San Salvador.
Viviendas en el lugar que ocupó la parroquia de San Salvador.
Aunque en sus orígenes fue una iglesia dedicada a Santa María Magdalena, el primer dato que tenemos sobre su existencia es el Fuero de 1202, en donde ya aparece como parroquia de El Salvador. Situada en la calle Mayor frente a la plazuela de la Villa, se trataba de un edificio pequeño al que se accedía por una discreta portada sobre la que había un nicho con la estatua de El Salvador realizada en piedra. Dato a tener en cuanta es que tanto la torre, como las campanas y el reloj de la parroquia pertenecían al Ayuntamiento. En cuanto a la torre, de una gran altura, era conocida como la «atalaya de la Villa», para diferenciarla de la torre de la parroquia de Santa Cruz, también propiedad de la Villa y conocida como la «atalaya de la Corte». El Concejo de Madrid estuvo muy vinculado a esta parroquia. Durante los siglos XIV y XV el Concejo celebraba sus reuniones en una pequeña sala capitular situada encima del pórtico de la iglesia; y durante todo el Antiguo Régimen, era aquí donde celebraba sus ceremonias religiosas; por ejemplo, todos los miércoles de cuaresma el Concejo debía acudir a El Salvador a escuchar un sermón especialmente preparado para él. Debido a su cercanía, la parroquia del Salvador también estuvo muy vinculada al gremio de plateros ya que desde aqui a la Plaza Mayor estaban los soportales con los talleres de estos artesanos y este tramo de la calle Mayor se llamaba de Platerias. Una congregación del gremio de plateros, la de San Eloy, se hizo cargo hacia 1640 del altar mayor, sacristía y bóveda, gastándose 14.000 ducados en su renovación. En el altar mayor, puso además la congregación una talla de madera que representaba a San Eloy Obispo, y que según Antonio Ponz fue realizada por don Juan Pascual de Mena. Como en otras parroquias, decir que en El Salvador también estuvieron enterrados personajes ilustres como Pedro Calderón de la Barca, el conde de Campomanes, o Antonio Ponce de León, duque de Arcos. Por último, en el arreglo parroquial de 1805 se unió a esta parroquia la de San Nicolás, denominándose desde ese momento parroquia de El Salvador y San Nicolás. Cerrada la de San Nicolás, ambas parroquias tuvieron como sede el edificio de El Salvador, hasta que en 1842 se derribó por ruinosa, construyéndose en su lugar el edificio de viviendas que hoy ocupa. La calle de Calderón de la Barca está en la manzana siguiente al edificio de viviendas que hoy ocupa su espacio si seguimos hacia la calle Bailén. La calle Calderón de la Barca y Juan de Herrera con las casas que enmarcan ocupan el lugar de lo que fue el convento de Constantinopla.
Durante la Edad Media, el comercio madrileño giró en torno a los mercados diario y semanal y a las ferias anuales, con una duración de varios días y generalmente coincidentes con alguna festividad religiosa importante. Con los RR.CC. el mercado semanal siguió celebrándose los jueves. Las ferias anuales más antiguas fueron las testimoniadas en 1202 en el Fuero viejo: dos, una por Cuaresma y otra durante el mes de julio, que probablemente desaparecieron en algún momento indeterminado. Resurgieron, aunque efímeras, en 1447. Reaparecen en 1484, esas dos ferias francas anuales, ahora de idéntica duración pero la segunda en octubre, y luego mudada a septiembre para no coincidir con las de otros lugares comarcales. Estas ferias, con abundante compraventa de «ganados ovejunos e cabrunos», eran los únicos periodos del año en los que todos los establecimientos de la villa, tabernas incluidas, podían abrir de forma continuada, ya que la norma general obligaba a dichos comercios a cerrarlos domingos y fiestas de guardar.

Además de las ferias, Madrid celebró desde antiguo un mercado semanal en el que los campesinos del alfoz vendían sus productos y compraban los elaborados por los artesanos de la villa. Faltan datos exactos para las épocas más antiguas, pero es de suponer que se llevara a cabo en las inmediaciones de las puertas del recinto amurallado o en alguna delas plazas. Sin embargo, sí conocemos detalles concretos, a partirde mediados del siglo XV: EnriqueIV, en 1463, concedió un mercado franco que habría de celebrarse los martes en el Campo del Rey, actual plaza de la Armería. Pero su excesiva cercanía al alcázar, peligrosa por las agitaciones políticas de la época, forzó al monarcaa trasladarlo, a la plaza del Arrabal, actualmente Mayor: así, quedaba fuera de muros y se podía controlarmejor la entrada de forasteros y desconocidos en el recinto fortificado. Sin duda, este traslado fue decisivo para definir el importante destino urbano que tenía reservado esta explanada, hasta ahora simple laguna o plaza de fuera de la puerta de Guadalajara. En muy poco tiempo, la plaza fue capaz de simultanear sin la menor dificultad el mercado franco de los martes con el mercado diario de los vecinos del arrabal. En 1469, Enrique IV volvió a llevar dentro de muros el mercado semanal, pasándolo al jueves y ubicándolo en la plaza de San Salvador, ahora de la Villa, cuyo ensanche y adecentamiento, que incluía la construcción de soportales delante de las tiendas, ya había ordenado en 1460. El espacio disponiblese repartió concienzudamente, señalándose «lugares en la dicha plaza, cada cosa por su parte, en un lugar los pescadores y en otro lugar los panaderos e en otro los hortelanos e asy todas las frutase la zapatería e todas las otras cosas». Así, esta plaza de San Salvador, además de acoger el mercado franco de los jueves, pasaba a convertirse en el principal foco de comercio permanente existente dentro de muros. . Tambiénse situaban allí las carnicerías, viejas y nuevas, la alhóndiga de los cueros, la alhóndiga del pan, la casa d e la harina de Alonso Fernández de Madrid y el peso del Concejo. Durante el reinado de los Reyes Católicos el mercado semanal continuó realizándose los jueves, pero las disputas entre los vecinos de la villa y los de los arrabales tuvieron como consecuencia la alternancia en los lugares de celebración, acordándose en 1484 «que de quatro mercados que se hazen en cada mes, quel uno sea en Villa e los tres en el arraval». Unas décadas después, en 1523, Carlos I mudó al miércoles el día de mercado, y limitó la franqueza de alcabalas, eliminándola para los que trajeran sus mercancías desde una distancia inferior a las cinco leguas.

Además de las ferias y los mercados semanales, la villa tuvo un pequeño mercado diario y permanente, también aludido en dos ocasiones en el Fuero de 1202. Los detalles, sin embargo, sólo aparecen a partir de1350. Los dos espacios urbanos en los que se centralizó la mayor parte de este comercio madrileño estable, fueron como ya se ha indicado, la plaza de San Salvador (intramuros) y la del Arrabal (extramuros). El resto de los establecimientos permanentes se encontraba más dispersos: hubo también tiendas, aisladas o en agrupaciones de mayor o menor entidad, en el arrabal de San Ginés, durante una época, único lugar permitido para el abastecimiento de los arrabales; con carnicería y pescadería, en Santiago, en la puerta de Valnadú, actual plaza de Isabel II, en Santa Cruz y en la puerta de Guadalajara. Los moros y judíos, por su parte, tuvieron su carnicería propia, cuya ubicación exacta se desconoce.

LA CASA PORTALADA estaba situada en la plaza del Arrabal. Era una construcción no excesivamente grande y con soportales apoyados en pilares de ladrillo. Se construyó a finales del siglo XV con el fin de resolver «los grandes trabajos quepasan los panaderos e fruteros eortelanos e ortelanas e otras personas (...) que venden e vienen a vender pan cozido e ortalizas e pescado remojado e salado e sardinas arencadas e saladas e tripas e melcozinado e frutas verdes e secas esemillas e todas otras cosas decomer, sin el pescado fresco de río e de mar e sin atún e sávalo saladosen estar al sol e a las aguas o airese nieves e granizos e otras tenpestades e asi mismo en los barros en tienpo del ivierno, de que viene mucho daño así a los tales vededores commo a todos los vezinos emoradores de la dicha Villa (...) encomer todas las dichas cosas asoleadas o mojadas o salpicadas debarro».





























































































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